En 1977, Lola Flores protagonizó, en la sala de espectáculos Florida Park, de Madrid, uno de los momentos más icónicos de la historia de la televisión. La Faraona se movía como un torbellino de colores mientras interpretaba una de sus rumbas para Esta noche… fiesta, programa de TVE presentado por José María Íñigo, cuando, de súbito, uno de sus pendientes salió volando. Al percatarse, Lola espetó al público con su genial salero: “Ustedes me lo vais a devolver porque mi trabajito me costó”. Y así fue. Aquella joya fue a parar a los pies de Milagros Pérez, la esposa de Enrique Martín-Garea, directivo discográfico y promotor de artistas como Julio Iglesias, quien, nada más percatarse, se la hizo llegar a la cantante de inmediato.
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El pasado sábado 18 de septiembre, cuarenta y cuatro años después de ese momento, el destino volvió a unir a aquellas dos mujeres. En esta ocasión, el vínculo ha sido todavía más especial, ya que se trataba de la boda de sus respectivos nietos, Elena Furiase y Gonzalo Sierra. La actriz, de treinta y tres años, y el empresario, de veintinueve, escribieron un nuevo capítulo de esta curiosa historia al celebrar su enlace en las afueras de Vejer de la Frontera (Cádiz).
La pareja eligió para darse el ‘sí, quiero’ la finca Dehesa de Montenmedio, un idílico escenario desde el que se divisa África y que se levanta entre un mar de alcornoques verdes. Desde primera hora, la novia, sorprendentemente relajada, saludaba a todos los que se acercaban a su habitación. Allí, Elena compartía sus últimos momentos como mujer soltera con su padre, Guillermo Furiase, o con sus damas de honor, sus mejores amigas. Carmen, Lucía, María y Silvana se emocionaron al ver a la intérprete a punto de contraer matrimonio y brindaron con champán para desearle toda la felicidad del mundo. Mientras tanto, Vicky Marcos resaltaba su belleza con un maquillaje muy natural y una coleta texturizada.
Roberto Diz, el autor del vestido, estaba impresionado con ella: “Nunca he visto a una novia tan tranquila”, confesaba. “Yo necesito estar rodeada de gente, cuantas más personas haya a mi alrededor, mejor. En el parto me pasó igual”, comentaba la novia al recordar el nacimiento de su hijo, Noah, de dos años. El pequeño también correteaba alrededor de su madre, mientras esta terminaba de prepararse para su gran día. De hecho, fue la propia actriz quien quiso encargarse de vestir a su hijo: pantalón, camisa blanca y chaleco beis, todo de Boboli. “Quiero los zapatos de la abela”, protestaba el niño entre las risas de todos los presentes, mientras Elena trataba de calzarlo y él señalaba las sandalias de pitón de Lolita.
Lolita, con un vestido drapeado de estilo griego y color fuego, llegó a la ceremonia junto a su nieto, Noah, de casi tres años
La actriz y cantante acababa de entrar, llenando de color la habitación de su hija, con un traje de un tono fuego, realizado en jersey de seda, un tejido que se ajustaba a su silueta y le sentaba como un guante. “Soy Lolita de Troya”, decía divertida sobre la inspiración griega del vestido, obra también de Roberto Diz. La hija de la Faraona, con su característica melena suelta, completó su estilismo con un fabuloso aderezo, compuesto de collar y pendientes de oro y turquesas, que perteneció a su madre. Su hermana, Rosario, también quiso rendir un homenaje a Lola Flores. La cantante sorprendió con un collar y unos pendientes de coral y un vestido rojo de lunares negros que pertenecieron a la inolvidable folclórica. El diseño, cuajado de volantes, fue idea de la propia Lola y confeccionado por el diseñador granadino Tomás García, su modista de confianza. Se trata de una de las piezas que se han rescatado recientemente de los baúles donde se guardan el vestuario y los objetos personales de la Faraona, que próximamente serán expuestos en el museo en su honor, que se abrirá en Jerez de la Frontera (Cádiz).
Un novio sin corbata
Por su parte, el novio calmaba los nervios tomando un sorbo de ron miel con sus testigos: sus hermanos —el cineasta Miguel Sierra y el joven universitario Ignacio Sierra— y Guillermo Furiase, al que todo el mundo llama Furi, hermano de la novia y amigo íntimo desde la infancia. Toti, como Gonzalo es conocido entre sus seres queridos, vestía un traje de lino color arena, diseñado en exclusiva por Pedro del Hierro; camisa en voile de algodón del mismo tono, y chaleco de espiga en tonos naturales. Eso sí, sin corbata, un dress code desenfadado y natural que siguieron muchos de los asistentes.
A las doce de la mañana, mientras el sol bañaba todo con sus rayos de luz y la temperatura rozaba los veinticinco grados, comenzaron a llegar los primeros invitados. Un total de 290 personas, entre las que se encontraban compañeros de profesión de la novia, como Maxi Iglesias, Esmeralda Moya, Ana Milán, Pepón Nieto, Belén López, Félix Gómez, Alejandro Albarracín, Yolanda Ramos o Fernando Tielve. También había amigos como Piedi Aguirre, hermana de Esperanza Aguirre y suegra de Alejandra de Rojas; Juan y Medio, o Antonio Albella, y miembros de otras grandes sagas de la canción española: el cantante Antonio Carmona, acompañado por su mujer, Mariola Orellana, y sus hijas, Marina y Lucía Fernanda; Charo Vega, nieta de Pastora Imperio e íntima amiga de Lolita; Charo Reina, sobrina de Juanita Reina, así como Óliver, nieto de Curro Romero y Concha Márquez Piquer… Y, por supuesto, la familia Flores al completo: Rosario junto a su marido, Pedro Lazaga, y sus dos hijos, Lola Orellana y Pedro Antonio; Alba Flores, hija de Antonio Flores, junto a su madre, Ana Villa, y Carmen Flores, la hermana de Lola, que acudió con sus nietos y alguno de sus hijos. A sus ochenta y cinco años, la cantante y actriz fue otra de las estrellas del enlace. Solo faltó Antonia González Amaya, la primera hija del Pescaílla, y su familia, que no pudieron viajar desde Barcelona por estar contagiados con coronavirus.
Elena no pudo reprimir las lágrimas ante los emotivos discursos de su hermano y de sus primos, entre ellos, Alba Flores, convertida en toda una estrella internacional
Un árbol centenario
La decoración del espacio donde tuvo lugar la ceremonia, ante un majestuoso alcornoque centenario, corrió a cargo de Florenea, que recreó un colorido jardín en el que destacaban alliums morados, manzanilla, lirios naranjas, dalias blancas y eryngium, entre mucho verde, todo silvestre, como había ideado la novia.
En la finca, se respiraba mucha emoción y alegría. Había pasado la una de la tarde cuando arrancó el acto. Antes de que los contrayentes hicieran su entrada, Rosario Flores animó a los asistentes con el primer “¡Vivan los novios!”. Desde ese momento, la ovación fue imparable. Acto seguido, sonó el Canon de Pachelbel, anunciando la inminente llegada de los contrayentes. Pero, en un giro inesperado, esta composición clásica se convirtió en una versión roquera que acompañó la entrada de los testigos del novio: su padre, Miguel Sierra; sus hermanos, Miguel e Ignacio, y Guillermo Furiase, Júnior. Todos bailando ante los aplausos de los invitados, entregados por completo al ambiente festivo de la boda. A continuación, Gonzalo entró del brazo de su madre, la periodista Sonsoles Martín-Garea, una impresionante madrina con un diseño color buganvilla, firmado por Alejandro de Miguel.
“Sí, quiero, quiero y quiero”, expresó Elena al contraer matrimonio con Gonzalo, ante una emocionada Lolita
La intérprete llegó hasta el lugar de la ceremonia acompañada por su padre, Guillermo Furiase, y precedida por su madre, Lolita, y su hijo, Noah, encargados de llevar las alianzas. Mariola Orellana, con un vistoso vestido de Benjamín Friman, un sombrero vintage y joyas de coral de Moon Diamonds, ejerció de maestra de ceremonias en un acto oficiado por Francisco Manuel Flor, alcalde de Vejer de la Frontera, y Pepe Ortiz, teniente alcalde de la localidad gaditana. “El que se casa en Vejer no se arrepiente”, expresó el edil.
Lola Flores estuvo muy presente en la celebración: Elena la llevaba en su vestido de novia, de inspiración flamenca, y en sus pendientes, y Lolita la recordó con el collar de turquesas que le perteneció
El momento más esperado, la llegada de la novia, se produjo al son de Dame la mano, de Ketama. Entonces, se desveló el secreto mejor guardado: el vestido de Elena. En su gran día, la actriz llevó un traje de estilo camisero compuesto de dos piezas: una blusa y una falda al bies con una gran cola. Un diseño confeccionado con cinco mantones de Manila de seda bordados a mano. “No hay que olvidar de quién es nieta y que pertenece a una dinastía que reina en el arte de este país. Con su look, hemos querido rendir homenaje a su abuela y a su familia”, confesaba el diseñador Roberto Diz. El tributo a Lola Flores no terminó ahí: Elena también lució unos pendientes de su abuela con los que cumplió la tradición de llevar algo prestado y antiguo. Asimismo, el ramo tenía una connotación muy especial. Estaba compuesto por manzanilla, salvia, mimosa, olivo y margaritas, una flor con la que la novia quiso simbolizar la sencillez, la pureza y la inocencia.
“¡Uf, qué barbaridad!”, expresó Gonzalo al ver a Elena tan guapa a su lado. Aunque se respiraba un ambiente de celebración, también hubo momentos para la emoción. El primero en provocar las lágrimas de la novia y de su madre, Lolita, fue Guillermo, hijo. “Ele, tú has sido mi ángel desde que era un niño. Estoy feliz de que te hayas casado con Gonzalo, porque también es mi mejor amigo. Te pido perdón por devolvértelo a la mitad muchas veces, pero no era mi intención. ¡Sabéis que eso es el ADN!”, dijo entre las carcajadas de los asistentes, antes de desvelar: “Estoy temblando, he dicho que me iba a desmayar dos o tres veces”. También tomaron la palabra el hermano mayor del novio y los primos de la novia, Lola Orellana y Pedro Antonio Lazaga, hijos de Rosario, y Alba, hija del recordado Antonio Flores. “Nos gusta tener presentes a los que no están. Me acuerdo de ellos, pero sin ninguna pena. Están aquí de alguna manera, por eso no se siente tanto la ausencia”, comentó a ¡HOLA! la actriz, convertida en una estrella internacional gracias a La casa de papel.
Eran las 13:42 cuando llegó el momento del ‘sí, quiero’. La anécdota la protagonizó Elena, que pronunció tres veces la fórmula: ‘Sí, quiero, quiero y quiero’. A las 13: 45 se produjo el intercambio de alianzas, creadas por la joyera Bettina Vega, íntima de la familia Flores. Ya convertidos en marido y mujer, tuvo lugar un estallido de vítores, aplausos y grandes muestras de afecto. Tras este momento, Mariola Orellana pidió un minuto de silencio en recuerdo de los que ya no están, instante en el que Pedro Antonio Lazaga, de quince años, sorprendió a su prima interpretando al piano la emotiva pieza Orobroy, de Dorantes. Elena desconocía que había un nuevo músico en la familia y, de nuevo, rompió a llorar. Tras la solemnidad, llegó de nuevo la alegría. Los recién casados abandonaron el recinto de la ceremonia al son de Extraños en la noche, de Sinatra, en la versión de su abuelo Antonio González, El Pescaílla.
“Mi familia es mi base, mi campamento, mi tribu, mi hogar...”, expresó Elena Furiase, muy unida a su hermano y a sus primas, especialmente a Alba, con la que ha crecido, y a Lola
Unas mesas de cine
Tras el cóctel, en el que se sirvió una selección de aperitivos con productos de la tierra —tartar de atún rojo, steak tartar de retinto, queso payoyo…—, los invitados fueron accediendo a la carpa abierta —hay que decir que, aunque la celebración fue siempre en espacios al aire libre, los invitados se habían realizado test de Covid para evitar cualquier riesgo— donde tuvo lugar el almuerzo. Las mesas llevaban el nombre de conocidas películas: Bailando con lobos, la de los novios; Mejor imposible, la de Rosario; Ben-Hur, la de los Carmona… Elena y Gonzalo volvieron a rendir un homenaje a los artistas de la familia Flores al elegir Isla de Palma, la mítica canción de Antonio Flores, para realizar su entrada en el banquete. El menú, servido por Montenmedio, constó de un arroz de carabineros, presa ibérica glaseada con miel de naranja, tarta de crema de lima y mousse de chocolate blanca y semiesfera de queso y vainilla con crujiente de galleta. Elena, que revisó todos los detalles, encargó un plato diferente para su prima Alba, que es vegetariana: un tofu elaborado especialmente para ella. Lejos de un estricto protocolo, los novios, muy relajados y ya sin nervios, disfrutaron de cada momento.
Entre plato y plato, Elena, descalza y con un segundo look nupcial —cambió su camisa por un corsé—, recorrió de lado a lado las mesas de los invitados. Tuvo palabras para todos. Especialmente emotivas fueron las que les dedicó a sus amigas, a quienes entregó varios ramos, así como a Marina Carmona, la mayor de las dos hijas de Antonio Carmona, y a su prima Melissa. “Mi prima de mi alma, que se ha cruzado el charco desde Argentina para estar aquí”, confesó Furiase muy emocionada. Pero también hubo sorpresas para ella. Aunque había dicho que no iba a dar ningún discurso, Lolita cambió de opinión. “Que seáis muy felices, os quiero mucho y que me deis una nieta pronto para ponerle lazos y pintarle los labios”, declaró la madre de la novia entre risas. Carmen Flores, la viva imagen de su hermana Lola, tomó el micrófono y dijo: “Para mí es una alegría, he llorado muchísimo. Te adoro. Me gustaría que pensaras que, al no estar tu abuela, estoy yo en su representación”. Por último, Sonsoles Martín-Garea, la flamante suegra de Elena, compartió con los asistentes: “Nos ha caído un regalo del cielo que se llama Elena. Jamás podría imaginar una persona más entrañable para mi hijo”.
Cuando la novia invitó a todos a divertirse en la carpa dispuesta para el baile, los Flores no pudieron resistirse a improvisar la primera juerga flamenca de la tarde. Lolita, Rosario y Charo Vega, entre otros, se quitaron los zapatos para bailar con la novia, que, con todo el arte, también se marcó unos pases con su hermano.
“Que seáis muy felices, os quiero mucho y que me deis una nieta pronto para ponerle lazos y pintarle los labios”, dijo Lolita con humor
Que comience la fiesta
Eran las siete de la tarde, pero todavía había grandes momentos por vivir. El primero, el nuevo look de Elena, el tercero de la noche, que cambió su vestido de mantones por una falda de tafetán de seda blanca con vuelo, estilo años cincuenta, que le otorgaba una imagen muy sofisticada. La actriz también cambió su peinado y se soltó la melena… en todos los sentidos. Gonzalo y ella tenían pensado abrir el baile con Your song, un tema de la película Moulin Rouge, pero las mujeres de su familia tenían otros planes para ellos. Rosario, Lolita, Mariola, Marina, Lucía Fernanda, Alba, Lola y algunas más subieron al escenario para interpretar una versión libre del tema central de La bella durmiente, una de las películas de Disney favoritas de Elena.
La novia, todavía con cara de asombro, se disponía a realizar el primer baile que tenía previsto con su marido cuando las Flores le dedicaron desde el escenario un tema muy flamenco, Canastera, que hizo que el novio se arrancara a rumbear. Y ya no pudieron parar. El espectáculo siguió con Rosario, que se animó con Mira qué boda, y, como no podía ser de otro modo, Lolita provocó la euforia general cuando sonaron los primeros acordes de Sarandonga . Alba Flores también sorprendió al público con su voz al improvisar un blues dedicado a su prima Elena.
Elena recibió muchas sorpresas, pero ella también tenía reservada una muy especial para Gonzalo. La hija de Lolita demostró que, además de ser una buena actriz, tiene dotes para el canto interpretando el bolero Somos novios , de Armando Manzanero. Tras el cante, los Flores organizaron de nuevo una fiesta flamenca improvisada por bulerías. Jaleada por las palmas y con su hermano, Antonio Carmona y su primo Pedro Antonio tocando el cajón, Elena, que lució un cuarto vestido, un cómodo slip dress , bailó con la mayoría de los miembros de su familia, incluidas su tía abuela Carmen Flores, sus primas, sus tías… Fue, sin duda, la boda de la alegría, la diversión y la emoción a flor de piel, una celebración que duró hasta bien entrada la noche.