“Más de 60 años sin dejar de jugar en serio” lleva José Sacristán, que ha recibido el Premio Nacional de Cinematografía 2021 por más de seis décadas entregadas a la interpretación. En un acto celebrado en el centro Tabakalera durante el Festival de San Sebastián, el actor ha recogido el premio de manos del ministro de Cultura, Miquel Iceta, después de un emotivo discurso pronunciado por Aitana Sánchez-Gijón.
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La actriz, que coincidió con el homenajeado cinco años en la serie Velvet, se ha dirigido a él como su “admirado compañero, maestro y amigo”. “Pepe es historia viva de nuestro cine y de nuestro teatro, nuestro alter ego a lo largo del tiempo”, ha añadido Sánchez-Gijón, que ha glosado la figura del “hijo del Venancio y de la Nati”, aquel niño de Chinchón que llegó al Madrid de la posguerra procedente de una familia del bando perdedor: “Encontró refugio en los cines y ya no quiso vivir en ningún otro sitio”.
Por segundo año consecutivo, la ceremonia de entrega se ha celebrado con aforo reducido por las restricciones sanitarias, y al contrario de lo que es habitual, no ha tenido lugar en sábado, sino en lunes, día de descanso de José Sacristán, que estos días protagoniza en el teatro la obra Señora de rojo sobre fondo gris.
Tras la intervención del ministro Iceta, que lo ha definido como “un cómico de casta”, Sacristán ha comenzado su discurso de agradecimiento mencionando una entrevista en la que el escritor Luis Landero citaba unas palabras de Nietzsche: “No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega”. Acto seguido, ha recordado cuando de niño se ataba unas plumas de gallina a la cabeza y al verle su abuela bramaba: “¡Virgen santa, un indio!”. Entonces, el pequeño Pepe sonreía satisfecho y pensaba: “¡Se lo ha creído!”.
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Y hoy, el Pepe de 83 años ha espetado al público: “Se han creído que era el estudiante, el pregonero, el de los globos, el recluta, el emigrante, el abogado, el ingeniero… Más de 60 años sin dejar de jugar en serio con tanta certeza como inquietud, como suele ser habitual en el ánimo de quienes nos dedicamos a esto”. Aunque también ha reconocido que más que “desentrañar la complejidad de los personajes”, en su carrera ha intentado “ver cómo puñetas llegaba a fin de mes”, pero siempre con un espíritu similar al de quien “al principio de los tiempos” pintó los animales de la cueva de Altamira: “Que se lo crean, que se emocionen, que se divierten, duden, piensen y sueñen”.
“Cada vez que subo al escenario o me pongo delante de la cámara siento las plumas de la gallina atadas a mi cabeza y el rebullir, el trajín, el entusiasmo, el asombro que produce la profunda seriedad del juego”, ha expresado con su incomparable y rotundo vozarrón. Y antes de terminar citando a Cervantes para recordar al cineasta Mario Camus, fallecido la semana pasada, ha agradecido el Premio de Cinematografía al público que “se ha creído” sus personajes, como hizo su abuela con el indio de su infancia, y también a quienes le han orientado en su camino y, en especial, a sus hijos y a su esposa Amparo Pascual.