Al igual que el resto de su familia, Tamara Falcó está intentando seguir adelante, dado que, a pesar de la tristeza por el duro trance vivido, la vida continúa y no le queda más remedio que aprender a vivir con la ausencia de su abuela materna, Beatriz Arrastia, fallecida el 22 de agosto, en Madrid, a los noventa y ocho años. De ahí que la marquesa de Griñón, además de retomar sus compromisos, entre ellos, su curso de cocina en Le Cordon Bleu, haya decidido refugiarse en sus seres más queridos, como su novio, Íñigo Onieva; su ‘cuñada’, Alejandra, y el novio de esta, el actor Sebastian Stan, popular por su papel de Soldado de Invierno de la factoría Marvel.
Si bien la compañía y la cena que disfrutó el pasado domingo le ayudaba a olvidar momentáneamente la pérdida familiar, Tamara no puede disimular la tristeza que está pasando y que, solo con el paso del tiempo, irá aliviando. Invadida por la emoción, le dedicaba a su abuela unas bonitas palabras, que reflejan a la perfección la complicidad que tenía con ella. “Hay personas que cambian tu vida para mejor. Mi abuela Beba ha sido una de esas personas. Ha sido un ejemplo de elegancia, fortaleza, buen humor, cariño”, comenzaba diciendo junto a una imagen de las dos en blanco y negro, para acto seguido añadir: “Cuando me sentía sin fuerzas, iba y me acurrucaba a su lado y todo iba a mejor”. Es por eso que la aristócrata reconoce sentirse en paz sabiendo que su abuela ha sido “una de las elegidas de Dios” y que, a partir de ahora, como dice ella, la va a cuidar desde el cielo: “A mí y a todos”. Eso sí, Tamara siente mucho su pérdida y, como confesaba: “No puedo evitar que se me caigan las lágrimas mientras que escribo esto, porque la echo de menos y siempre va a ser así”.