Le costó un mundo encontrar su sitio, pero, a sus sesenta y tres años y camino de cumplir cinco décadas sobre los escenarios, ya nadie discute su talento. La radiante Lolita se ha ganado todo el respeto y los aplausos. Y algo todavía más importante: el cariño de los españoles.
La hija mayor de la Faraona siempre renace. Ha estado de gira por España con la obra Llévame hasta el cielo , que puso en escena con su productora, Lerele; sigue muy posicionada en televisión como jurado en diferentes programas, y, después de dos años, acaba de dar dos conciertos en Miami y en Puerto Rico. Además, también acaba de desembarcar con su obra en el Teatro Enrique San Francisco, de Madrid.
“Elena es una novia joven y actual y va a ir guapísima. El vestido se lo está haciendo Roberto Diz y me encanta”
A los mandos de su carrera y de su vida, la cantante y actriz también se está preparando para vivir un momento excepcional como madre. Su hija, Elena, se casa este septiembre con Gonzalo Sierra, el padre de su hijo, Noah.
Será una boda íntima y con muchas sorpresas, pero, aunque los preparativos se están llevando en secreto, una emocionada Lolita nos adelanta algunos detalles desde su nueva casa.
—¿En qué momento estás de tu vida?
—En uno muy dulce. Personalmente, tranquila y encajada en mi vida. Podría decir que mi corazón está bastante organizado, aunque no tengo pareja ni la busco. No tengo miedo al amor, ni al matrimonio y volvería a casarme si encontrara a la persona adecuada, pero no busco una relación. Creo en el destino, que está escrito, y en que, cuanto más buscas, más te puedes equivocar… Y, como artista, maletas arriba y abajo, también estoy en un momento muy creativo. He estado cuarenta días seguidos en el Teatro Apolo, de Barcelona, sin venir a casa.
“Para mi vestido he elegido un color con mucho fuego y puedo adelantar que no voy a llevar mantilla. Nosotros somos más ‘hippies”
—¿Sientes que has tenido que pagar un precio muy alto para que se reconociera tu valía?
—A veces, te desesperas, pero es maravilloso. Sabía lo que había. Nada me ha cogido por sorpresa y ya son cuarenta y siete años. Más que un precio que pagar, son los gajes del oficio. No pisar tu hogar, echar mucho de menos los abrazos de tus hijos, no poder estar con las personas que quieres… Pero mi profesión me sirve para llenar la nevera y el espíritu. Me encantaría que mi madre estuviera viva para que viera cómo lleno los teatros y recibo reconocimientos como el Goya a la mejor actriz revelación o la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Todo lo bonito que me ha pasado y que no tenía antes. Ella era alargada, un árbol muy grande, y había mucha sombra, pero he luchado, crecido y madurado. Estoy contenta con lo que he hecho hasta ahora y siento que soy honesta.
“Las dos familias estamos encantadas con ese matrimonio y los novios no pueden estar más felices e ilusionados con la boda. Sé que será una celebración muy divertida”
—Han pasado veintiséis años desde su muerte, pero Lola Flores se hace cada vez más leyenda con un sinfín de proyectos
—A mi madre la tengo muy presente cada día, hablo de ella mucho y la veo en todas partes, pero la campaña publicitaria de Cruzcampo, Con mucho acento , me ha impactado muchísimo. Además, la voz es mía. Soy yo. La técnica deepfake nos la ha traído de vuelta. Por otro lado, el Museo de Lola Flores, en su tierra, Jerez de la Frontera (Cádiz), comienza a ser una realidad y se espera que se pueda abrir en dos mil veintidós. También está la serie que estamos preparando sobre su vida; Lola, la serie documental de Movistar, y la biografía ilustrada Lola flores. El arte de vivir, de Sete González. No es un proyecto nuestro, pero Elena escribió el prólogo y presentó el libro.
—¿Qué es lo que te hace más feliz?
—En el trabajo, el escenario y el cariño del público, y, a nivel personal, mis hijos, mi familia y mis amigos, y, especialmente, mi maravilloso nieto. Es un juguete. Está lleno de energía y es quien más feliz me hace. Me ha quitado quince años de golpe. Mis hijos y Noah son mi orgullo, el más grande que tengo, y los tres amores de mi vida.
—Últimamente, ¿todo son buenas noticias para ti?
—No todo es de color rosa. Malas noticias las tiene todo el mundo. En los últimos tiempos, he perdido a personas muy queridas por la Covid, por edad y por enfermedad. Los últimos, Alfredo Fraile, Quique San Francisco, Tico Medina y Raffaella Carrà. Nadie es feliz continuamente. Este es un momento muy especial, pero me falta gente.
“Pinto de toda la vida y me encanta, pero no tengo tiempo. Durante el confinamiento hice ‘una covid’ con una peineta en la cima del mundo y sin boca. Creo que la voy a dejar así, muda”
—¿Qué has aprendido este último año?
—Que no hay que tomárselo todo tan en serio ni tampoco todo a risa. Y que hay que disfrutar de la vida, que es muy corta. Cada día es nuevo y hay que aprovecharlo de la mejor manera posible. Estamos en pandemia, pero no se puede dejar de vivir. Yo no quiero dejar de vivir. Por lo demás, lo único que pido es salud, que no se muera más gente y que se vaya la peste.
—¿Qué es lo mejor de ti?
—No lo sé. Soy una guerrera. Lo mejor y lo peor, quizá el temperamento. Me lleva a ser fuerte y a tirar para adelante, pero también a meter la pata, a veces.
—¿Qué te da miedo?
—Que el destino me dé otro revés como hace veintisiete años. Todo puede cambiar en medio minuto y, por eso, no soy de hacer planes. La vida no me da miedo y me gusta mirarla cara a cara, pero la muerte sí, porque no sé lo que es.
—¿En qué crees de verdad?
—En Dios y en el ser humano. Incluso en la maldad, siempre hay una parte buena. También creo en el universo y en que, si pides cosas buenas, te las da, aunque a veces hay que lidiar con vivencias duras, pero todo es aprendizaje. La vida comienza muchas veces, solo hay que estar preparados para empezar de cero.
—¿Te acostumbras a vivir en un piso, después de residir tantos años en una casa con jardín?
—El centro de Madrid tiene su parte buena y tengo a mi hija y a amigos que viven en casas con jardín. Ahora me siento más acompañada y con más ganas de salir y hacer planes. No te da tanta pereza como cuando vives a las afueras. Estaba aislada y todo me costaba más.
“Estoy tranquila y encajada en mi vida. Podría decir que mi corazón está bastante organizado, aunque no tengo pareja ni la busco”
—¿Qué te gustó de esta casa?
—Es toda exterior. Me encantan los espacios con mucha luz y, tal y como está el precio de la electricidad, ¡eso que me ahorro! No es una vivienda grande, solo tiene tres habitaciones, pero el salón es muy espacioso para recibir.
—¿La decoraste tú?
—La decoré yo, a mi bola, con mis muebles. Lo primero que colgué, como en todas las mudanzas, fue un cuadro de mis padres con un vaso de agua. El agua es vida. Somos agua.
—¿Cuál es tu espacio preferido?
—Mi habitación es mi refugio. Hago mucha vida en mi cuarto. Soy más de cama que de sofá. ¡Llego tan cansada! Veo la tele, una serie… Me pongo al ordenador.
“Si encontrara a la persona adecuada, volvería a casarme. No tengo miedo al amor, ni al matrimonio”, nos dice la cantante y actriz
—Y también pintas.
—Pinto de toda la vida y me encanta, pero no tengo tiempo. Lo hago todo a la vez: escribo, canto, hago teatro. Durante el confinamiento, hice una covid con una peineta en la cima del mundo y sin boca. Creo que la voy a dejar así, muda. Y una mujer enjaulada, que era como me sentía. Este se lo regalé a una amiga.
—¿Eres muy distinta como abuela que como madre?
—En amor, aunque no se pesa, soy exactamente igual. A todos los quiero con locura, pero es cierto que con mi nieto soy más permisiva. Le consiento casi todo.
—¿Cómo te llama?
—’Abela’ Lolita (¡y me muero!) y, cuando se enfada, Lolita. Le encanta que me meta con él en su casita con bolas de plástico, dormir conmigo y que me tire por el suelo para jugar; y soy como una niña. Le leo cuentos, le canto… Me invento las canciones, porque le encanta la música y esos momentos son solo nuestros.
—¿Quién de tus dos hijos se parece más a ti?
—Los dos, aunque son mucho más guapos que yo; y también tienen mucho de su padre.
—Elena ha dicho que eres ingobernable.
—Más que ingobernable, diría que hago mucho mi vida. En general, lo que me da la gana. Me lo he ganado. Soy libre, independiente y lo entienden… Pero me siento una buena madre, aunque tendrían que decirlo ellos. Hay que educarlos con amor, valores y con verdad. Nuestra relación es de mucha confianza. Saben que también soy esa persona amiga con la que pueden compartir todo. Así era también con mis padres, especialmente con mi madre. Y me ha salido bien. Ni en la adolescencia fueron niños complicados. Son dos seres humanos maravillosos.
“Mi maravilloso nieto es quien más feliz me hace. Es un juguete y me ha quitado quince años de golpe. Mis hijos y Noah son los tres amores de mi vida”
—Háblanos de Guillermo, el gran desconocido de la familia.
—Acaba de sacar al mercado El son, su primer single en solitario. Una canción en la que fusiona el rock, el pop y el funk. Canta, compone, toca la guitarra y no cierra la puerta a nada, aunque está muy enfocado en la música. A veces, me recuerda a mi hermano, con su melena negra, sus gestos y en el pronto que tiene. En casa le llamamos Furi.
—¿Te gusta trabajar con tus hijos?
—Me encanta y nos entendemos bien, pero estamos en caminos diferentes. En Llévame hasta el cielo, Elena pone la voz a uno de los personajes; y Guillermo ha sido el encargado de componer la música. Una sambita que canto al final. Elena y yo también hemos hecho un audiolibro: Madres e hijas. Unimos nuestras voces para narrar textos inéditos de autoras como Rosa Chacel o Ana María Matute sobre la maternidad y las relaciones entre madres e hijas. Puede escucharse en la plataforma Audible.
“Mi hija se casa por lo civil y lo está organizando todo ella. No hay que meterse ni tampoco dar consejos. Yo, mejor, quieta y callada. Lo aprendí en mi primera boda, que organizó mi madre”
‘Hemos probado el menú’
—¿Qué nos puedes adelantar de la boda de Elena?
—Nada. No soy una madre chivata. Además, hay que jugar con el encanto de la sorpresa. Lo está organizando todo ella. Mejor quieta y callada. Lo aprendí en mi primera boda, que organizó mi madre. No hay que meterse y tampoco dar consejos. La segunda mía, también se celebró a mi manera. Mi hijo me llevó al altar.
—¿Será civil o religiosa?
—Mi hija se casará por lo civil.
—¿De verdad no te has ocupado de nada?
—He visto la lista de invitados por si se olvidaba de alguien, hemos estado juntas en el lugar donde se va a celebrar, hemos probado el menú que se va a servir, pero Elena siempre tiene la última palabra. Es ella la que se casa y todas las decisiones son suyas.
—También le habrás ayudado a elegir el vestido de novia. ¿Qué pensaste cuando la viste con su traje?
—Que va a ir guapísima. El vestido se lo está haciendo Roberto Diz y me encanta. Elena es una novia joven y actual.
“No voy a dar ningún discurso. No creo que pueda hablar. Para una madre es un momento emocionante”
—¿El tuyo también es de la misma firma?
—Sí, otra sorpresa.
—¿No nos vas a decir ni el color?
—Para mi vestido he elegido un color vivo y con mucho fuego que uso mucho. Y puedo adelantar que no voy a llevar mantilla. Nosotros somos más hippies.
—¿Hay alguna tradición nupcial en la familia? ¿Llevará Elena alguna joya de su abuela?
—Entre el algo nuevo, viejo, azul y prestado seguro que sí, pero no una joya nupcial.
—Tu hija ha dicho que serás la madrina, ¿qué papel tendrá la madre del novio?
—Yo solo soy la madre de la novia. La madre de Gonzalo, Sonsoles, será la madrina. Una madrina guapísima y espectacular. En mi primera boda, mi madre sí fue la madrina.
—¿Quién está en la lista de invitados?
—Casi toda la familia González-Flores y muchos amigos de la profesión. Me hace especial ilusión que mi tía Carmen, que está fabulosa con ochenta y cinco años, nos acompañe y pueda ver casarse a su sobrina, ya que mi madre no está. Notaré la falta de mis padres, aunque ya serían muy mayores, y voy a echar muchísimo de menos a mi hermano, Antonio, y a mi primo hermano Miguel, al que adoraba.
—También será el reencuentro público con tu exmarido, Guillermo Furiase.
—Ningún problema. A mi ex lo veo mucho en la casa de mi hija y también viene a la mía. Nos llevamos bien. Es un señor y muy buen padre. Tenemos dos hijos en común, que son lo más importante, y gracias a él también tengo a mi nieto. Debo dar gracias a Dios y al universo por la familia estupenda que tengo y por todo lo bueno que me ha dado.
—¿Estás nerviosa?
—Sé cómo se pasa, más con un niño pequeño —Noah cumplirá tres años el doce de octubre—… Estoy nerviosa, con un poco de angustia y sé que me emocionaré mucho. Llorar voy a llorar bastante. No he empezado todavía porque no quiero llegar con los ojos hinchados y me estoy reservando para el gran día.
“A Toti (Gonzalo) lo conozco desde siempre. Es el íntimo amigo de mi hijo Guillermo desde la infancia. Y mira por dónde que él y Elena se enamoraron y tienen un niño increíble”
—¿Tienes el discurso preparado?
—No voy a dar ningún discurso. No creo que pueda hablar. La felicidad de mi hija está por encima de todo y para una madre es un momento emocionante. Lo que sí voy a hacer es cantar. No voy a parar. Subiremos al escenario y cantaremos y bailaremos todos. Sé que será una celebración muy divertida.
—¿Qué es lo que más te gusta de tu yerno, Gonzalo Sierra?
—Es un hombre de ley. Trabajador y familiar, como nosotros; un manitas, ordenado, precioso por dentro y por fuera, y, lo mejor, adora a mi hija.
—¿Es como un hijo para ti?
—A Toti lo conozco desde siempre. Es el íntimo amigo de mi hijo Guillermo desde la infancia. Y mira por dónde que él y Elena se enamoraron y tienen un niño increíble. Entonces, Gonzalo y Guillermo formaban parte del mismo grupo de rock, Albha. Además, mi madre y Milagros, la abuela de Gonzalo, mujer de Enrique Martín Garea, un hombre fabuloso con mucho nombre en el mundo de la música, ya se conocían. ¡Eso es el destino! Y hay una anécdota maravillosa. El famoso pendiente que perdió mi madre en plena actuación fue a parar a sus pies. Mila me lo contó hace dos años. Es una mujer excepcional, al igual que toda la familia. Son estupendos. Las dos familias estamos encantadas con ese matrimonio y los novios no pueden estar más felices e ilusionados con la boda.