El cuatro de junio de 2021 fue un gran día para María Jesús González . Ese día, la madre de Irene Villa cumplió unos estupendos setenta años y, para celebrarlo, nada mejor que una divertida fiesta en la que estuvo acompañada por sus dos hijas, sus seis nietos y Rosita, la chica que trabaja en su casa de Madrid desde hace veinte años, que, para ella, es como una hija más: “Estoy feliz e impresionada porque sabía que me iban a preparar algo, pero lo que no esperaba es que fueran a llamar a una tuna para que me rondaran con las canciones de toda la vida y que a mí me encantan desde que era jovencita. Sin duda alguna, fue un regalo maravilloso. Después estuvimos merendando y me pusieron un video con las felicitaciones de muchos miembros de mi familia y de amigos. Pero ahí no acabó la cosa. Al día siguiente, como saben que me gusta mucho el arroz que hace un amigo de Irene, se trajeron todos los bártulos para preparármelo y, un día después, me sorprendieron con un ceviche. Ya ves, mi cumpleaños se celebró como una auténtica boda gitana, durante tres días”.
-Has cumplido setenta años, los últimos treinta vividos tras el atentado terrorista que sufristeis el diecisiete de octubre de 1991. ¿Es, por ello, un cumpleaños más especial?
-La verdad es que sí, Irene dice que tengo cuarenta años de vida y treinta de experiencia.
-¿Tienen, para ti, entonces, un sabor distinto los “cumpleaños felices” de antes del atentado y los “cumpleaños felices” de ahora?
-No. Los cumpleaños son siempre cumpleaños. Además, aquello no nos marcó para tanto. Nuestra vida sigue siendo igual y conservo los mismos amigos de antes. Lo único que ha cambiado es que tengo que ponerme una prótesis todos los días.
-Asombra a todos, María Jesús, la actitud siempre optimista de Irene y la tuya. Tu sonrisa eterna es admirable, casi milagrosa. ¿Cómo has logrado mantener esa imagen de mujer feliz?
-En realidad no he tenido que hacer ningún trabajo para lograrlo, porque es algo que salió de manera natural. Desde el primer momento, le dije a Irene: “Hija, tenemos que luchar por salir adelante. Nadie nos puede cambiar ni nuestra forma de ser ni nuestra forma de vivir” .
-Está claro que sois de las “mujeres fuertes” de la Biblia. ¿De dónde te viene esa vitalidad y esa fuerza?
-No lo sé, yo creo que es una forma de ser. Mi padre era muy como yo también. Murió con noventa y dos años y siempre ha tenido mucha vitalidad.
-¿Cómo te las arreglas tú para ver en todo “el lado bueno”, “la botella medio llena”?
-Desde que nací, he sido siempre así. Eso también lo he heredado de mi padre.
-¿Y qué has aprendido de Irene?
-Yo diría que aprendemos la una de la otra, pero es cierto que ella me ha enseñado muchas cosas. Yo, por ejemplo, soy una persona un poco acumuladora, todo lo guardo y mi hija me dice: “¡Mamá, qué no hay que acumular! ¡Hay qué dejar pasar la energía!”. He aprendido y me he dado cuenta que es muy importante hacerlo.
“Todo lo que sea bueno para ella (Irene) es bueno para mí, y cada vez que alcanza una de las metas que se propone, me alegro más que si fuera un éxito mío. Para mí Irene es lo más, la admiro mucho.”
-¿Qué es para ti el éxito de tu hija?
-Todo lo que sea bueno para ella es bueno para mí y, cada vez que alcanza una de las metas que se propone, me alegro más que si fuera un éxito mío. Para mí Irene es lo más, la admiro mucho. Como vale para todo y vale muchísimo, ha sabido sustituir sus piernas por otras cosas más importantes.
-Siempre hablas también con emoción de tus seis nietos ¿Eres ‘abuelaza’?
-No sé si lo soy, pero para mí lo más importante son primero mis hijas y después mis nietos. Tengo que estar continuamente en contacto con ellos, aunque me vaya de viaje.
-Sigues viviendo en Madrid, pero con no pocas escapadas a Asturias, a tu casa de Libardón (Colunga) en la falda del Sueve. ¿Pasaréis el verano allí?
-Sí, es una aldeíta maravilloso, donde se está fenomenalmente, así que pasaremos un mes en ella.
-¿No echas en falta, en ocasiones al menos, tu trabajo en la máquina de escribir de tu puesto de funcionaria de la Dirección General de la Policía?
-No, No. Yo el trabajo lo he hecho siempre con mucho gusto. Tenía el contacto con el público y ese contacto me gustaba, pero no lo echo de menos. Además, me sigo viendo con los compañeros. No he perdido nada, sólo el trabajo. Y el no trabajar me permite hacer otras cosas que antes no podía. Antes solamente trabajaba. Tenía la casa, los niños y el trabajo. No podía hacer nada más. Ahora soy una persona libre que se puede ir cuando quiere a donde quiere, como por ejemplo a Japón o a la China, que es lo que siempre quise. Son sueños cumplidos. Una maravilla. Lo mejor es tener tiempo y tener ganas, es lo que siempre le digo a mis hijas. Y ya me queda poco. Cumpliendo años, estás más cansada y tienes más ganas de quedarte en tu casita. Tengo amigas que ya no quieren moverse y han sido unas viajeras estupendas.