A las primeras medallas conseguidas por España en Tokio —de Adriana Cerezo y David Valero— se han sumado cinco éxitos más, al cierre de estas líneas.
Los últimos triunfos, de la mano de dos deportistas unidos por una gran amistad: el gimnasta Ray Zapata y la atleta Ana Peleteiro. El primero ganaba la medalla en la final de suelo de gimnasia artística masculina y dedicaba su victoria a Olympia, su hija de dos meses. Nacido en República Dominicana, llegó con nueve años a Lanzarote y gracias a la gimnasia pudo ayudar económicamente a su familia. Con tesón conseguía la plaza para Tokio, después de superar una grave lesión. Tras su victoria, casualidades de la vida, se colgaba el bronce Ana Peleteiro en triple salto, su gran amiga, que, además, es madrina de su hija. La atleta gallega, además, superó el récord de España.
Un día antes, por fin conseguíamos el oro, gracias a Fátima Gálvez y Alberto Fernández, en la categoría de tiro en foso mixto. El madrileño afincado en Illescas y la cordobesa de Baena demostraban su gran calidad en una final de infarto.
Horas después, Pablo Carreño lograba una victoria épica en tenis, con la que ganó un bronce con sabor a oro, derrotando al número uno del mundo, Novak Djokovic. El asturiano saboreaba la gloria, tras haber superado varios baches, como una hernia discal que le apartó de las pistas con veinte años.
Por último, la tercera medalla, fue obra de Maialen Chourraut, una veterana piragüista de Guipúzcoa, que también subió al podio en Londres 2012 y Río 2016, y que, en ahora, a sus treinta y siete años, se alzaba con la plata, tras unos meses difíciles en los que le fue difícil entrenar por la pandemia.