El catalán Jordi Xammar y el gallego Nico Rodríguez llevan toda la vida subidos a una vela. Jordi tenía solo cuatro años la primera vez que navegó y ni siquiera sabía nadar. Para Nico, este deporte jugó un papel clave en su adolescencia, cuando se apuntó a clases e hizo un grupo de amigos con los que disfrutaba muchísimo y que aún conserva. Después, "sin comerlo ni beberlo, vas creciendo y empiezas a marcarte unos objetivos y de repente empiezas a competir más en serio", comenta Rodríguez en El País. Hasta se marcó, aún siendo un niño, los Juegos de Tokio como objetivo. Y lo ha cumplido. Tras años de esfuerzo desmedido, juntos han subido al podio este miércoles tras ganar el bronce en 470 de vela, la décima medalla olímpica de España en estas Olimpiadas.
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-Joan Cardona gana el bronce en vela: por qué su primera medalla olímpica será también la última
Jordi, de 27 años, ha estudiado Administración y Dirección de empresas, pero su gran pasión es la vela. Nacido en el seno de una familia de deportistas, ha vivido de cerca el esfuerzo que conlleva competir, pero también la gratificación que aportan los buenos resultados. Su padre, campeón de motociclismo, y su madre, una pionera como mujer piloto, siempre le animaron a practicar deporte. Mientras ella le llevaba en moto al colegio lloviese o tronase, él le insistía que en solo disfrutara, que no se dedicara profesionalmente a ninguna disciplina deportiva. No lo hizo en el mundo de las motos, pero la vela era una cuestión de fuerza mayor para Jordi, quien recuerda sus particulares trayectos al cole como el mejor entrenamiento: "Ahí pasaba más frío que en las regatas", dice con ironía en declaraciones a Marca.
Nico, por su parte, dejó de lado por un tiempo la competición para dedicarse a su otra profesión, la odontología. Había conseguido un empleo como odontólogo en Holanda y se marchó, pero poco le duró la aventura. Tres días después de trasladarse a Países Bajos, Jordi le llamó y le propuso ir a por todas en Tokio. Una propuesta demasiado suculenta como para rechazarla: era el sueño de su vida. Aún no había firmado el contrato, así que hizo de nuevo las maletas y volvió para entrenar con él con la mirada más que fija en los Juegos de 2020.
Al final se están disputando en 2021 y han sido cinco años de duro entrenamiento que ahora han dado sus frutos. Aunque en la competición de este miércoles salían en muy buena posición, en tercer lugar, no querían confiarse tras lo ocurrido a Diego Botín y a Iago López, que partían desde el mismo puesto y, aunque eran una de las grandes apuestas en vela de estos Juegos, al final se quedaban sin medalla. Han llegado a rozar la plata, pero es el bronce el metal que se han colgado. En cualquier caso, podio olímpico, un sueño hecho realidad.