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Dos décadas después de que Jennifer López y Ben Affleck se conocieran en el set de la comedia romántica Gigli, se han convertido en los indiscutibles protagonistas del romance del verano. Y ahora, cuando ya han pasado cuatro meses desde sus primeras citas secretas, consolidan su amor en el Mediterráneo a bordo del espectacular yate ‘Valerie’, testigo silencioso de sus días de vino y rosas y del apasionado beso de la confirmación total, el que JLo colgó en sus redes sociales. La artista cumplía el 24 de julio cincuenta y dos espléndidos años, y ambos querían celebrar no solo el cumpleaños, sino gritarle al mundo que donde hubo fuego, cenizas quedan.
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El palacio flotante que se ha convertido en refugio de la pareja está valorado en 130 millones de dólares, y tiene una medidas de escándalo: 85 metros de eslora, 14 de manga, seis cubiertas y nueve suites de lujo para los diecisiete huéspedes que pueden alojarse en él con todas las comodidades, gracias a los veintisiete tripulantes que se desviven por hacer su estancia inolvidable.
Diseñado por el renombrado arquitecto naval Espen Oeino, el superyate, con casco de acero y su superestructura de aluminio, se construyó en 2011 en los astilleros alemanes Lürssen, la compañía de yates más importante del mundo, para los más exigentes del planeta: helipuerto, piscina climatizada de 6 metros, zona de chill out, salón de belleza, spa equipado con hammam, una espectacular marina (plataforma abatible situada en el casco en la banda a babor) con lanchas adicionales… y un largo etcétera de lujos que, con toda seguridad, han convertido en mágicos los días de navegación de JLO y Ben Affleck. La pareja más sorprendente de este verano -ni los más románticos hubieran augurado esta “segunda temporada” del “Bennifer” cargada de miel- además de Saint Tropez ha hecho escala, entre otros destinos, en Mónaco, Portofino y la costa amalfitana. De Positano partía la mañana del 30 de julio hacia su nuevo destino… de momento, desconocido.
La diva del Bronx y el ganador del Oscar son la constatación de que las segundas partes sí pueden ser buenas. Se amaron, se comprometieron, rompieron, y no han logrado olvidarse en el uno al otro. Ella se refugió, tras la separación, en los brazos de Marc Anthony, y él en los de Jennifer Garner. Se casaron, tuvieron hijos con sus respectivas parejas, y también terminaron rompiendo. Después, cada quién vivió otro bonito amor, la cantante con Álex Rodríguez, casi cuatro años, y el actor dejo atrás sus problemas con Ana de Armas. Sin embargo, ambos terminaron sus relaciones casi al mismo tiempo.
No pasó mucho, o Hollywood estuvo atento hasta el mínimo detalle, pero tan pronto como corrió la voz de que volvían a estar solteros, nació la teoría de que podrían regresar. Si bien es cierto que en la Meca del Cine muchos piensan que segundas partes no son buenas, no siempre ha sido así. Alejados de supersticiones Jennifer López y Ben Affleck se dejaron llevar y en pocas semanas su amor recuperó el tiempo perdido. Por eso, después de los primeros indicios –en mayo un viaje a Montana para dos –, las evidencias gráficas llegaban a las redacciones una tras otra. Un fin de semana en Miami, viajes familiares, paseos, cenas, parques de atracciones con los más pequeños de las familias –en junio en Universal Studios y el fin de semana del 4 de julio, en los Hamptons- y la aparente bendición de Jennifer Garner, que siempre ha querido lo mejor para su exmarido. Hasta alcanzar el epítome, la gran evidencia: el apasionado beso que JLo compartía hace unos días en sus redes sociales, y las imágenes captadas, cómplices y románticos como si el tiempo se hubiera detenido, a bordo del fastuoso barco por las inmediaciones de Saint-Tropez.