Olivia de Borbón todavía no ha podido superar la muerte de su hermana y de su madre. El 13 de febrero de 2020, la hija del duque de Sevilla perdió a su hermana, Cristina, que solo tenía cuarenta y cuatro años. Un mes después, falleció su madre, la princesa Beatrice von Hardenberg zu Fürstenberg, como consecuencia de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Ese mismo día, se declaró el estado de alarma en España para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la COVID-19. “Tengo recuerdos muy borrosos de esos momentos”, reconoce Olivia, que abre su corazón a su marido, Julián Porras-Figueroa, en su entrevista más honesta y emotiva.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
“Todavía me cuesta salir de la cama y asumir todo lo que me ha pasado”
La aristócrata ha podido salir adelante y sobreponerse al doble duelo con la ayuda de sus seres queridos: su marido, Julián; sus hijos, Flavia y Fernando; su padre, Francisco de Paula de Borbón, y sus amigos. Reconoce que tiene “momentos mejores y otros peores”, pero que está cada día un poco mejor. Además, está ilusionada con el proyecto solidario que acaba de crear con su hermano, Francisco: la Fundación Beatrice Gräfin von Hardenberg. Se trata de una organización benéfica para la lucha contra la enfermedad pulmonar obstructiva crónica que apagó la vida de su madre. “Ella quería que nadie más tuviera que pasar por una enfermedad tan horrible, con tanto sufrimiento”, dice Olivia, que se sincera en esta conversación con su marido.
—Olivia, cuéntame cómo han sido estos últimos dos años…
—Han sido muy difíciles y tristes. La imagen que tengo de todo es muy gris. Nuestra tragedia personal fue unida a la pandemia y a tanta tristeza alrededor… Tuvimos tanto miedo y fue tan difícil salir adelante. A nivel personal, todavía me cuesta cada día salir de la cama y asumir todo lo que me ha pasado. Son muchas ausencias. Parte de mi vida se ha ido, se ha parado. Me cuesta asumir que la vida sigue, la mía y la de los demás. Hay momentos muy buenos en familia, contigo y con los niños, pero hay una parte de mi vida que se ha parado.
—Háblame de tu hermana, Cristina, ¿cómo os llevabais?
—Me cuesta mucho hablar de Cristina. A veces me da rabia porque me parece que es la gran olvidada. Mi madre era una persona muy especial y muy conocida, que abarcaba mucho. Todo el mundo se acuerda de ella, pero Cris también era de otro mundo: la que más se preocupaba, la más familiar, la primera con la que hablaba por las mañanas, la última con la que hablaba por la noche, mi mejor amiga. No quiero que caiga en el olvido. Cuando sonreía, se iluminaba una habitación. A veces me daba celos porque yo soy muy tímida y ella era extravertida y conseguía todo lo que quería.
—¿Cómo fueron sus últimos años?
—No es ningún secreto que mi hermana sufría una enfermedad terrible y estigmatizada como es la depresión. Pero ella, dentro de su mundo, tenía momentos muy especiales. Y tenía ilusiones. Estaba preparando su boda, a su manera, con un vestido de novia morado.
“Hay momentos muy buenos en familia, con mi marido y mis niños, pero hay una parte de mi vida que se ha parado”
—Y hablemos de tu madre. ¿Qué se siente al ser la hija de una mujer tan maravillosa?
—Es mucha responsabilidad. Mi madre era una persona tan grande en todos los sentidos. Durante muchos años, nuestra relación pasó por altibajos. Hoy en día, me encantaría decirle: “Qué razón tenías”, porque tenía razón en todo. Soy muy parecida a mi padre, pero cuando me veo en el espejo y reflexiono sobre mí misma, me veo muchas cosas de mi madre, sobre todo, en la crianza de mis hijos. Vivo volcada en ellos y en ti y ella decidió retirarse del mundo social y vivir por y para su familia.
—¿Tienes alguna anécdota con tu madre que recuerdes especialmente?
—Recurro poco a la memoria para no sufrir tanto. Mi corazón ha bloqueado los recuerdos para asumir el dolor en pequeñas dosis. En los últimos años, conocí muy bien a mi madre. Se vino a vivir a Marbella porque estaba loca por sus nietos y estábamos muy cerca la una de la otra. Esa unión hacía que supiéramos muy bien lo que nos fastidiaba y nos pinchábamos mucho.
—¿Pudiste despedirte de ella como querías?
—Mi madre falleció el catorce de marzo de dos mil veinte, a las diez de la mañana. Era todo un caos, una locura, porque se acababa de declarar el estado de alarma. Mi padre pudo venir brevemente al tanatorio. Él quería estar a mi lado, pero yo tenía mucho miedo por el virus. No quería que enfermera. Mi hermano, Francisco, no pudo estar porque ya tenía una pulmonía bilateral y al día siguiente dio positivo en coronavirus. Yo tenía muy reciente el tanatorio de Cristina, que había sido muy especial, rodeada de amigos y seres queridos. Y con mamá fue la otra cara de la moneda: estuve yo sola, con dos personas de mi máxima confianza. Julián se quedó con los niños en casa y se ocupó de todo. Yo me despedí de mi madre como quería. Me considero muy afortunada porque los quince días que estuvo en el hospital no me moví de su lado. Le hice compañía, le cogí la mano, la ayudé y estuve con ella hasta el último momento. Mamá se fue rodeada de mucho amor.
“Un luto es muy parecido a una depresión y te puede llevar a una depresión. Por eso estoy recibiendo ayuda profesional”
—¿A tu madre le habría gustado esa despedida?
—A mi madre le habría gustado la despedida que tuvo porque nos pasamos el día contando historias de ella. Éramos pocos, pero había mucho cariño. Me queda pendiente hacer un funeral para ella y para mi hermana, algo que realmente sea un homenaje a ambas, dos personas tan alegres, tan coloridas y tan especiales. Probablemente, lo hagamos el verano próximo, será una gran fiesta en recuerdo de sus vidas.
—¿Has necesitado ayuda profesional después de pasar por tanto dolor?
—Soy una gran creyente en la ayuda profesional. Hay que cuidar la cabeza y los sentimientos tanto como el cuerpo. Tuve el calor de mi marido y mis hijos, pero fue muy duro. Por eso he estado en las manos de una gran profesional, que ha sido fundamental, porque un luto es muy parecido a una depresión y te puede llevar a una depresión. No falto a mi cita semanal. Tengo la suerte de no estar medicada, pero tomo unos complejos vitamínicos diseñados para mantener mi serotonina alta, porque hay momentos mejores y peores.
—¿Cómo son tus hijos, Flavia y Fernando?
—Fernando domina todos los deportes y ama a los animales. Y Flavia es todo magia. Tiene muchas cosas de mi madre y mi hermana: su maquillaje, sus tacones, el ir siempre conjuntada… Me da rabia que mi madre y mi hermana se lo estén perdiendo, pero no quiero perdérmelo yo. Por eso te necesito, para centrarme en lo importante.
—En ello estamos…
—En ello estamos. Quiero disfrutar del ahora.
“Durante muchos años, la relación con mi madre pasó por altibajos, pero hoy me encantaría decirle: ‘Qué razón tenías’, porque tenía razón en todo”
—Tú misma te lo estás diciendo…
—Lo intento recordar todos los días.
—¿Te has sentido defraudada por alguien o decepcionada en estos dos últimos años?
—Sí, pero no por ti. En los momentos buenos está todo el mundo, pero en los malos, no. Ahora valoro más a los que están a mi lado.
—¿Qué le pides a la vida?
—Salud para mi familia, para mi padre, para ti, para mis hijos. Pido un respiro… No pido mucho, solo un respiro.
—Seguro que lo tienes…
—Y aunque no lo tenga, con tu apoyo saldremos adelante.
—Somos un equipo.
—Somos un equipo.