Aunque esta pandemia ha terminado pasando factura a numerosas parejas, como le han ocurrido a Amelia Bono y Alejandro Martos, el matrimonio de Boris Izaguirre ha salido fortalecido de estos meses tan complicados. Y es que el comunicador venezolano se siente todavía más unido al interiorista gallego Rubén Nogueira, a quien conoció en Santiago de Compostela en 1992 y con el que acaba de celebrar una fecha muy especial: quince años de su boda sorpresa en Barcelona –sólo asistieron cuatro personas, entre los que se encontraba la periodista Gemma Niega–. Boris ha hablado de su marido a ¡HOLA! en la presentación del libro Algunos le llaman magia, de Miguel Sierralta, además de recordar a Mila Ximénez, con la que coincidió en Crónicas marcianas, allá por el año 2004.
-¿Cómo estás viviendo esta vuelta a la vida social, tras estos meses de pandemia?
-¡Estoy fascinado! He visto el photocall... Pensé que estaba en el museo de Ciencias Naturales, viendo una reliquia del pasado. Pero a mí no me gusta volver al pasado, aunque no creo que vayamos a volver a la normalidad. Eso quedó completamente atrás y lo que vivimos ahora es lo que vivimos ahora. Me parece muy bien ver el photocall, que implica un montón de puestos de trabajo y parece que todo vuelve a reactivarse. Eso es lo que me gusta celebrar.
-¿Cómo has pasado la pandemia?
-Enamorado de mi marido. Me he vuelto a enamorar.
-¿Más que nunca?
-Sí. Más que nunca. De hecho, creo que me voy a ir pronto de la fiesta para estar con él. Hemos estado muy unidos en esta situación y espero que muchas parejas también.
-La mayoría ha pasado momentos complicados.
-Una vez más, me parece genial no pertenecer a la mayoría (ríe).
-¿Qué has aprendido de estos meses de pandemia?
-Paciencia.
-¿Con tu marido o en general?
-En general. Y respeto a la naturaleza. En mi opinión, es la clave de todo. En el momento que paramos, la naturaleza consiguió encontrar su importancia y su sitio. Nos llevaba dando toques, hasta que no le quedó más remedio que decir: “Os vais a encerrar”.
-¿Qué planes tienes para el verano?
-Pocos, porque tengo la impresión de que podría haber una cuarta temporada de Lazos de sangre. Para mí, sería la tercera. Estoy muy entusiasmado, aunque todavía estoy a la espera de que me llamen y me digan.
-¿Contento por quedarte un año más sin verano?
-Ya llevo dos años así. Más o menos, lo he ido entendiendo. En ese sentido, soy muy americano.
-¿Pragmático?
-Exacto. Por ejemplo, no creo en la jubilación. Lo voy diciendo desde ya. Puedo creer en retirarme.
-Pero todavía eres joven.
-Me quedan unos cuantos años para la jubilación, pero, cuando me lleguen esos años, me veo trabajando.
-¿Eres como María Teresa Campos, en ese sentido?
-Pues sí. Me parece un ejemplo que yo lo aceptaría con orgullo. Mientras uno tenga capacidad de trabajar, tienes que seguir trabajando y seguir produciendo.
-¿Tienes algún otro proyecto en marcha?
-Sí, pero no puedo hablar de ellos (ríe). Estoy escribiendo mucho y estoy haciendo una colaboración divina con un músico extraordinario de este país que es Lucas Vidal. Desde luego, estoy teniendo una recuperada relación con la televisión. Durante muchos años, me parece que abusé de confianza de la televisión.
-¿Por qué dices eso?
-Me parece que me lo tomaba... Como que era algo fantástico. Y me he dado cuenta de que es una industria que siempre me ha tendido la mano, todos los años de mi vida. He trabajando siempre en la televisión y ahora, por fin, estoy intentando devolverle lo mucho que me ha dado.
-En todos estos años en la televisión, trabajaste con Mila Ximénez.
-Sí, en Crónicas marcianas.
-¿Cómo has vivido su pérdida?
-Con mucha tristeza. Pero también ella se lo planteó como una lucha... Bueno, todas las personas, cuando se enfrentan al cáncer, como le ocurrió a mi madre, viven un momento de coraje. Realmente, creo que fue una mujer de gran coraje. Sin duda.
-¿Qué recuerdos guardas con ella en Crónicas marcianas?
-No siempre coincidíamos, pero las veces que estuvimos juntos fueron muy, muy, muy divertidos. Creo que eso es lo que la gente no ha terminado de manifestar. Su sentido del humor era inmenso. Distinto, como todos los buenos sentidos del humor, pero nunca lo abandonaba. En las situaciones más tremendas y los problemas más graves, siempre conseguía que el humor viniera a rescatarla. Así es como yo la recuerdo. Si tuviera que pensar en un gran don en la vida, aparte de la inteligencia, es el sentido del humor, que, en mi opinión, siempre es la mejor demostración de inteligencia con la que contamos.