Fui Ana War y ahora soy más Ana Guerra. Quizá sí”, reflexiona. Han pasado casi cuatro años desde su salida de Operación triunfo y, a sus veintisiete, se nota que ha aprendido —y mucho— en un camino donde no todo han sido luces y aplausos, también ha habido sombras. Este último año, en el que confiesa haberlo pasado muy mal durante el confinamiento, le ha servido para recolocar prioridades, conocerse mejor y renacer. Como mujer y como artista. Con la verdad por delante y, ahora, con las ideas muy claras. De ese cóctel de emociones, sentimientos y descubrimiento personal nacen una nueva Ana Guerra y su single Tik Tak , donde se muestra a corazón abierto y sin tapujos y que es un adelanto de su nuevo disco, personal y verdadero, que saldrá en otoño.
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—¿Qué significa Tik Tak para ti? Porque es más que una canción.
—Muchas cosas. He dado un salto al vacío, es como una nueva era. Significa haberme encontrado a mí misma, a mi verdad, y haber sido valiente. Soy una persona muy hermética y, sin embargo, voy a contarle mi vida al mundo, la verdad. A este punto hubiera llegado antes o después, pero se ha acelerado por el confinamiento.
—Ahora has encontrado la identidad musical que necesitabas, quieres decir.
—Sí, y todo esto que he vivido lo considero un regalo. Muchas veces, durante los tres y años y medio que han pasado desde que salí de la Academia, me he preguntado cuál era mi identidad. Cuando saqué el primer disco, Reflexión, muchos periodistas me preguntaban que cómo lo catalogaba, pero yo tenía que encontrarme y probar porque no había compuesto nunca antes y, al mismo tiempo, sentía mucha presión y eso también me presionaba. Veía que muchos de mis compañeros tenían un sonido muy definido, también durante su paso por el programa y yo fui un poco más la concursante 360… Así que esto para mí ha sido como… ya está.
—¿Esta etapa es un nuevo despertar, un nuevo renacer?
—Sí. Ahora lo veo tan obvio que ahora me pregunto como no lo vi antes. Pero está claro que cada uno tiene su proceso. Ahora tengo clarísimo que estoy donde quiero estar y me siento muy cómoda. Y luego cuando encuentras tu camino, la vida te da señales y te ofrece cosas estupendas como para decirte: ‘Por ahí vas bien’. Estoy mucho más feliz que antes.
—Pero imagino que no reniegas del pasado tampoco, uno es fundamentalmente lo que ha vivido…
—Por supuesto, y estoy muy orgullosa de lo que he vivido, además.
—¿Dirías que has estado en guerra contigo misma?
—Sí, porque, aunque la búsqueda ha sido preciosa y he vivido cosas maravillosas, siempre he sabido que me faltaba algo, ¿sabes? Iba todo muy rápido y, al final, lo único que había que hacer era parar. Y nos paró el mundo.
—¿Lo pasaste mal en el confinamiento?
—Sí. El confinamiento y el principio de la desescalada ha sido uno de los peores momentos de mi vida, que yo recuerde, y, al mismo tiempo, no lo cambio porque, si no, no estaría aquí haciendo ahora esto. Suena Tik Tak y pienso: ‘Lo conseguí’, porque era muy arriesgado.
—Arriesgado y valiente decirle a la compañía que no querías el disco que estaba listo. Dijiste ‘paren el mundo que yo me bajo’.
—Sí —ríe—. Y con el perdón por bandera. Para con la compañía iba: “Lo siento un montón”.
—No sería un momento fácil, desde luego.
—Si algo he aprendido en el confinamiento es a escucharme y a saber lo que quiero. Ante todo, me venía bien. Me considero una persona agradecida, me encanta la música y simplemente el hecho de vivir de ella ya era buenísimo. Te pongo un ejemplo: antes me ponía una camiseta blanca, después la misma en verde y me daba igual. No es solo en el aspecto musical. He vivido un proceso personal muy fuerte, he empezado a conocerme de verdad y a saber qué quiero, qué no quiero, qué me gusta, qué no y a decir que sí y que no. Lo he pasado muy mal porque ha sido muy difícil.
—Has sufrido, pero ¿has salido reforzada de esta crisis?
—Y, además, yo soy una persona muy reflexiva, todo me lo cuestiono, todo me lo pregunto y siempre quiero ser un poquito mejor, y el día que, quizá, hago algo que no debería haber hecho, llego a casa cuestionándome… Y la terapia… La enorme caja de Pandora que hemos abierto en terapia. Llevo dos años yendo y todo eso se ve y se vuelca en la música.
—¿Por qué crees que da tanto miedo o reparo decir que uno va a terapia?
—No lo entiendo. A mí la gente me agradece un montón que lo diga y me mandan muchos mensajes. Para mí, la terapia significa querer ser mejor conociéndote más a ti misma. Ser tu mejor versión y saber por qué eres así. Una vez que lo sabes, lo que quieras te lo quedas, y lo que no, lo cambias.
—En este proceso, ¿te costó pedir ayuda?
—No, me vino casi sin buscarlo. Ahora nos reímos mucho cuando recordamos las primeras sesiones porque la terapeuta me dice: “Me mirabas con cara de “yo no sé qué hago aquí”. Pero no eran prejuicios ni nada parecido, es que yo pensaba que estaba bien y que no lo necesitaba —ríe—. Era como que mi vida es guay, acabo de salir de Operación triunfo, tengo un montón de trabajo, vivo de la música… Me metí, quizá, para discernir el personaje de la persona. Creo que fue más eso y luego ya abrimos la caja de Pandora. Pero sí, al principio, un mes o dos aguanté por aguantar, convencida de que no lo necesitaba. No me había visto a mí misma y pensaba que todo estaba bien.
—Hace casi cuatro años que saliste de Operación triunfo. Pasaste prácticamente de cantar en la calle a estar en la cima, ¿en qué momento te perdiste?
—Me superó muchísimo la salida de la Academia. Recuerdo que estuve dos semanas sin salir de casa porque no entendía por qué la gente me daba cariño, por qué me conocía… y, sobre todo, yo no respondía como creía que debía responder al cariño de la gente porque me quedaba en shock. No tenía una reacción ni simpática ni antipática, era como nula. Luego comencé a conocer a no sé cuántas personas de la compañía discográfica... Imagina cuánta gente puede trabajar allí, no sabía quién hacía qué, iba como un pulpo en un garaje. Me refugiaba en mis compañeros porque todos estábamos viviendo la misma experiencia. Yo creo que ahí empecé a perderme porque, al final, la cantante tenía tanto trabajo que lo que quedaba de persona solamente dormía, se duchaba y poco más. Estaba zombi. Como no tenía tiempo para dedicarme a mí misma y todo el tiempo del mundo para dedicárselo a la artista, al final me perdí.
“Llevo en terapia dos años. He vivido un proceso personal muy fuerte y he empezado a conocerme de verdad y a saber qué quiero. Lo he pasado muy mal”
—¿Y ahora te has encontrado ya, Ana?
—Estoy en ese proceso aún, todavía me quedan muchas cosas por conocer y descubrir de mí. Buenas, no tan buenas, esa parte oscura de mí misma que tenía que conocer también, ¿no? Pero ahora sí estoy en el camino adecuado.
—¿En quién te has apoyado en los momentos más difíciles?
—Una de las cosas que me ha ayudado a estar mucho más centrada es que tengo a mi equipo mucho más definido, trabajamos desde hace tiempo y me conocen. Al principio, me quería encargar de todo, no delegaba nada porque no confiaba absolutamente en nadie. Ahora me siento mucho más segura. He delegado trabajo en personas en las que confío y considero que eso forma parte también del proceso. Voy mucho más relajada, puedo componer, puedo disfrutar, no estoy todo el día con el email. Yo no quería involucrar a mi familia en mi carrera profesional, conozco a compañeros que sí y les ha salido bien, pero tomé la decisión porque tengo mucho carácter –ríe-. Así que me vi sin una sola persona de confianza. Pero sí claro, el apoyo viene de la familia y de los amigos de toda la vida.
—Parece que has roto contigo misma.
—Nunca lo había visto así, pero casi no rompí conmigo misma porque no sabía dónde estaba. Rompí con el personaje. Ese sí sabía dónde estaba y dije: “No puede ser, tenemos que separarnos porque sentimos de forma diferente”. Y cuando tomas las decisiones adecuadas, que así lo definimos en la terapia, es como si la persona y el personaje se hubieran agarrado de la mano y se hubieran subido las dos a cantar encima del escenario. El personaje contando las historias de la persona. Y esa fusión ha sido la más bonita de todas y la que más miedo da.
—Desde el momento en el que estás, ¿cómo miras hacia delante?
—Habrá gente que se vaya porque me tenía definida de otra manera musicalmente, otra que vuelva y otra que viva todo el proceso desde el principio conmigo, pero no quiero tener prisa. Tengo un disco hecho, un privilegio, porque no tengo que ir corriendo. Voy a disfrutar, voy a contar la verdad, que es como mejor se llega a cualquier sitio, pero lo estoy saboreando todo mucho más que antes porque voy más tranquila.
—Tik Tak…, un reloj, ¿sientes que has vivido todo muy deprisa?
—Todo el rato. ¿Y sabes cuándo fui consciente? Cuando empezamos a contar anécdotas de la gira o de las promociones que hacíamos y no me acordaba de nada.
—¿La fama te superó en un momento dado?
—No creo que fuera la fama, sino la impaciencia. De repente entré en una ola musical, imagínate lo duro que es sacar canciones cada mes, estar pendiente de números, de cifras, ser la creativa de mis vídeos, liderar todo el rato un proyecto, yo, yo y yo... Ahora es diferente, entre que he delegado y que ya estoy donde tengo que estar...
—¿Siempre has sido tan exigente contigo misma?
—Siempre. Desde niña fui muy competitiva conmigo misma, siempre me quería superar. Pero ahora estoy trabajando una cosa muy bonita que es la imperfección. El otro día , por ejemplo, estaba viendo un vídeo con Emilio Aragón y me veía unos granitos en la cara y decía “no, a ver si con las mascarillas no tenemos todos granos en la cara, es natural”. Pues eso, estoy trabajando mucho la imperfección para evitar la exigencia estúpida. Hay otra que te hace ser mejor y en su justa medida es buena pero la que sobra, sobra.
-—Si les preguntara a tus amigo cómo eres ¿qué crees que me dirían?
—Creo que te dirían que soy soñadora, que vivo en mi mundo y en una nube. Mi vida es como si fuera una película para mis amigos (ríe). Que soy trabajadora, cabezota y que a veces cuando me enfado entro en un bucle del que me cuesta salir. Creo que más o menos te dirían eso.
—Desde la madurez de estos años y de lo que has vivido, ¿cómo ves tu paso por Operación triunfo?
—Llevo con la cabeza bien alta la etiqueta de ‘triunfita’. También soy muy sincera y te digo que entré en la Academia por las clases, porque no tenía dinero para pagarme una master class así. Y también un poco con la idea de que, como no había funcionado los últimos años, pues que me iba a pasar algo chiquitito —ríe—. Lo veo como algo superdivertido, como una especie de sueño también. Lo recuerdo como una etapa superfeliz de mi vida. A veces muy cerca de mí y otras veces supe lejos. Por ejemplo, no puedo ver vídeos... Si lo hiciera estaría pensando que todo lo que tengo es peor que aquel momento de mi vida porque fue como volver a ser niños, inconscientes del mundo exterior, sin nada que te diera miedo o pena, más allá de los compañeros y de la exigencia del programa. Era como volver a ser una niña.
“Desde niña fui muy competitiva conmigo misma, siempre me quería superar. Pero ahora estoy trabajando una cosa muy bonita que es la imperfección”
—¿Hay chat de OT 17?
—Tenemos chat de OT17, ¡claro que sí!
—Vuestro boom fue parecido al de la primera edición, hacía varios años que no se emitía, los anteriores habían funcionado peor...
—Fuimos también la primera generación de OT con redes sociales. La gente quería seguir sabiendo de tu vida de la misma manera que habían sabido durante tres meses y medio y hubo que decir: “no puedo estar todo el día con el móvil en la mano grabándome stories, tengo que vivir y trabajar. Yo creo que ahí hubo un punto de inflexión entre el mundo fan de OT y nosotros que dijimos, ahora es otra cosa, no pudo poner cámaras en mi casa y hacer otro veinticuatro horas.
—Hablando de las redes, donde tienes más de seiscientos mil seguidores, has hecho borrón y cuenta nueva en Instagram.
—Sí, porque al final el cambio lo llevo a todo, incluso físicamente. Por ejemplo, fui al Coca Cola Music Experience con una especie de mono de látex blanco como si fuese un bañador, y yo ahí ya no me veo. Me veo tocando el piano pero no me veo tocando el piano en bañador. Así que para hacer el cambio algo más notorio, como además abríamos también nueva imagen, decidimos eliminar todo, pero con todo el cariño, el amor y el agradecimiento a lo que hoy me hace estar aquí.
—El talento para la música salta a la vista, pero, ¿alguno que tengas oculto?
—Me gusta mucho bailar, estuve muchos años compitiendo en salto de caballo e hice gimnasia rítmica trece años de mi vida también.
—¿Dejaste la competición hípica?
—Sí, no me encantaba el mundillo. Yo respiraba otra energía diferente. El verano del confinamiento se murió mi yegua, se llamaba Corchea, la tengo aquí tatuada (detrás de la oreja), me dio mucha pena, pero le dimos una vida fantástica de paseos. A mí lo que me gusta es irme al monte y perdernos tres o cuatro caballos por ahí, hacer un picnic. Cuando murió, una amiga mía fundió dos de sus herraduras y me hizo una corchea.
—Llevas tatuado en el antebrazo ‘Querer es poder’.
—Lo tengo tatuado con mi padre, le llevé engañado y nos tatuamos un 5 de enero en Madrid. En mi familia hemos crecido un poco con ese lema.
—¿Has dejado atrás todo lo malo?
—Todavía no, lo sigo trabajando. De todas formas creo que nunca dejamos del todo lo malo detrás. La vida es una balanza y te da una cal y otra de arena. No siempre va bien o siempre va mal. O como se dice, Dios aprieta pero no ahoga.
—Eres una persona que guarda mucho su intimidad, hace unos meses, por ejemplo, surgieron rumores de una supuesta relación con Dani Rovira… ¿Cómo afrontas y como has aprendido a gestionar generar interés?
—Al principio huía hasta el punto de ver un paparazzi y paraba un taxi. Me daba hasta miedo porque no lo entendía. Entré en un bucle muy raro. Si se filtraba algo pensaba quién ha sido… Así no se puede vivir. Hoy en día pongo la mano en el fuego por todo mi entorno porque además yo lo cuento todo –ríe-. No se puede dejar de vivir por esto, yo dejé de hacerlo, es decir, yo me escondí. Hasta que un día dije: ‘pero si no estoy matando ni robando a nadie’… E incluso me di cuenta que quienes me hacían alguna pregunta con la cámara lo pasaban peor que yo. Hoy en día entiendo que forma parte del trabajo. Al final es experiencia.
Yo sigo sin hablar de mi vida privada porque tampoco creo que sea tan interesante, la verdad. Soy cantante y lo que quiero es cantar. Si es el precio a pagar de la fama, lo pago, pero permítanme vivirlo, permítanme ponerme nerviosa, permítanme huir y ahora permítanme poder encararme a esto de otra manera.
—En esta ocasión de la que hablamos no huiste. Saliste al paso a desmentir y asegurar que solo sois amigos.
—Sí, la primera vez que he hecho una declaración. Tenía dos opciones. O irme a mi casa mientras estaba cayendo la mundial, ser perseguida dos semanas más y sentirme incómoda. O aclarar para poder seguir con mi vida.
—¿Le das importancia al amor en tu vida?
—Para mí es primordial en la vida, sin amor no se va a ningún lado. Me muevo y escribo por el amor. Me despierto con amor todos los días y hoy estoy aquí con todo el amor y sinceridad que tengo. Somos dueños del amor que queremos vivir, del tipo de amor que queremos dar y de lo que queremos querer a los demás.
—¿Crees en los flechazos?
—Sí, creo en los flechazos, es verdad que luego hay un después, pero si llamemos flechazo a esa energía… de eso que vas caminando por la calle y de repente te encuentras con una persona, la miras y sientes un magnetismo que te impacta. Eso es maravilloso pero hay que ir mirando por la vida para verlo.
—¿Qué le pides Ana a una pareja?
—Sinceridad, verdad. A mí ya, este mundo en el que empiezas a conocer a alguien y parece que tienen que pasar seis meses hasta que comienzas a conocer a la persona, eso me cansa. Tampoco digo que vengas con todas las cartas sobre la mesa, entiendo que hay que ir poquito a poco, pero que no haya una apariencia que luego no sea una realidad, porque para eso ya tenemos Instagram El tiempo es muy valiosos y el amor más aún.
“Para mí el amor es primordial en la vida, sin amor no se va a ningún lado. Me muevo y escribo por el amor”
—¿En este momento dirías que has aprendido a querer mejor?
—Sin duda, estoy mucho más preparada ahora para querer mejor de lo que quería, mucho mejor.
—¿Alguna situación en la que hayas dicho tierra trágame?
—Soy poco vergonzosa. Me acuerdo una vez, antes de Operación Triunfo, tenía un concierto con un grupo de boleros que se llamaba Enamorarte. Eran un montón de hombres y yo. Y me iba a ver al teatro el chico que me gustaba. Yo llevaba un vestido preciosos rojo, de gasa, largo, todo muy romántico. Y entré en el escenario con la boca –ríe- porque me tropecé con un cable. Y dije genial, ahora ya me conoces, así soy yo (ríe).
—¿Qué música escuchas en casa, cuál es tu playlist?
—Luis Miguel, Juan Luis Guerra, Pablo López, Vanesa Martín, Manuel Carrasco. Y salsa toda la que quieras. Escucho también mucho a Mecano, las playlist que te hace Spotify de música de los setenta, de los ochenta, de los noventa de música en español, que es la que me gusta sobre todo.
—En casa compones al piano ¿qué dicen tus vecinos?
—Bueno, lo llevan como pueden –ríe-. Evidentemente estoy muy pendiente de las horas. Ahora me acabo de comprar un Yamaha, un piano de pared de estos negros grandes porque me gusta lo analógico. Sientes de otra manera, vibra de otra manera el piano y te metes mucho más en la onda. La verdad es que el presidente de la comunidad, que es mi vecino puerta con puerta, dice que él ni se entera, que no me escucha.
—¿Cómo llegó Dumbo a tu vida?
—Unos amigos que habían tenido una camada de Cavalier y mi amigo Sandro fue el culpable de que Dumbo llegara. Yo estaba viviendo un momento personal muy complicado y me costaba hasta salir a la calle. Y claro, al final, fue una responsabilidad, ya no lo tenía que hacer por mí, lo tenía que hacer por él. Y ya lleva más de un año conmigo.
—Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.
—Justo. Y no lo cambio por nada. He aprendido del amor más desinteresado que hay, de la felicidad de las pequeñas cosas y de no adelantar nunca nada. Tú te pones nerviosa porque vas al médico, pero el perro no sabe que va al veterinario y está feliz.
—Lo tienes adiestrado además.
Claro, y además Cristina, su adiestradora, me ayuda mucho cuando tengo mucho trabajo. Porque el perro tiene que tener siempre sus salidas, sus comidas controladas, tiene que seguir aprendiendo. Al principio me lo llevaba a todos lados pero al final me veía más pendiente de si el perro había comido, si había salido, si estaba bien, que yo intentar expresar lo que quería para una canción.
“Dumbo (su perro) es un encanto, aunque no logramos que deje de ladrar con el timbre”
—¿Qué tal es, se porta bien?
—Es un encanto, aunque no logramos que deje de ladrar con el timbre. Pero es muy mono, duerme toda la noche en su camita a mi lado, es super respetuoso. Si estoy triste lo siente, pero como yo empiece a llorar tengo que cogerle y decirle: “Para de chuparme por favor”. (ríe)
—¿Qué aficiones tienes, qué te gusta hacer cuando no estás con la agenda repleta?
—Pues más allá del deporte, que me gusta también, me he comprado ahora unos lienzos que vienen numerados. Me cuesta mucho estar conmigo misma tranquila, porque al final estamos todo el rato rodeados de estímulos, si no es con el móvil, es con la tele sino, escuchando música, tocando el piano…Y aunque pintar es una acción, es una acción silenciosa, así puedo estar un poco conmigo misma.
—Tú haces mucho deporte, te cuidas mucho.
—Tampoco tanto, hago deporte cuando puedo. Se que me tengo que cuidar más. Es verdad que me he estado preparando un reto de cheerleading para El Desafío , un programa al que he ido como invitada y para mí ha sido un soplo de aire fresco porque he hecho algo diferente a lo musical y me han dado la vida. Me han tirado a dos metros y medio de altura, he hecho mortales…me he divertido y he visto la necesidad de tener hobbies más allá de la música, que los tenía pero los perdí.
—¿Sigues soñando con vestirte de blanco, de novia, con un vestido de escote en forma de corazón y falda princesa?
—(Ríe) Sí, me encantaría en algún momento de mi vida. Es verdad que al final, te vistes porque también he hecho cosas con Pronovias, pero sí, sigo soñando con un momento así en mi vida. Quizás para permitirle a esa niña cumplir ese sueño.