Habla en pasado de la enfermedad, y no hay mejor síntoma para evidenciar que la suya es una historia de lucha y superación. Eso sí, con momentos duros, que los ha habido. A la tenista Carla Suárez, nacida en Las Palmas de Gran Canaria, el 3 de septiembre de 1988, le comunicaron que padecía un linfoma de Hodgkin, en septiembre del año pasado, y no solo no se hundió, sino que se dio cuenta de que aún le quedaba mucho por sentir, por disfrutar y por hacer. De ahí que, con más fuerzas y ganas que nunca en su batalla contra el cáncer, haya vuelto a las pistas para decir adiós a una trayectoria espectacular en el tenis (fue número seis del mundo, en 2016) como ella siempre había soñado y no antes de tiempo a causa de la pandemia o de la enfermedad.
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—Lo primero y más importante, a día de hoy, ¿cómo te encuentras física y anímicamente?
—Hoy, gracias a Dios, estoy bastante bien. Me encuentro cada día mejor físicamente y, anímicamente, estoy feliz. Me ha venido muy bien poder jugar de nuevo.
—¿Por qué era tan importante para ti volver a las pistas?
—Yo había anunciado que el dos mil veinte iba a ser mi último año como tenista profesional, pero lo que no quería era marcharme por la puerta de atrás por culpa de la pandemia y la enfermedad. Quiero despedirme de la familia del tenis y de mis seguidores como Dios manda.
—En mayo volviste a Roland Garros, ¿cómo fue la sensación de disputar de nuevo un torneo, aunque cayeras en primera ronda?
—Vivir otra vez la sensación y el ritmo de competición fue muy especial. El único pero es que no conseguí ganar, aunque anduve muy cerquita de conseguirlo.
—Una curiosidad, ¿encajas mejor las derrotas ahora que antes?
—Ja, ja, ja... Nunca he sido una mala perdedora, pero confieso que me costó asimilar esa derrota más que algunas de años anteriores.
—Tu próximo objetivo es jugar Wimbledon y luego llegar a los Juegos Olímpicos. ¿Te ves con posibilidades de estar en Tokio?
—Sí, sí, sí. Las listas ya están saliendo a la luz y podemos hacer los cálculos. Según los míos, estaría clasificada. Me haría mucha ilusión porque es un objetivo que he tenido en mente casi a diario durante el tratamiento. Eso me ha valido para estar activa e ilusionada.
—A lo largo de estos meses, has recibido numerosas muestras de cariño y compañeros tuyos, como Rafa Nadal, Garbiñe Muguruza, Roberto Bautista y Conchita Martínez, han estado a tu lado de manera inquebrantable. ¿Has sentido el cariño de todos elevado a la enésima potencia en este tiempo?
—Cuando salió a la luz mi enfermedad, mis compañeros se pusieron enseguida en contacto conmigo y me mandaron mucho ánimo y mucha fuerza. Para mí fue un plus de fuerza, energía y positividad.
—Querías poner fin a tus trece temporadas en el circuito profesional en el dos mil veinte, pero, como decías, la pandemia y la enfermedad cambiaron todo. ¿Has retomado con más ganas esa despedida dentro de las pistas?
—No sé si con más ganas, pero con más ilusión seguro que sí. Como sé que es mi último año, vivo todo más intensamente y busco que los momentos sean buenos para irme con buen sabor de boca.
—¿Cómo imaginas tu último partido y con quién te gustaría jugarlo?
—La verdad es que no me he imaginado cómo será, pero me gustaría que fuese con alguna jugadora que lleve muchos años en el circuito, como yo; alguna ex número uno, o alguna campeona de Grand Slam.
—¿Qué pauta de entrenamiento estás siguiendo ahora?
—Entreno el tenis por la mañana, normalmente, dos horitas o lo que físicamente pueda, porque suelo aguantar más a principios de semana que a finales. Y por la tarde suelo hacer una hora, más o menos, de gimnasio. El resto del día lo dedico a descansar porque mi cuerpo se recupera un poquito más lento y nota la carga de entrenamientos.
—¿Y médicamente?
—Tengo mi primera revisión a mediados de julio y ojalá que el cuerpo siga reaccionando bien.
—¿Qué pasó por tu cabeza cuando te dijeron que habías superado el linfoma?
—Una sensación de alivio. Empecé con ocho sesiones de quimioterapia, a las que les siguieron diecisiete de radioterapia, así que fue como un proceso en el que iba viendo el final. El último día de radio fue como el último día de cole, al que vas con muchas ganas sabiendo que empiezas las vacaciones.
—En todo este proceso, ¿te has sorprendido a ti misma por tu fortaleza?
—No. Creo que a mí se me hizo más fácil todo porque, desde el primer momento, supe que iba a salir bien. Además, los médicos me transmitieron mucha confianza y esperanza.
—¿No has sentido miedo alguna vez?
—¡No, no! En ningún momento. Desde el principio, me dijeron que el linfoma era muy curable y me agarré a eso.
—¿Alguna vez se te pasó por la cabeza la frase de “por qué a mí”?
—No, porque es algo que le puede pasar a cualquiera y que, por desgracia, va a seguir pasando.
—¿Qué le dirías a quienes están en tu misma situación?
—Que mantengan la fe, el optimismo y la esperanza y que luchen. Hay días en los que parece que no te quedan fuerzas, pero sacar más fuerzas de la flaqueza siempre merece la pena. También que intenten mantenerse activos y que se dejen querer y cuidar.
—Tú, al principio, te apoyaste en tu hermano, José.
—Cuando me comunicaron la enfermedad, mi familia se encontraba en Las Palmas y pensé que contárselo a mis padres por teléfono no sería muy agradable. No sabía cómo podrían reaccionar. Finalmente, decidí decírselo a mi hermano para que se lo contase a ellos cara a cara.
—Cuando uno recibe noticias que hacen tambalear sus cimientos se aferra a sus pasiones, ¿cuáles son las tuyas?
—Yo he aprovechado para descansar, para nadar, leer, jugar al ajedrez y compartir tiempo con mi madre y con los míos.
—¿Y qué harás el día después de tu último partido?
—Me gustaría volver a mi tierra para estar con la familia y los amigos y también intentar hacer algún voluntariado para después poner en marcha alguno de los proyectos que tengo en mente.