“No crecí rodeado de privilegios. Crecí en un barrio complicado de Los Ángeles y mi madre me llevaba tres horas cada día a una escuela diferente para asegurarse de que, efectivamente, tuviera oportunidades diferentes. Para ella, que hoy es su cumpleaños”. Con estas palabras Leonardo DiCaprio agradecía uno de los numerosos premios que recibió en 2016 por El Renacido, la película que le llevó por fin al Oscar después de varias nominaciones. Y en ese camino, desde los primeros pasos del jovencísimo Leo hasta la cumbre en la interpretación, siempre ha estado a su lado su madre, Irmelin Indenbirken, la mujer más importante en la vida del actor (también lo era su oma –abuela– Helene, fallecida en 2008) y a quien llama cariñosamente “mamarazzi” por su afán de sacarle fotos a todas horas.
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Los hemos visto en los eventos de la fundación del intérprete, en sus conferencias contra el cambio climático, en entregas de premios, en alfombras rojas... No ha sido tan habitual verlo con su padre, George, pero pero el protagonista de El lobo de Wall Street también mantiene una buenísima relación con él.
DeGeorge DiCaprio poco se sabe más allá de que es un dibujante, escritor y distribuidor de cómic underground y que conoció a Irmelin en su paso por la universidad. Se conoce, eso sí, de su pasión por el arte y que decidió llamar a su hijoLeonardo, como el pintor renacentista, porque su madre estaba contemplando un cuadro de Da Vinci cuando sintió por primera vez una patada del pequeño.
A sus 77 años, ha producido varios documentales en la línea del activismo ambiental en los que ha contado con la participación de Leo, en cuya carrera también ha estado presente desde los inicios: lo apoyó en todo momento, practicaba los guiones con él y lo acompañaba a las audiciones. El actor ha definido a su padre como un “auténtico bohemio”. “El primer recuerdo que tengo con mi padre es que me llevó a un concierto hippie”, contó en una entrevista en Rolling Stone. En muchas otras, ha reconocido que gracias a él conoció a personajes como Charles Bukowski en sus últimos años de vida o lo puso en contacto con un universo alternativo. Eso le ayudaría, en años sucesivos, a interpretar a escritores como Jim Carroll o Arthur Rimbaud.
Siendo uno de los intérpretes más reconocidos y mejor pagados de mundo, Leonardo DiCaprio nunca ha escatimado regalos a su familia y siempre ha estado ahí cuando le han necesitado. Inversor en arte (por consejo de su padre) y de bienes raíces, ha sido propietario de varias residencias. Ahora acaba de comprar la última, un regalo para Irmelin, por siete millones de dólares. Se trata de una mansión de estilo colonial español en Los Feliz que pertenecía a la estrella de Modern Family Jesse Tyler Ferguson y su marido, Justin Mikita.
La casa, de 1928, tiene cuatro dormitorios, cinco baños, biblioteca, sala de estar con chimenea de piedra, comedor, cocina de chef personalizada, sala multimedia, piscina, spa y una plataforma de observación con vistas a la ciudad, incluido el Observatorio del Parque Griffith.
En 2018, el actor pagó 4.9 millones de dólares por una mansión de 1926 también en la misma zona, ubicada a dos millas de distancia de esta. Pertenecía al músico Moby y DiCaprio la adquirió entonces para su padre, la mujer de este, Peggy Ann Farrar, con quien está casado desde 1995, y su sobrina Normandie, que vive con sus abuelos. Normandie, de trece años, es hija de Adam Farrar, el hermanastro mayor de Leo, quien le precedió en el mundo de la interpretación. El actor de Titanic comenzó siguiendo sus pasos en anuncios y campañas publicitarias, pero finalmente fue él quien alcanzó el éxito. Al parecer hace tiempo que no se tratan, un distanciamiento que estaría causado por los continuos problemas de Adam con la justicia en los últimos años.