Joan Punyet Miró, de 53 años, es la cabeza visible de la Sucessió Miró, la entidad creada por los herederos del pintor Joan Miró, que gestiona sus fundaciones y los derechos de sus obras. Licenciado en Historia del Arte, este mallorquín de hipnótica personalidad dedica todo su tiempo a proteger y difundir el legado de su abuelo, el gran genio de la pintura española del siglo XX junto a Picasso y Dalí. Pero, en sus ratos libres, este hombre con apariencia de rockero hippie también pinta y canta. De hecho, tiene dos bandas de música. La primera, The Mad Recyclers, se dedica a alarmar sobre el cambio climático.
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La segunda surgió en 2020, durante los primeros meses de la pandemia, y lleva el nombre de Pullman, unos edificios de Palma (Mallorca) que se construyeron en los años setenta como viviendas de lujo y han terminado siendo residencia de personas en riesgo de exclusión social. Fue así, junto a algunos de los vecinos de este lugar, cercano a Son Abrines, la finca en la que residía Joan Miró y donde ahora lo hace su nieto junto a su familia, cómo Joan Punyet Miró fundó su segunda banda. Este sábado 12 de junio a las 21 horas se celebra el primero de sus conciertos en Ses Voltes, espacio cultural ubicado en la antigua muralla de Palma. Todo lo recaudado irá a fines sociales. El nieto de Miró ha llegado a la música para quedarse. ¡No se lo pierdan!
“Joan Punyet Miró dedica todo su tiempo a proteger y difundir el legado de su abuelo, el gran genio de la pintura española del siglo XX junto a Picasso y Dalí”
—Este sábado por la noche celebra el concierto de su nueva banda, Pullman. ¿Cómo se prepara para este reto?
—Estoy muy emocionado. Hace unos meses, dimos un pequeño concierto en streaming, pero este es a lo grande. Llevamos ensayando, preparando y corrigiendo durante un año y medio. Montar una banda de rock, escribir 16 canciones, ponerle música a los poemas de los que vienen las canciones y encontrar sentido a lo que quiero contar en el escenario ha sido agotador.
—¿Qué es lo quiere contar en el escenario?
— Me gustaría resetear el espíritu, cambiar las pilas y adentrarme en el problema del coronavirus y la población post coronavirus. Hoy en día, existe un 45 por ciento de desempleo juvenil, eso implica, volver al campo, luchar contra la globalización, apostar por lo local… Este problema acaba de empezar. Si unimos el coronavirus y el cambio climático a la economía actual obtenemos una tormenta perfecta que sacude los pilares de nuestra sociedad a todos los niveles.
—O sea, su banda es muy reivindicativa. ¿Son suyas todas las letras?
—Sí, todas. Cuando intentas hacer algo cultural, es para hacerlo a la vez con un profundo significado social, ético y moral. Me explico, el arte por arte no me interesa. He hecho este esfuerzo para comunicar algo sino no tendría sentido. Mis letras hablan de la pandemia global, de la lucha contra la globalización y, por ejemplo, de legalización de la marihuana. España está en bancarrota. Si se legalizara para uso terapéutico, ingresaríamos 3,5000 millones de euros anuales y las mafias no tendrían ese mercado negro del que nutrirse.
—Pullman, el nombre de la banda, tiene un por qué. ¿Cuál es?
—Durante el confinamiento, bajé al supermercado a por leche y pan cada día y allí me encontraba con unos vecinos músicos que viven en el llamado edificio Pullman, en Cala Major, al lado de mi casa. Es un edificio deprimido, muy débil y obsoleto que surgió en 1970 como producto de la especulación urbanística del tardofranquismo. Un lugar al que mi abuelo, Joan Miró, definió como “el demonio que surgió de la tierra”. Esos edificios se abandonaron y están en mal estado. Mis músicos viven ahí y ellos han sido los responsables de ponerle música a mis poemas.
—El concierto tiene fines solidarios. Todos los beneficios van a ir destinados al Banco de Alimentos de Mallorca, que preside Rafa Nadal.
—Efectivamente, todo lo recaudado irá allí. Desde el inicio de la pandemia, en Mallorca, la demanda de arroz, harina o lentejas se ha multiplicado un trescientos por cien. Es una situación dramática. Con respecto a Rafa, es mi héroe. Me interesa su humildad. Su abuelo era de un pueblo de Mallorca que sufrió una inundación y donó un millón de euros. Podría haber instalado su academia en Abu Dabi o en Nueva York y, sin embargo, optó por su Manacor natal.
—Es historiador del arte, coleccionista y cabeza visible de la Successió Miró, ¿por qué ha dado este giro como cantante?
—Es importante que personas como yo que tienen una línea artística enraizada a la cultura, también tengan la oportunidad de utilizar su imagen pública para transmitir que todos vamos de la mano, que todos vamos juntos frente a este desafío, sea cual sea tu profesión, tu familia o tu origen. Esta pandemia ha supuesto un duro golpe duro para nosotros.
“Es importante que personas como yo que tienen una línea artística enraizada a la cultura, también tengan la oportunidad de utilizar su imagen pública para transmitir que todos vamos de la mano, que todos vamos juntos frente a este desafío, sea cual sea tu profesión, tu familia o tu origen”
—¿Siempre le ha gustado cantar?
—Sí, tengo un hermano que canta, otro que es poeta. En mi familia siempre ha existido pasión por el canto, la guitarra y la poesía.
—¿Hubo un momento exacto en el que decidió convertirse en cantante?
—Fue hace cuatro años, tras publicar un libro en el que llevaba trabajando durante 20 años: Miró y la música. Me marcó mucho todo lo que aprendí y mi interés por este mundo viene derivada desde esa investigación. Mi abuelo dijo una vez que quería que la gente entendiera sus obras como un poema musicado por un pintor.
—Su abuelo fue uno de los grandes genios de la pintura de nuestro país y uno de los mayores exponentes del surrealismo, ¿de dónde le viene el alma de rockero?
—En 1974, justo cuando mi abuelo inauguraba una extraordinaria muestra en el Grand Palais de París, estábamos en su casa y mi hermano dijo: “¡Abuelo, corre, ven!”. Él se sentó en el sofá y mi hermano puso el concierto de Monterey (California) donde Jimmy Hendrix quemó su guitarra con gasolina. Mi abuelo, sorprendido por esa actitud, dijo: “Caramba, ese chico hace lo mismo que hago yo”. En 1973, quemó cinco enormes telas en Tarragona. Esa imagen se me quedó grabada para siempre. Por otro lado, el rock and roll es una manera de expresar tus sentimientos directa y a flor de piel. ¡Eso me fascina y me seduce! Soy amante de AC/DC, Guns N‘ Roses, Janis Joplin...
—Usted también pinta, ¿ha heredado el arte de su abuelo?
—Lo que hago es intentar hacer una pintura que nace del sentimiento, de la emoción. Si no fuese por eso sería incapaz de pintar. Eso sí, el soporte es material reciclado de la basura. ¡Me paso todo el tiempo en los basureros buscando material! Me gustaría vivir en un mundo donde no se genere basura y no hubiera contaminación.
—Aparte de la música y el arte, sus dos grandes aficiones, usted vuelca la mayor parte de su tiempo en su trabajo como representante del legado de su abuelo en la llamada Succesió Miró. ¿Cuáles son las mayores dificultades de esta labor?
—Una de las mayores dificultades que representa para mí es demostrar y explicar a las nuevas generaciones quién era Joan Miró, lo que hizo por España, por el mundo de la cultura general y contar la importancia de artistas como él para nuestro país. Mi abuelo ha sido el estandarte y representante de la marca España durante muchos años en todo el mundo. Su pintura tan alegre y tan jovial, llena de luz y de alegría, reflejaba el alma de nuestro país, que es acogedor y amable.
—¿Qué ventajas e inconvenientes tiene apellidarse Miró?
—Ventajas: es un apellido que brilla con luz propia en todo el mundo. Inconvenientes: es más difícil que se proyecte un mínimo interés a cualquier actividad individual ya que el apellido y la presencia de mi abuelo aglutina y concentra todo el interés y toda la atención.
—¿Qué es lo que conserva de su abuelo al margen de la fundación que más ilusión le hace mantener?
—Reservo para mí un dibujo maravilloso que me hizo para mi nacimiento y que decía: “Para Joan, mi querido nieto, deseando que pueda conseguir sus sueños durante toda su vida”. Carece de valor económico pero es de enorme valor sentimental.
—Usted suele lucir el enorme anillo que Alexander Calder, el escultor más famoso del siglo XX, le hizo a su abuela Pilar Juncosa, esposa de Joan Miró, en 1930…
—Lo guardé porque un día casi lo pierdo y me asusté. Tiene un enorme valor y no me puedo permitir eso. Calder y mi abuelo eran muy amigos. Yo tengo la suerte de serlo también de su nieto, que vive en Nueva York pero con el que hablo una vez al mes.
—Otra de sus amigas es Diana W. Picasso, nieta de Picasso. ¡Qué curioso que esté reeditando las amistades de su abuelo!
—Sí, soy muy amigo de Diana, del nieto de Matisse, del nieto de Marc Chagall, del nieto de Nicolas de Staël… Todos tenemos una enorme amistad porque afrontamos la problemática de la gestión de estos enormes patrimonios de una gran importancia mundial. Cuando hay algún problema nos llamamos.
—¿Hacen quedadas?
—Sí, claro.
—¿Y de qué hablan?
—De arte, de poesía, de literatura, de música, de pintura y de cómo seguir representando a nuestros abuelos, quienes cambiaron la historia del arte.
—¿Comparten un grupo de WhatsApp?
—Eso no, pero compartimos muchos enemigos. Hay muchos casos judiciales abiertos, con mucha gente en la cárcel. Todos sufrimos a los falsificadores que buscan estafar. Esto es un problema gravísimo que nos preocupa a todos. Por eso, seguir defendiendo los derechos de mi abuelo en mi caso, es un trabajo de alto riesgo.
“Soy muy amigo de Diana Picasso, nieta de Picasso, del nieto de Matisse, del nieto de Marc Chagall, del nieto de Nicolas de Staël… Todos tenemos una enorme amistad porque afrontamos la problemática de la gestión de estos enormes patrimonios de una gran importancia mundial”
—¿Cuál es el caso de falsificación de Miró que más le ha sorprendido?
—Uno que falsificó un cuadro perfecto. En el comité ético de París, todos votamos que era auténtico menos la directora. “Quietos, darle la vuelta al cuadro”. Mi abuelo siempre escribía su nombre y la fecha por detrás y no había nada. Por lo demás, ¡era una copia exacta!
—Sobre usted, lo que también sorprende es su evolución estilística. De un señor trajeado ha pasado a ser un rockero hippie. ¿Qué ha pasado?
—Intente no mostrar que había un rockero dentro de mí. Me preocupaba la imagen que el representante de Miró en el mundo, es decir yo, iba a proyectar. Hasta que decidí ser honesto conmigo mismo y demostrar que el rock and roll también tiene un poder ilimitado.
—Reside en Son Abrines, la finca en la que residía su abuelo y donde se encuentra su fundación, ¿cómo es vivir ahí?
—Es un lugar sacrosanto porque está al lado de su taller de pintura, de su fundación… Son muchos recuerdos de mi infancia como los paseos que dábamos por el jardín. Tenía una conexión maravillosa con él.
—¿Cuál es su último recuerdo de él?
—En Mallorca, en su casa, quería desaprender lo aprendido y liberarse para expresarse con libertad.
—¿Subastaría un cuadro de su abuelo si se viese en un aprieto económico?
—Sí, tengo que vender obras para poder pagar gastos derivados de la gestión de derechos y los abogados para luchar por la defensa de sus derechos.
—¿No se muere de pena?
—Sí, pero no queda otro remedio.
—Son Abrines, la finca de su abuelo y su actual residencia, está muy cerca de Marivent, ¿qué relación tiene con la Familia real?
—La relación es de máxima admiración, de máximo respeto. No podré agradecer lo que Don Juan Carlos hizo por España, por mi abuelo, cada veranos iba a verle a su casa… Don Felipe y doña Letizia están haciendo una labor loable para seguir con el legado de su padre.
—¿Qué tal son como vecinos?
—Muy agradables, muy simpáticos. ¡Me enternece que en verano viajen a Mallorca!
—Usted está casado y tiene dos hijos, ¿también son artistas?
—Les apasiona el arte, así que sí, hay herederos y la saga continúa.