El pasado sábado 5 de junio ha sido una nueva fecha que ha marcado sus vidas, un día lleno de emoción y sentimiento que han celebrado rodeados de sus seres queridos. María García de Jaime y Tomás Páramo regresaban, llenos de ilusión, ante la Virgen de la Paz, que se encuentra ahora en la parroquia de San Pedro Apóstol, de Alcobendas (Madrid), para bautizar a su segunda hija, Catalina de la Paz, nacida el pasado 7 de abril. Ante esta virgen, que los acompaña en cada paso, se convirtieron en marido y mujer, en septiembre de 2019, y Tomi, su hijo mayor, recibió las aguas bautismales, en 2016. Por eso, ha sido una jornada cargada de recuerdos y, echando la vista atrás, nos confiesan sentirse muy orgullosos por las metas que han logrado y por la bonita familia que han formado juntos. Con diecinueve años, los influencers se enfrentaron a un embarazo que no estaba en sus planes, pero apostaron por su amor e hicieron frente a todos los baches que encontraron en el camino… y así siguen, afrontando unidos cada reto que les pone la vida.
Acompañados por su familia y por sus grandes amigos, como María y Marta Pombo, Victoria de Marichalar, Jorge Bárcenas y la actriz Belén Écija, vivieron un día inolvidable en el que también festejaron las últimas buenas noticias sobre la salud de Catalina, que, desde que nació, ha padecido varios episodios de espasmos del llanto, pero, por suerte, los médicos han descartado que sean síntoma de alguna enfermedad grave.
La pequeña, que llevó un faldón muy especial para la familia y tuvo como padrinos de Bautismo a Eva, hermana de Tomás, y Álvaro Palazón, gran amigo de la pareja, se encuentra muy bien y estuvo muy tranquila disfrutando de su día, bajo la atenta mirada de su hermano mayor, que la cuida como a un tesoro. Hablamos con Tomás y María sobre cómo vivieron este inolvidable día.
“Me acordé muchísimo del día de nuestra boda y del bautizo de Tomi. Cuando estábamos vistiendo a Catalina, alucinaba por todo lo que hemos conseguido juntos”, confiesa María
—¿Cuál fue el momento más emotivo para vosotros?
María.—El Bautismo en sí, porque para nosotros era un momento muy importante y ya, por fin, podemos decir que Catalina está bautizada.
Tomás.—Fue una ceremonia muy íntima, el sacerdote es amigo nuestro y participamos mucho en ella, tanto Tomi como nosotros. Fue algo muy cercano, nos sentimos en casa. Al final, para nosotros es casi el sacramento más importante de todos y estábamos deseando, más en la situación que hemos tenido, poder bautizarla.
—Volvíais ante la Virgen de la Paz, testigo de los momentos más importantes de vuestra vida, pero no era la misma iglesia donde os casasteis, ¿no?
T.—La Virgen de la Paz está de marzo a diciembre en la ermita de Nuestra Señora de la Paz, que es donde nos casamos, y de diciembre a marzo, en la parroquia de San Pedro, porque ella es la patrona de Alcobendas. Lo que pasa es que, con la covid, lleva dos años en la parroquia.
—Supongo que os vendrían a la memoria recuerdos de vuestra boda. ¿Cómo os veis ahora, casi dos años después? ¿Os veis muy cambiados?
M.—Yo me estuve acordando muchísimo del día de la boda y del bautizo de Tomi. Cuando estábamos vistiendo a Catalina los dos en casa, lo pensaba y alucinaba por todo lo que hemos conseguido juntos y lo emocionante que era que fuéramos a bautizar a nuestra segunda hija ya.
T.—A mí me pasó mientras estábamos en la fiesta. Hubo un momento en el que, de repente, me quedé mirando a toda la gente que estaba con nosotros y me puse a pensar en cómo nos ha cambiado la vida. Tuve una sensación de orgullo por tener a mi lado a la gente que quiero, por poder celebrar con toda mi familia y las personas que forman parte de nuestro día a día y nos han acompañado siempre, con nuestros dos hijos, nosotros ya casados, una familia formada por nosotros… Aunque todavía nos queda mucho por delante, sentí como la recompensa del trabajo bien hecho, ese trabajo de constancia cuando, a veces, te cuesta ver con perspectiva que todo va a llegar. En ese momento me sentí orgulloso de lo que estoy consiguiendo y de la familia que estoy creando.
—¿Cómo se portó Catalina?
M.—Llegó llorando un poquito cuando llegamos a la iglesia, pero fue entrar y se portó increíble. Luego se quedó dormidita y sonreía muchísimo mientras dormía. El sacerdote se moría de la risa porque cada vez que decía su nombre ella sonreía y él decía: “Mira, nos está escuchando”.
T.—Nos agobiamos un poco, al principio, por si le daban los espasmos del llanto, en los que se queda privada, pero fue todo muy bien.
—María, estabas impresionante, ¿cómo te decidiste por ese look?
M.—Es de Inés Domecq, de su firma, The IQ Collection. Llevaba muchísimo tiempo enamorada de ese vestido y pensaba que era perfecto para este día, y encima, con ese nombre, ‘África’, un continente que ha sido muy importante en nuestra historia. Y el estampado... Creo que no me podía identificar más con ese vestido. La forma y las hombreras creo que me caracterizan un montón. Lo combiné con sandalias de Fígara.
—Y el faldón de Catalina, ¿de dónde viene?
T.—Tiene un gran valor sentimental porque es el que llevó mi abuela en su bautizo, luego lo llevé yo y también Tomi. Aparte de lo bonito que es, tiene ese cariño especial que le tenemos.
—Después de la ceremonia, ¿dónde fue la celebración?
T.—En el restaurante La Sal del Mentidero. Disfrutamos mucho el poder estar con toda nuestra gente en un mismo sitio después de tanto tiempo. Estábamos muy felices porque estaba absolutamente todo el mundo que hoy forma parte de nuestra vida, no había ningún compromiso. Gente que ha estado tanto en lo bueno como en lo malo.
Buenas noticias sobre la salud de Catalina
—Habéis recibido, hace pocos días, muy buenas noticias de los médicos sobre Catalina, ¿qué os han dicho?
T.—Hemos pasado un mes y medio horrible porque, después de los cinco días que pasó ingresada nada más nacer y lo que eso conlleva, llegamos a casa pensando que ya estábamos todos juntos en nuestro oasis, pero, en vez de ir a menos, los espasmos del llanto fueron a más y llegamos incluso, a veces, a tener quince episodios al día, quedándose mucho tiempo privada, entonces estábamos muy intranquilos. La situación nos ha sobrepasado por completo, es algo que te agobia muchísimo, cada vez que ocurre se te pasa todo por delante y, sobre todo, que nos estaba desgastando a María y a mí muchísimo psicológicamente. Entonces, nos hemos puesto en manos de un pediatra del hospital Niño Jesús, que yo creo que son regalos de Dios porque fue un poco como nuestra salvación. Él nos llevó a un osteópata que le diagnosticó un reflujo muy fuerte, algo con lo que un bebé normal llora día y noche, pero esta niña, como no arrancaba a llorar, se quedaba privada. Con eso nos quedamos un poco más tranquilos, pero, para curarnos en salud, nos mandó a un neurólogo para descartar que pudiese ser algo de epilepsia y hasta que nos dijeron, la semana pasada, que no era epilepsia, estuvimos muy agobiados. Ahora, la niña está como una pera, solo hay que verla, está creciendo por días, riquísima y superespabilada. Así que ya nada, nos han dicho: “Chicos, a disfrutar de vuestra hija”.
—Qué bien, menos mal.
M.—Hay que aprender a vivir con esto. Es algo que asusta, sobre todo, a la gente que nunca lo ha visto, pero nosotros ya estamos acostumbrados. Lo que tenemos que hacer cuando pasa es mantener la calma, estar tranquilos y transmitírselo a ella, que, al final, es lo más importante.
T.—Nos han dejado claro que en un episodio ni se va a morir ni estas ausencias de oxígeno le van a dejar secuelas, que era algo que nos preocupaba. Lo que sorprendía a los médicos es, aparte de la cantidad de veces y la brusquedad de los episodios, que esto suele darse en bebés entre los tres y seis meses y Catalina empezó a las horas del nacimiento, algo que nos traía de cabeza a todos.
“Ha estado todo el mundo que hoy forma parte de nuestra vida, gente que ha estado tanto en lo bueno como en lo malo”
—Pero os han dicho que esto irá desapareciendo, ¿no?
T.—Sí, poco a poco. Ahora del reflujo está mucho mejor, cosa que hace que estos episodios no se repitan tanto. Le están dando un tratamiento de hierro y está respondiendo muy bien, así que estamos mucho más tranquilos y felices.
M.—Es un desgaste psicológico que no te puedes imaginar.
—Con el verano a la vuelta de la esquina, ¿qué planes tenéis?
M.—Nos apetece muchísimo hacer un viaje los cuatro y dentro de poco tenemos uno muy especial. Nos vamos a Menorca un fin de semana porque vamos a ir a ver un proyecto que tengo entre manos y van a venir conmigo, nos vamos toda la familia a disfrutar.
T.—Luego, en agosto, iremos con mis padres a Marbella unos días, y luego, todos juntos a nuestro paraíso: Tarifa.