Casualidades del destino o no, París siempre ha estado muy presente en la vida sentimental de Ágatha Ruiz de la Prada. Eso sí, no con el romanticismo que distingue a la capital francesa, sino todo lo contrario. La diseñadora se ha marchado allí cada vez que se ha enfrentado a una ruptura amorosa. Ocurrió en 2016, cuando Pedro J. Ramírez decidió dar por cerrados sus treinta años de relación. Lo mismo hizo en febrero de 2020, tras terminar abruptamente su noviazgo con Luis Miguel Rodríguez, el dueño de Desguaces La Torre. Ahora, Ágatha ha vuelto a viajar a París después de poner punto final a su historia de amor con Luis Gasset, noticia que avanzó ¡HOLA! hace tres semanas. Allí dispone de un apartamento en una de las mejores zonas de la ciudad. “Aquí encuentro paz, tranquilidad, serenidad, cultura, desconexión… Aquí leo, hago cosas… Y estoy superbién. Es mi refugio”, nos confiesa la diseñadora, también marquesa de Castelldosríus —título con grandeza de España— y baronesa de Santa Pau. Será que, al igual que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, a Ágatha siempre le queda París.
“Conozco demasiado bien a Luismi y no me apetece tropezar más veces con la misma piedra. Nos queremos un montón, pero, de momento, descarto una nueva oportunidad”
En esta ocasión, la artista ha hecho de todo menos descansar. Después del éxito que ha tenido con su pop up store en la capital francesa —tienda temporal que ha permanecido abierta durante la segunda quincena de mayo—, ha recibido un pequeño homenaje, organizado el miércoles 2 de junio, por la residencia del embajador español en París, para celebrar sus cuarenta años en la moda. “Me ha hecho mucha ilusión. Ha estado muy poca gente, pero de muchísimo nivel, como el director general de Puig, José Manuel Albesa, que es el que lleva mis perfumes; Olivier Gabet, el director del Museo de las Artes Decorativas de París, y J. C. Decaux, que ha sido superamigo mío y es uno de los tíos más listos que he conocido en mi vida”, nos explica la diseñadora sobre el magnate de la publicidad. “Ha sido una de las mejores cenas de mi vida, de lo guay que ha sido. Cuanto menos gente hay, más elegante es la cena”, añade.
—¿Qué tiene París, Ágatha?
—Desde pequeña, ha sido mi obsesión. Para una persona que trabaja en el mundo de la moda, París es lo máximo. Además, siempre que me pasa algo, me vengo corriendo. Es como mi escondite, un sitio en el que renazco. Como he tenido tienda en París durante casi veinte años, también he venido a trabajar. El martes —uno de junio—, por ejemplo, tuvimos una reunión y, luego, me fui a entregar a dos clientas a sus propias casas. Hace años, me nombraron como imagen de la mujer trabajadora y pusieron todo París entero con carteles míos. También hice un desfile en el Ayuntamiento. Lo divertido de París es que voy dando saltos y digo: “Aquí hice un desfile, aquí otro, aquí me pasó tal cosa…”.
—Entonces, la ciudad forma parte de tu historia.
—Sí. Vine por primera vez cuando tenía quince años. Estuve interna un curso en Les Marronniers, que era un colegio en el que no se aprendía nada. Nada más llegar del aeropuerto, nos dieron un paseíto en autobús y vi los Campos Elíseos. Me quedé fascinada. Durante ese año, nos dejaban salir los fines de semana, así que nos cogíamos el metro y nos íbamos a ver la ciudad. Me conocía el metro como la palma de mi mano: Porte de Clignancourt, Porte de Clichy… Aquí también estuve el día que se murió Franco. Apagaron la televisión y dijeron: “Le général Franco est mort”. Nos quedamos todos sin palabras.
—¿Cuándo compraste este refugio parisino?
—Cerca de dos mil once, pero tuve que hacer muchas obras. Con ‘el innombrable’ —así se refiere al padre de sus hijos, el periodista Pedro J. Ramírez— compré otra casa, pero este apartamento es mi casa soñada porque está en el mejor sitio de París. No puede ser más ideal y tiene unas vistas buenísimas.
—¿Cuántos metros cuadrados tiene?
—Es pequeña.
—¿Más de cien metros cuadrados? ¿Menos de ochenta?
—Más de cien… Por ahí anda. Es un gran pied-à-terre (ríe). La otra casa era más grande y parecía el metro de París, entre los niños, las filipinas… Luego, todas mis amigas venían a verme y dormían hasta en los pasillos.
—¿Cómo definirías el estilo de esta casa?
—Superparisino y superfemenino. Lo mejor es la cama y, aunque estoy en el centro de París, no tengo ningún ruido. Un amigo mío decorador me dijo: “Lo más importante es aislarte de los ruidos. Gástate el dinero en eso”. Y eso hice. Luego, tiene muchísima luz.
—¿Cuál es tu rincón favorito?
—El salón es de morirse, pero me dio mucho la lata porque tenía unas vigas de madera antigua y parecía un mesón de carretera. Hasta que conseguí quitar esas vigas… Fue un movidón porque tuve que quitar el techo y poner luego una viga de hierro para que aguantara todo.
—¿Cuánto tiempo tardaste en reformarla?
—Muchísimo, como cuatro años. Tuve mucha paciencia, porque fue horrible, desesperante.
“Al lado del Louvre”
—¿Y qué destacas de la zona en la que está ubicado este apartamento?
—Es un barrio superagradable. Puedo ir andando a todas partes: al Louvre, que está al lado; al Museo D’Orsay, al Pompidou… Cuando estoy en París, lo que me divierte es andar. Aquí voy viendo galerías, los anticuarios… Así que, cuando salgo de mi casa, se me van los ojos. Pero lo que más me atrae es el Sena, es como un imán. Ahora tengo una amiga en la isla de San Luis, que es donde hice mi primera pop up, hace diez días, y voy de mi casa hasta allí, pero siempre pasando por el Sena y por Notre Dame.
—Hablando de la pop up store, ¿qué pasó con la tienda que tenías en París?
—La cerré en dos mil dieciocho. Durante muchos años, nos estuvieron diciendo a todos que exportáramos. De repente, en dos mil dieciséis, hubo una ley y cortaron todo ese rollo. Decidieron que estaban dando demasiadas ayudas a la exportación y lo pararon. Al principio del todo, yo hacía una cosa que se llama consolidación fiscal: si perdía dinero en un sitio y lo ganaba en otro, podía hacer un poco lo comido por lo servido. Pero, de repente, lo cambiaron en Europa y todo el dinero que te habías ahorrado hasta entonces lo tenías que pagar. Una salvajada. Ahora tengo alquilado el local de la tienda. No pierdo la esperanza de volver a abrirla.
—Dices que en París encuentras la tranquilidad, pero, entre la pop up y la cena homenaje, no has parado quieta.
—Estoy reventada, la verdad. La pop up ha sido un palizón. Siempre he sido muy trabajadora, pero, con el coronavirus, me he desacostumbrado al tener mucho menos trabajo. En este viaje he notado que he perdido un poco el ritmo. Pero lo recuperaré… Espero.
“Para Luismi fue desagradable que yo estuviera tanto tiempo con Luis Gasset. Ahora se le tiran al cuello… Pusisteis a Luis de moda con tantas portadas”
—París es la ciudad del amor…
—Para mí ha sido más la ciudad del trabajo y de la cultura que del amor.
—Pero la fama que tiene es la del amor. ¿La ciudad te ha aclarado las ideas? Hace unos días, acudiste a una boda con Luis Miguel Rodríguez y se ha hablado de reconciliación, ¿qué hay entre los dos?
—Con Luismi ha pasado una cosa muy extraña: se ha convertido en uno de mis mejores amigos. Con todo el asunto de Luis Gasset, que es difícil poner término a una relación tan bonita, Luismi me ha apoyado y ayudado mucho. Lo quiero un montón, pero lo conozco demasiado. No me apetece tropezar más veces con la misma piedra, aunque es verdad que es un amigo recurrente y divertido. Le puedo llamar para cenar. La boda de la que hablas fue la del hijo de mi mejor amiga, que es la ginecóloga Isabel Alonso —que asistió el parto del hijo de María Zurita—. Como conoce mucho a Luismi, me dijo: “¿Por qué no lo invitamos?”. Eso hizo. Él allí no conocía a mucha gente, así que lo pusieron en mi mesa y estuve pendiente de él.
—¿Descartas una nueva oportunidad con Luismi?
—Lo que ha pasado con él me hace hasta gracia. Nos conocemos mucho, nos queremos un montón y somos superamigos, pero, de momento, descarto una nueva oportunidad. Además, su vida es muy diferente. Por ejemplo, me encanta París, Nueva York… A Luismi lo que le gusta es el eje Madrid-Parla-Toledo. Dice que allí es feliz. Como tiene que estar presente físicamente en su negocio y no habla idiomas, tampoco está cómodo fuera de España.
“Sí estuve muy enamorada de Luis, hace mucho tiempo. Fue una relación maravillosa, pero fue desapareciendo la cosa. Qué pena, ¿no? Entonces, cuando ves que una relación no tiene futuro, pues ya está”
—Entonces, cuando hablas de Luismi como amigo, ¿es única y exclusivamente amigo?
—Es un amigo muy especial, la verdad.
—Sin querer resultar muy indiscreto, ¿es un amigo más que amigo? No sé si me entiendes…
—Es más que amigo, desde luego. Entiendo muy bien lo que quieres decir, pero más explicaciones no voy a dar. Además, ¡HOLA! es muy fino y no habla de estas cosas (ríe).
—Ahora sí ha quedado aclarado.
—Es un amigo. Como Luismi hace lo que le da la gana, y lo va a seguir haciendo, yo también voy a hacer lo que me dé la gana, aunque a mí me dé menos ganas que a él.
—Vamos, que sois amigos sin compromiso.
—Eso. Somos amigos sin compromiso.
“No celosa, pero sí impactada”
—¿Qué opinas de esa aparición de Luismi en la plaza de toros de Las Ventas con Samira Jalil, exparticipante de Mujeres y hombres y viceversa?
—Fue una locura de esas graciosas de Luismi. Más o menos, ocurrió cuando yo lo dejé con Luis… Luismi es muy dado a eso. Pero a mí también me invitó a los toros.
—Dijiste que esa aparición de Luismi fue una provocación, ¿hacia ti?
—No fue una provocación hacia a mí, que puede que también, sino una provocación hacia el mundo. A Luismi le gusta provocar y no tiene miedo. Luego, hay muchas teorías, porque uno dice que casi no conocía al otro… No sé lo que se conocían, pero está claro que fue una provocación. A él le gustan las mujeres y los toros, además de los coches. Entonces, lo que más le divierte es ir a los toros con una mujer. Le surgió ir con esta, a la que conocía.
—¿Te llegó a poner celosa?
—Celosa no, pero impresionada por el personaje, sí, la verdad (ríe). Es que no la conocía y me quedé impactada.
—¿Crees que a Luismi le entraron celos con Luis Gasset?
—Para él fue desagradable que estuviera tanto tiempo con Luis Gasset. Creo yo.
“Luis Gasset es un hombre muy ecuánime, muy tranquilo, muy educado… Pero me imagino que él sabrá que no es un hombre superapasionado”
—Tú rompiste con Luis Gasset, ¿verdad?
—Técnicamente, quizá fui yo, pero se fue diluyendo poco a poco. Sí que estuve muy enamorada de Luis, hace mucho tiempo. Fue una relación maravillosa, porque no puedo decir más que cosas buenas… Fue un año extraordinario, encima, el de la pandemia. Pero fue desapareciendo la cosa. Qué pena, ¿no? Cuando ves que una relación no tiene futuro, pues ya está.
—¿Cómo se lo tomó Luis?
—Bien. Después le dio la locura de salir con un montón… Cuando estábamos juntos siempre se sentía cansado, porque tenía mucho trabajo y había pasado la COVID. Pero, de repente, dejó de estar cansado para salir con todas mis amigas. Eso me sentó un poco mal. ¿Mis amigas? Anda que no habrá mil tías… Pero se le tiraron al cuello.
—¿Tus amigas a él?
—No solo mis amigas. Fue una especie de locura con él. Es que lo pusisteis muy de moda con tantas portadas en ¡HOLA! (ríe). Entonces, se le tiraron al cuello. Pienso que él estará encantado.
—¿Cómo se tomó Luis que dijeras que era poco apasionado?
—No lo sé… Es un hombre muy ecuánime, muy tranquilo, muy educado… Pero me imagino que sabrá que no es un hombre superapasionado. No he mentido en eso. Supongo que se lo ha tomado bien. ¿Por qué se lo iba a tomar mal?
—¿Has hablado con él desde la ruptura?
—Poco. No sé… Me ha dado por hablar poco.
“Prefiero uno de parla que un pijo”
—Puede parecer un prejuicio, pero ¿no pegas más con Luis Gasset o parece que puedes tener más futuro con él que con Luismi?
—Luis Gasset es un amor y es estupendo, pero es un poquillo pijo. En cambio, yo no. Soy pija de nacimiento y conozco a muchos pijos, porque son los hijos de las amigas de mi madre, pero nunca lo he sido.
—Tú eres más punk, de la Movida, ¿no?
—Casi que prefiero uno de Parla que un pijo.
“Con ‘el innombrable’ no diría que estaba enamorada, pero sí acostumbrada. Al romper con Luismi, me quedé bastante shockeada. Y con Luis Gasset todo ha sido más agradable”
—¿Qué opinan tus hijos de que Luismi pueda volver a tu vida?
—Tampoco es que haya desaparecido. A los niños les encantaba Luis Gasset porque es muy considerado. A Tristán le regaló unos palos para jugar al polo. Yo también adoraba a sus niñas, que son espectaculares. No conocí a la mujer de Luis —falleció hace unos años, por cáncer—, pero seguro que era una señora espectacular porque sus niñas son educadísimas. Pero, para mí, Luis era un poco tranquilo. Si yo hubiera tenido cuarenta años… Pero cuando tienes mi edad…
—¿Te va más la marcha?
—Cuando te queda poco tiempo, tienes que aprovechar los años que te quedan para divertirte.
—Y con Luismi sí que te diviertes.
—Pero Luismi es un amigo. Lo adoro, pero no hay compromiso.
La técnica de Luismi
—Siempre está rodeado de mujeres, ¿qué tiene Luismi?
—Le encantan las mujeres y les dedica mucho tiempo. Cuando le dedicas muchísimo tiempo a una cosa, normalmente, te sale. Yo le dedico muchísimo tiempo a mi trabajo, todo el tiempo que puedo.
—Luismi tiene fama de ser buen amante…
—Es que le dedica todo el tiempo a las mujeres. No le divierte leer, ver la televisión, ir a exposiciones ni el futbol. Le divierten las mujeres. Entonces, ¿tú sabes cuántas horas al día les dedica? ¡Muchas! Me hace gracia porque, cuando conoce a una chica, lo primero que hace es llamarla novia. Casi que le dice si se quiere casar con él… Pero a los diez minutos, eh. Luego, yo le enseñé una frase, que también me enseñaron: “Estoy loco de amor por ti”. Esa es su técnica: conquistar a las mujeres en poco rato y con mucha palabrería.
“Nunca me imaginé que tendría una vida sentimental tan animada a los sesenta. Estoy fascinada, la verdad. A ver si me sigo animando, porque no se puede quedar aquí la cosa”
—Entonces, ¿tú le has ayudado a perfeccionar la técnica para ligar?
—No, solo le enseñé que esa frase: “Estoy loca de amor por ti”. Luego, Luismi es bastante mentirosillo. Si le preguntas qué está haciendo, que es algo que no se puede preguntar a los hombres, porque nunca te van a contestar y casi siempre te van a mentir, Luismi siempre responde: “Estoy pensando en ti”. Aunque esté haciendo otra cosa y pregunte quien se lo pregunte, siempre responde lo mismo, como si fuera automático (ríe).
—¿Imaginabas que tendrías una vida sentimental tan animada a los sesenta años?
—No, pero estoy fascinada, la verdad. Qué divertido. A ver si me sigo animando, porque no se puede quedar aquí la cosa.
Sus tres rupturas
—Entonces, ¿tienes ganas de enamorarte?
—Últimamente tengo menos ganas, porque ahora estoy desenamorada. Estoy más tranquila que cuando acabé con Luismi, que fue más violento todo. He ido aprendiendo que las cosas empiezan y acaban. La primera vez, después de treinta años, me chocó mucho, aunque no diría que estaba enamorada, pero sí acostumbrada.
—¿Te refieres al padre de tus hijos?
—Al ‘innombrable’, sí. Treinta años son muchos y era como una costumbre. Con Luismi, me quedé bastante shockeada. Y con Luis Gasset, que ha sido todo más agradable, como que terminó el amor.
“Cuando llegas a mi edad y te queda poco tiempo, hay que aprovechar los años que quedan para divertirse”
—Entonces, ¿no tienes echado el ojo a nadie?
—No. Estoy más en paz, pero tampoco súper, súper en paz, que ya sabes que yo siempre… También estoy empezando a trabajar, después de un año de parón. Es que yo pasé de hacer setenta y tres desfiles al año a hacer tres… Tampoco he parado, pero podría haber hecho muchísimo más de lo que he hecho.
—Entonces, ¿el amor ya no es una prioridad y ha pasado a un segundo plano?
—Ha pasado a un segundo plano, eso sí que es seguro.
A las cuarenta y ocho horas de realizar la entrevista, vuelven a captar a Luis Miguel Rodríguez, en un restaurante madrileño, almorzando con una desconocida. Por ello, contactamos con Ágatha para conocer su opinión. Lejos de mostrarse irritada ante ¡HOLA!, la diseñadora se toma la situación con humor: “Sobre todo, me sorprende el tipo de mujeres… Luismi demuestra no tener ni una pizca de esnobismo”, nos señala sobre su “amigo sin compromiso”.