Ágatha Ruiz de la Prada es una caja de sorpresas, llenas de anécdotas. Algunas de las más curiosas son las que vivió durante la Movida Madrileña. Por ejemplo, fue en aquella época cuando la diseñadora conoció a Andy Warhol. Concretamente, en enero de 1983, cuatro años antes de que falleciera después de someterse a una operación de vesícula. Entonces, el artista pop vino a España para apoyar una exposición suya, que se llamó Chuchillos, cruces y pistolas. De esta forma, tuvo la oportunidad de conocer la escena underground española, pero también a nuestra jet-set. Cuatro décadas después, Ágatha recuerda aquellos días de Warhol en la capital y los relata a ¡HOLA!, en primera persona.
“En junio de 1982, hice una exposición en la galería de Fernando Vijandre, que estaba en un garaje la calle Núñez de Balboa y era supermoderna. Era la galería más guay de todo Madrid, la verdad. A mi inauguración vinieron como cuatro mil personas: Alaska, Almodóvar… También la hija de Calvo Sotelo, que era el presidente del Gobierno en ese momento. Pues, meses después, en la misma galería de Fernando Vijande, expuso Andy Warhol y le organizaron una gran fiesta para la inauguración, que es donde le conocí.
No tuve mucha relación con Warhol, porque no habló con nadie. Ni hablaba español ni quería. Pero me dio mucha impresión verle en persona. Tenía la cara como de cera o de plástico, porque tenía una piel… Era muy pálido e iba como maquillado. Era superimpactante, la verdad. Recuerdo que estaba siempre con todo su equipo, que, entonces, también era director de la revista Interview. Le acompañaban varios fotógrafos, entre los que se encontraba Christopher Makos, su favorito, que se convirtió en muy amigo mío. Además, me resultó curioso que fuese con su abogado a todas partes.
Durante la semana que Warhol estuvo en Madrid, le seguí a todas las fiestas que le organizaron. Me acuerdo de una muy importante que dieron los March en su casa de la calle Miguel Ángel, en la que también estaban Pitita Ridruejo, Isabel Preysler, el marqués de Griñón, la princesa Tessa de Baviera y Ana Obregón. Creo que nunca se sintió tan celebrity como aquí, porque a todos se nos caía la baba con él. Pero Warhol tampoco habló con nadie allí. Lo único que hacía era sacar fotos con su cámara, inmortalizando a gente todo el rato, que ahora es muy normal, pero entonces era muy inusual.
Junto con Picasso, Andy Warhol ha sido el artista más importante y que más ha marcado el siglo XX. Fíjate que, aunque dibujaba muy bien, su arte no era difícil porque era muy industrial. Lo que le encantaba era hacer retratos y, cuando los vendía, te metía unos sablazos que ni para qué. Hace cinco años visité una exposición suya en Nueva York, en la galería Gagosian, con unos amigos. Cuando preguntamos el precio de sus cuadros, nos dijeron que no nos lo podían decir, como insinuando que no teníamos dinero para comprar nada. De hecho, poco después, se organizó una subasta y el precio de las obras se multiplicaron por diez: de cuatro millones de euros a cuarenta millones. Efectivamente, no teníamos dinero ni para entrar allí (ríe)”.