La boda de Carlos Fitz-James Stuart y Solís y Belén Corsini de Lacalle no es la primera de la Casa de Alba que se celebra en tiempos de pandemia: Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, bisabuelo del novio y XVII duque de Alba, se casó con María del Rosario de Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente del Barco, el 7 de octubre de 1920. Los padres de la inolvidable Cayetana de Alba se dieron el ‘sí, quiero’ en una discreta e íntima ceremonia, en Londres, en un momento en el que el mundo comenzaba a recuperarse de los terribles estragos de la gripe española.
Cien años después, Carlos, hijo pequeño del duque de Alba y de Matilde Solís y Martínez-Campos, y Belén, hija del empresario Juan Carlos Corsini Muñoz de Rivera y de Mónica de Lacalle Rubio, se han casado en circunstancias similares. La prensa internacional ha calificado la boda de los condes de Osorno de ‘histórica’, ya que es el primer gran enlace aristocrático que se celebra en Europa en más de catorce meses. Los medios extranjeros y nacionales también han coincidido en referirse al evento como ‘la unión de dos grandes dinastías’: los Fitz-James, un linaje que se remonta al Rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, y los Corsini, una familia de prósperos empresarios con antepasados ilustres, como el Papa Clemente XII.
Tras el ‘sí, quiero’, los novios posaron con sus pajes y damitas en el zaguán principal del palacio
Los novios han tomado todos los recaudos para que su boda fuera una celebración segura en estos tiempos de pandemia. La ceremonia religiosa y el banquete se celebraron al aire libre, en el jardín de estilo francés del palacio de Liria. Según los expertos, se trata de uno de los jardines más bellos de Europa, realizado, a comienzos del siglo XX, por el famoso paisajista Jean-Claude Nicolas Forestier, el mismo que participó en el diseño del Campo de Marte, de París, y el Parque de María Luisa, de Sevilla. El palacio fue engalanado para la ocasión con varios mantos que colgaban de los balcones y, en lo más alto, ondeaba la bandera ducal.
Jacobo Fitz-James Stuart, nieto de la inolvidable Cayetana de Alba, y Asela Pérez-Becerril fueron los primeros miembros de la Casa de Alba que se casaron en el jardín de Liria, el 14 de mayo de 2011. Los siguieron Luis Martínez de Irujo y Adriana Marín, duques de Aliaga, en octubre de 2016. Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo lo hicieron en octubre de 2018. A diferencia de las mencionadas bodas, la de los condes de Osorno ha sido más íntima, contando con unos trescientos invitados. Los convidados y los trabajadores se sometieron a una prueba PCR en los días previos al enlace.
La prensa internacional la ha calificado de ‘histórica’, ya que se trata del primer gran acontecimiento social que se celebra en Europa en más de catorce meses y representa la unión de dos importantes dinastías
El sábado fue un día primaveral, lo que realzó la belleza del versallesco jardín del palacio de los Alba: el estanque y el grupo escultórico del siglo XVIII, las estatuas de animales fantásticos dispersas por el parque, los laberínticos parterres delineados por setos y las vistas a la fachada trasera del palacio, una joya arquitectónica del neoclasicismo, creada por el arquitecto Ventura Rodríguez.
Un vestido de novia con historia
Los invitados comenzaron a llegar al palacio a las doce del mediodía. A la una en punto, Belén hizo el paseíllo hacia el altar del brazo de su padre, el empresario Juan Carlos Corsini. De fondo sonaba la marcha Pompa y circunstancia, de Edward Elgar. Los floristas de Aquilea crearon un altar de flores y frondosa vegetación, coronado por una antigua talla de la Virgen María, propiedad de la Casa de Alba. La novia, de treinta y dos años, deslumbró con un vestido de Navascués realizado por la diseñadora Cristina Martínez-Pardo Cobián: un traje de corte Imperio realizado en georgette pesante de seda natural, con doble falda y enagua en satén, con remate bordado y mangas de una pieza abullonadas. La cola era independiente, realizada en tul plumeti bordado sobre gazar y el velo era de tul plumeti con aderezo de joya de familia.
Carlos llevó el uniforme de gala de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, con el que también se casaron su padre y su hermano
Belén parecía una Josefina Bonaparte moderna. Su vestido de corte Imperio encajaba a la perfección con el escenario: las fachadas neoclásicas de Liria y el jardín de estilo francés. James Fitz-James, hijo del Rey Jacobo II de Inglaterra y primer duque de Berwick, mandó construir el palacio en 1767 y las obras concluyeron en 1785, en pleno auge del estilo Imperio, que, poco después, Napoleón Bonaparte haría popular en todo el continente.
La condesa de Osorno llevó como aderezo unos pendientes de diamantes que pertenecían a su abuela materna. También lució su anillo de compromiso, un diseño con brillantes. Fue maquillada y peinada por Álvaro Talayero, considerado uno de los mejores maquilladores de novias de España. Fiel a su estilo, sencillo y elegante, la novia lució una coleta pulida a media altura y prefirió evitar grandes tiaras. En cambio, optó por una joya de su madre con formas florales en plata y diamantes, que servía para recoger su cabello y sujetar el velo. Este detalle del pelo fue obra de la joyera Suma Cruz, que elaboró el sencillo diseño para reflejar la personalidad de la novia. Cruz utilizó la joya de la familia de Belén para rodear la coleta como si fuera un casquete ‘limpio’, creando dos círculos que se unen y que simbolizaban a los novios prometiéndose amor eterno.
Sofía Palazuelo, duquesa de Huéscar, e Inés Domecq, marquesa de Almenara, fueron dos de las invitadas más elegantes
El ramo era pequeño, natural, silvestre y nada pretencioso. Estaba inspirado en los jardines del palacio de Liria y compuesto por astrantia, antirrhinum, nardo, alchemilla y rosa blanca ramificada.
Un novio uniformado
Carlos Fitz-James entró del brazo de su madre, Matilde Solís , con una marcha wagneriana. El novio optó por seguir la tradición familiar y llevar el uniforme de gala de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, con el que también se casaron su padre y su hermano. El conde, de veintinueve años, es miembro de la organización nobiliaria, fundada en 1670, una de las instituciones más antiguas y con más prestigio de la capital hispalense. Cayetano Martínez de Irujo lo lució como padrino en la boda de su hermana, Eugenia, y también en su boda con Genoveva Casanova.
Matilde Solís, la madrina, llevó un diseño de Lorenzo Caprile: un vestido confeccionado en crepé de seda color rojo, con manga japonesa y una fabulosa capa. Como ya ocurrió en la boda de su hijo Fernando, Matilde pidió al modista y a su equipo que incorporaran un espectacular collar de brillantes, propiedad de su aristocrática familia, los marqueses de la Motilla, al vestido. También llevó la tradicional mantilla negra con peineta.
Eugenia Martínez de Irujo, tía del novio, posó radiante en los jardines de Liria con sus dos amores: su hija, Tana Rivera, y su marido, Narcís Rebollo
Mónica de Lacalle Rubio, madre de la novia, lució una creación de Navascués: una falda de flores hasta la rodilla y blusa de seda blanca y pamela a juego. Navascués también realizó los trajes de las hermanas de la novia, Mónica y María Corsini. Mónica llevó un vestido verde satinado con detalles cruzados sobre el pecho, que combinó con sandalias oscuras de tiras. Su tocado, con plumas y en la misma gama cromática, era de Mimoki. María se decantó por un vestido púrpura con efecto wrap bajo el pecho y caída fluida y asimétrica, y un tocado impresionante.
Los pajes y damitas de honor fueron Bernardo y Caetana Horta e Costa Corsini, hijos de Bernardo Horta e Costa y Mónica Corsini; Asela y Jacobo Fitz-James Stuart Pérez Becerril, hijos de Jacobo Fitz-James y Asela Pérez-Becerril; Álvaro y Gonzalo Alvear Moreno de la Cova, hijos de Jovino Alvear y María del Carmen Moreno de la Cova Solís, y Sol y Alfonso Martínez de Irujo Domecq, hijos de Javier Martínez de Irujo e Inés Domecq. Los niños de arras iban vestidos a juego con la novia, con trajes de estilo Imperio y aires goyescos, diseñados por Marta Ussía. El cuello de tul bordado de las niñas del cortejo era el mismo que llevaba la novia en la cola de su vestido.
Misa emotiva y música ‘celestial’
Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp ofició la ceremonia religiosa. El prelado sevillano casó a Cayetano Martínez de Irujo y Genoveva Casanova, en 2005; a Javier Martínez de Irujo, marqués de Almenara, e Inés Domecq, en 2008; a la duquesa Cayetana con Alfonso Diez, en 2011; a Luis Martínez de Irujo, duque de Aliaga, y Adriana Marín, en 2016, y a Fernando Fitz-James y Sofía Palazuelo, en 2018.
Los floristas de Aquilea crearon un altar de flores y frondosa vegetación —había allium, fritillaria, aquilea, delphinium y varios tipos de verde—, coronado por una antigua talla de la Virgen María, propiedad de la Casa de Alba.
Eugenia Martínez de Irujo, tía del novio, posó radiante en los jardines de Liria con sus dos amores: su hija, Tana Rivera, y su marido, Narcís Rebollo
Durante la Misa, se recordó a doña Cayetana, la inolvidable duquesa de Alba y abuela del novio. El padre Ángel, gran amigo de la familia Alba, también participó en la Misa. “Fue una homilía muy sentida, sencilla y, sobre todo, solemne. Se recordó de manera especial a las personas que se han ido en estos meses debido a la pandemia”, revelaba el padre Ángel a ¡HOLA!. “Algunos primos hicieron varias peticiones por los novios, por la familia, por el Papa… La música era preciosa, sonaba a celestial”.
Los duques de Huéscar, recibidos entre aplausos
A las doce del mediodía comenzaron a llegar los primeros invitados. Fue una boda muy familiar que reunió a casi todos los miembros de la Casa de Alba. Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo, duques de Huéscar, entraron caminando al palacio de Liria, un gesto que fue agradecido por los fotógrafos y los vecinos, que recibieron a la pareja con aplausos y gritos de “¡guapa, guapa!” a la duquesa.
Sofía eligió un modelo de costura de Jan Taminiau, el diseñador preferido de la Reina Máxima de los Países Bajos, en georgette de seda de color azul profundo, corte midi, capelina delantera y escote en la espalda. El vestido se completaba con un cinturón-joya tipo fajín, bordado a mano, que recreaba un paisaje. Sus pendientes eran de titanio bañados en oro y los firmaba Albert Coll, un barcelonés de noventa y dos años que ha relanzado su firma junto a su nieta Mireia. Su brazalete era de Mikana. Fue una de las pocas invitadas que no llevó tocado.
Fernando aderezó la levita de su chaqué luciendo en la solapa una miniatura de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, cuyo gran maestre es Pedro de Borbón y Orleans, duque de Calabria. Don Pedro, hijo del infante don Carlos y de Ana de Francia, y su mujer, Sofía Landaluce y Melgarejo, fueron testigos de excepción del enlace.
Muy simpáticos, los duques de Huéscar atendieron a la prensa asegurando que esa misma mañana habían hablado con sus cuñados y que estaban bien, aunque algo nerviosos, y que el vestido de Belén sería precioso y ella estaría “guapísima”.
Alfonso Diez, viudo de Cayetana de Alba, llegó a Liria en coche, evitando a la prensa. También Jacobo Siruela, con su mujer, Inka Martí. La mujer del editor llevaba un vestido de la marca Matelier, de la diseñadora Andrea Mateache.
Desfile de elegantes
Al igual que Sofía Palazuelo, Inés Domecq causó sensación a su llegada al palacio. La esposa de Javier Martínez de Irujo y Hohenlohe-Langenburg y marquesa de Almenara es la mujer del momento, ya que acaba de vestir a la Reina doña Letizia. La diseñadora y estilista llevó un conjunto de su propia marca, The IQ Collection: un diseño azul de silueta midi, con estructura arquitectónica, en el que destacaban las hombreras del vestido. El traje, hecho en algodón e hilo y siguiendo las líneas de la colección primavera-verano de la marca, tenía un detalle peplum que aportaba al look una pincelada ‘retro’ y sofisticada.
Los colores vibrantes, los estampados florales, los tocados con flores y las pamelas ligeras triunfaron entre las invitadas
La marquesa de Almenara, que llevaba su pelo recogido con una ligera redecilla, completó su estilismo con joyas de Roberto Coin, tocado azul marino y sandalias negras de Coosy. Su bolso, de Bulgari, era una pieza en rafia beis y estructura de piel de becerro negra, rematado con flecos de rafia beis.
Sofía Barroso, la madre de Sofía Palazuelo, lució una elegante chaqueta de cuello ‘mao’, de inspiración exótica, con bordados, que combinaba con un sofisticado sombrero de Mimoki, la marca de tocados de Ana María Chico de Guzmán, por la que se decantaron más de diez invitadas, entre ellas, Mónica y María, las hermanas de la novia, o Paloma Asin, amiga de Belén Corsini.
La ceremonia religiosa y el banquete se celebraron al aire libre, en el jardín de estilo francés de Liria
Brianda Fitz-James Stuart, prima del novio, escogió un vestido tornasolado multicolor de escote en ‘V’ y falda plisada, de Juan Duyos, que combinó con su mascarilla, siguiendo la tendencia que se ha impuesto entre las invitadas. La artista ‘accesorizó’ su look con pendientes de Julieta Álvarez.
Alejandra Domínguez fue una de las invitadas más vanguardistas y atrevidas. La novia de Enrique Solís, que es primo del novio, apostó por un traje sastre hecho a medida, de Antonio García, de cuerpo rígido en tonos llamativos y pantalón recto de pinzas a juego, en color morado. El diseño estaba inspirado en grandes nombres de la moda de la década de 1980, como Yves Saint-Laurent, Givenchy y Ungaro.
Una ausencia sonada y el recuerdo de Cayetana
Uno de los grandes ausentes fue Cayetano Martínez de Irujo. El duque de Arjona y conde de Salvatierra fue operado hace una semana y el fin de semana todavía permanecía ingresado en el hospital La Luz (recibió el alta este lunes). Sus hijos, Amina y Luis, tampoco pudieron estar presentes, ya que se encuentran en plenos exámenes en sus universidades, en el extranjero. Sin embargo, Bárbara Mirjan, novia de Cayetano, asistió en representación del duque y su familia. Bárbara estaba impresionante con un vestido sin mangas, de largo midi y silueta ‘evasé’, con estampado floral efecto porcelana, de Jorge Vázquez. Lo combinó con zapatos de Aquazzura, pamela de rafia de Nana Golmar, joyas de brillantes y esmeraldas de Aguayo y bolso de Yliana Yepez.
La novia, que entró del brazo de su padre, deslumbró con un vestido de corte Imperio, un diseño de Navascués con remate bordado y mangas abullonadas
Eugenia Martínez de Irujo, duquesa de Montoro y tía del novio, también eligió un vestido de Jorge Vázquez, en su caso, en rosa empolvado. El traje de la aristócrata estaba hecho en seda y tenía mangas abullonadas, falda plisada y un llamativo escote cuadrado en la espalda. La duquesa de Montoro completó su look con unos pendientes de diamantes y esmeraldas que pertenecieron a su madre, la duquesa de Alba, a la que, de este modo, quiso tener presente en un día tan especial. La hija de Eugenia, Tana Rivera, se decantó por un vestido en tonos azules, de Teresa Helbig, confeccionado con tela de tul con estampado de topos blancos y con mangas semitransparentes y detalles simétricos en color negro, tanto en el pecho como en los puños de las mangas y falda.
Alejandra Corsini , prima de la novia, optó por un dos piezas procedente de la colaboración entre Bimani y Juan Vidal, compuesto por chaqueta estructurada de manga sisa, con hombreras y pantalones tobilleros de tiro alto, con cinturilla y bajo acampanado. Completó el conjunto, estampado en tonos violetas, con sandalias en color nude de tacón ancho y complementos en lila, como la diadema, el bolso de mano con volantes y la mascarilla.
El ramo de Belén estaba inspirado en los jardines del palacio y estaba formado por astrantia, antirrhinum, nardo, alchemilla y rosa blanca ramificada
Inés Pérez Pla, amiga de Belén, llevó un vestido midi con estampado floral y escote bardot, en tonos azules, que combinó con sandalias de tacón doradas, pamela con adornos florales y un bolso rojo satinado. Adriana Marín, duquesa de Aliaga, escogió un maxivestido de escote cruzado y falda de volantes con estampado floral, que combinó con pendientes de perlas. El toque de originalidad lo puso en su bolso tamaño ‘mini’, en forma de flor, en color rosa chicle.
Asela Pérez-Becerril apostó por un vestido holgado de manga tres cuartos, de estética relajada, combinado con maxicollar de perlas, sombrero de rafia rosado y unos cómodos zapatos negros. Cristina Beca lució un vestido estampado de escote halter y detalle de volantes en cuello y escote, un diseño de Matelier, la firma de la diseñadora Andrea Mateache. Completó el look con sandalias de tacón, tocado de rafia con flores y chal rosado.
Almuerzo en un bosque encantado
Los condes de Osorno supervisaron personalmente todos los detalles de la boda, en cuya organización colaboró el equipo de A-Típica. El cóctel se sirvió al aire libre, bajo una gran carpa decorada con flores, frondosa vegetación y troncos de árboles. El decorado hacía sentir a los invitados dentro de un bosque encantado, un jardín salvaje dentro del jardín más formal del palacio de Liria.
“Algunos primos hicieron varias peticiones por los novios, por la familia, por el Papa… La música era preciosa, sonaba a celestial”
El cóctel no se sirvió de pie, sino que se hizo en las mesas y de manera individual. Los invitados se sentaron en mesas de seis personas repartidas por el jardín, con la majestuosa fachada trasera del palacio como telón de fondo. Las mesas estaban decoradas con peonías y otras flores, como el eléboro o la escabiosa. Los camareros repartieron entre los comensales las piezas del ágape en menaje individual para así impedir al máximo el contacto de unos con otros sin la mascarilla.
Mientras los invitados se ubicaban en sus sitios, los novios se hicieron los retratos oficiales. Carlos y Belén posaron en algunos de los salones más simbólicos del palacio de Liria: el salón Estuardo, donde están colgados los retratos de Jacobo Fitz-James Stuart, primer duque de Berwick, y de sus sucesores; el salón de baile, donde cuelgan los retratos de María Francisca de Sales Portocarrero, XV duquesa de Alba, y de su hermana, la Emperatriz Eugenia de Francia, y la escalera de honor y el zaguán principal, que está decorado con un mosaico central con el escudo de la Casa de Alba.
Todo el look de Belén estaba inspirado en el estilo Imperio y era un guiño al escenario de la boda: el palacio de Liria, de líneas neoclásicas, y el jardín de estilo francés
Ciboulette, uno de los mejores caterings del país, se encargó del almuerzo. La empresa es conocida por servir cocina tradicional actualizada: platos españoles elaborados con materia prima de la mejor calidad, pero con guiños a las nuevas tendencias culinarias. Una parte del menú se elaboró en las antiguas cocinas del palacio de Liria y estuvo compuesto por una lasaña fría de centollo; un solomillo de buey a la broche, con una salsa de vino tinto rioja, con guarnición de cebollitas glaseadas y pimientos al horno de leña, y un pastel ruso de nata con coulis de frutos árabes. Los platos estuvieron acompañados por los mejores vinos de España: albariño para los primeros y un Marqués de Murrieta Reserva para el segundo. Para el final, se brindó con champán. No hubo tarta nupcial, pero los novios sí bailaron el vals. No lo hicieron delante de los invitados, sino en la intimidad del salón Estuardo del palacio, para evitar aglomeraciones. Después del almuerzo se sirvieron copas y un DJ empezó a musicalizar la tarde.
La luna de miel tendrá que esperar
Los novios han elaborado una original lista de regalos de boda. Desde los típicos objetos para su nuevo hogar, como vajillas, cuberterías o una lámpara de bambú, hasta experiencias de aventura, como lecciones de vuelo o un curso de pilotaje de automóviles de alta gama. Los invitados también podían hacer aportaciones para estancias en hoteles de lujo ubicados en Isla Mauricio, Tanzania y Tailandia, que bien podrían ser los destinos que barajan Carlos y Belén para su luna de miel.
Los recién casados bailaron el vals en la intimidad del salón Estuardo, uno de los más importantes de Liria, donde cuelga el retrato de James Fitz-James, hijo del Rey Jacobo de Inglaterra y primer duque de Berwick
Cayetana de Alba y Alfonso Diez se fueron de luna de miel al Sudeste Asiático, en 2014. La duquesa pasó unos inolvidables días con su tercer marido en Tailandia. La pareja disfrutó de más de veinte días en el país budista y se empapó de la cultura tailandesa en Bangkok: paseos por la ciudad, recorridos en barco, masajes…
Sin embargo, Carlos y Belén esperarán para hacer su viaje de novios, ya que la crisis sanitaria mundial todavía es grave. Por el momento, los condes se instalarán en su nuevo hogar, un piso recientemente restaurado en un edificio histórico a pocos metros del palacio de Liria. La pareja tendrá de vecinos a los duques de Huéscar, que acaban de reformar su ático en la misma finca. Con Sofía y Belén, las calles de la zona madrileña de Conde Duque se convertirán en un desfile de elegancia.
Belén no llevó tiara y optó por una joya familiar que servía para recoger su cabello y sujetar el velo: dos círculos de brillantes que se unían y simbolizaban a los novios prometiéndose amor eterno
Antiguamente, el solar donde se levanta el edificio en el que vivirán los duques de Huéscar y los condes de Osorno formaba parte de los dominios del palacio de Liria. De hecho, algunas fincas del barrio se segregaron del terreno del histórico hogar de los Alba.
Un noviazgo discreto
La boda de los condes de Osorno es la culminación de tres años de discreto y sólido noviazgo. Carlos, el hijo pequeño del duque de Alba, hizo oficial su relación con Belén en abril de 2019. Entonces, acudieron juntos al enlace de los marqueses de Pickman, en Sevilla, y se alojaron en Las Dueñas, la casa-palacio del duque de Alba en la capital hispalense. En septiembre de 2020, el conde de Osorno le pidió matrimonio a su novia. Debido a la pandemia, han tenido que esperar hasta ahora para poder darse el ‘sí, quiero’.
No hubo tarta nupcial, pero los novios y sus invitados sí brindaron con champán. Después del almuerzo, ya al atardecer, se sirvieron copas y un DJ pinchó música
Los dos tienen en común el compromiso y entrega a sus familias y un espíritu emprendedor. Belén, bisnieta de Carlos Corsini de Senespleda, fundador de la constructora Corsán, estudió en el colegio Mater Salvatoris, de Madrid, y se licenció en Administración y Dirección de Empresas en Icade. Actualmente, la condesa trabaja con su padre y es consejera y vicesecretaria de dos de las empresas familiares dedicadas a la agricultura y la gestión inmobiliaria. La fortuna de su familia, los Corsini, apodados como ‘La Tribu’, comenzó en 1928, cuando su bisabuelo fundó su imperio.
Por su parte, Carlos, que estudió Comercio Internacional en el College For International Studies (CIS), de Madrid, y cursó un máster en la Universidad de Boston, también trabaja con su padre y ayuda al duque de Alba en la gestión del patrimonio empresarial de la Casa de Alba. El joven está al frente de la marca comercial Casa de Alba Fine Food, la división dedicada a los productos gastronómicos y gourmet que comercializa su familia. El conde acaba de crear su primera empresa, centrada en la importación de productos alimenticios y la comercialización del aceite de oliva.
“Carlos y Belén están hechos el uno para el otro”, coinciden en su entorno. Se han juntado dos almas gemelas y dos dinastías de leyenda.