Cuando, en 1987, Jorge Sanz cumplió dieciocho años, ya había rodado 15 películas y era toda una estrella. Hoy, el actor, convertido en una leyenda de tan solo cincuenta y un años, le pasa el testigo a su hijo Merlín —el segundo de sus tres hijos—, fruto de su relación con la también actriz Paloma Gómez, fallecida en 2019, a los cuarenta y seis años. El joven, que alcanzó la mayoría de edad el pasado septiembre, pretende seguir los pasos de su padre en la industria. En su caso, sueña con trabajar como especialista. De momento, ya sabe lo que es prenderse fuego, montar a caballo o saltar desde más de 20 metros de altura. Pequeños elementos si se comparan con la lucha que, desde que era un bebé, mantiene contra la fibrosis quística, una enfermedad que nunca le ha apartado de sus objetivos. El cine es su medio. Sus padres coincidieron, siendo niños, en la película Valentina. Tiempo después, se reencontraron y, fruto de su mágica historia de amor, nació él. Hoy, Merlín, cuyo nombre no es casual, intenta labrarse su propio camino donde todo empezó: en la gran pantalla.
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Habla Merlín
—¿Cuándo decidiste que querías ser actor?
—De pequeño siempre lo decía, pero he tomado la decisión recientemente. Hace unos años, mi padre me apuntó a una de las mejores escuelas de especialistas, la de su amigo Ángel Plana. Se me daba tan bien que pensé en dedicarme a ello, pero, como es un mundo algo complicado, en casa me recomendaron que continuara estudiando. Ahora, voy a terminar un ciclo formativo de Técnico de Laboratorio, pero no quiero trabajar en ello. Tengo dieciocho años, puedo escoger... ¡y he elegido entrenar como especialista!
—¿De dónde surge esa pasión?
—Como decía, el especialista Ángel Plana es íntimo de mi padre y siempre ha estado conmigo. En el cumpleaños de su hijo, cuando yo estaba en sexto de primaria, le prendieron fuego y lo tiraron a la piscina. ¡Yo aluciné! Y desde ahí siempre me interesó.
“He tenido un poco de suerte con la enfermedad. De momento, para lo único que me limita es que me quita veinte minutos por la mañana y veinte por la noche para tomarme la medicación”
—¿Cómo reaccionó tu padre cuando le contaste que dejabas los estudios para ser especialista?
—Fue hace poco. Estábamos comiendo y se lo conté. Me dijo que me iba a apoyar, pero que primero tenía que terminar este curso y conseguir mi título. Yo tenía miedo de que se lo pudiese tomar mal, pero lo convencí: “Oye, papá, ya tengo dieciocho años y estoy tomando decisiones. Puede que me equivoque, pero la vida es eso: crecer, estamparte y aprender de los errores”.
—¡Estamparte es lo tuyo ahora! (Risas) —intercede Jorge—. Es un mundo que él ha mamado desde pequeño. Ha estado en rodajes, de gira con el teatro… ¡Sabe de lo que va! Este es un oficio artesano, de padres a hijos. Cuidamos de las nuevas generaciones que llegan a la profesión.
—¿Qué te aconsejó?
—Que me esfuerce, que disfrute y que, si de verdad me gusta, que vaya a por ello.
Experiencias únicas
—¿Cuál ha sido el rodaje al que has asistido que más te ha sorprendido?
—Hace unos años fuimos a Hungría. Mi padre rodaba La reina de España , de Fernando Trueba. ¡Nunca había ido a una producción tan grande ni había salido de España! Me gustó mucho.
—En esa película participaba, entre otros, Penélope Cruz. ¿Te impresiona ver de cerca a actores famosos?
—Desde pequeño he conocido a gente importante, pero intento tratarlos como lo haría con cualquiera. No le doy importancia a eso porque no soy mitómano. Intento no hacerme fotos con ellos.
—La Reina Letizia visitó la parte del rodaje en España...
—Sí, cuando la vi allí, le dije: “¡Qué chiste! ¡Qué gag tan bueno!” —confiesa Jorge—.
—Merlín, ¿tienes algún padrino en esta profesión?
—Antonio Resines me ayuda bastante. Al margen de mi trabajo como especialista, me acaba de proponer como meritorio en su última serie. Me gustaría aprender el oficio desde abajo. Yo salí en Qué fue de Jorge Sanz y, luego, he hecho algún corto. También considero padrino a Ángel Plana.
—¿Cuál es tu papel soñado?
—Me encantaría ser especialista en una producción de superhéroes. Spiderman es mi favorito. Sería mi sueño, pero sé que me lo tengo que currar mucho.
—¿Te asusta la fama?
—No. Soy un chico vergonzoso. Llamar la atención no me agrada. Por eso prefiero ser especialista. Tengo un poco de respeto a las críticas. Hay gente que dice que la fama es mala, pero yo no lo he vivido así. Si tú tratas bien a la gente, te lo devuelven.
Quiero mucho a mi madre. Siempre está presente en mi vida y no me olvido. Ella sí que era mi amiga. Siempre estábamos juntos. Si íbamos de paseo, íbamos los dos; si jugábamos, lo hacíamos los dos
—¿Cómo te defines?
—Al principio soy un poco tímido, pero luego cojo confianza. Intento conocer a gente, tener amigos, relacionarme y caer bien.
—¿Te gustaría trabajar con tu padre?
—Sí, aunque sea por probar. No siempre, pero sería muy divertido.
—Al principio, me gustaría que aprendiera solo —tercia Jorge—, para que sepa lo que es esta vida sin tenerme a mí.
Los golpes de la vida
—Merlín, desde pequeño sufres fibrosis quística, ¿cómo te afecta?
—He tenido un poco de suerte. De momento, para lo único que me limita es que me quita veinte minutos por la mañana y veinte por la noche para tomarme la medicación. Puedo salir normal. Lo único que ahora tengo mucho cuidado por la Covid. Por cierto, ¡me acaban de vacunar! Tampoco puedo fumar ni beber. Gracias a Dios, estoy bastante bien. He tenido bajones, pero son cosas de la enfermedad.
—¿Lo has sabido desde siempre?
—Sí, me la detectaron a los nueve meses. Ya estoy acostumbrado.
—¿Te has sentido diferente en alguna ocasión?
—No, la gente se ha portado bien conmigo. En el colegio lo sabían, pero me veían como un chico normal y jamás me dijeron nada. Yo nunca he dejado de intentar nada a pesar de estar enfermo.
—Otro golpe importante en tu vida es la pérdida de tu madre, Paloma Gómez, que murió, en dos mil diecinueve, a los cuarenta y seis años. ¿Qué recuerdos tienes de ella?
—La quiero mucho. Siempre está presente en mi vida y no me olvido. Ella sí que era mi amiga. Siempre estábamos juntos. Si íbamos de paseo, íbamos los dos; si jugábamos, lo hacíamos los dos.
—¿Le llegaste a contar que querías dedicarte a esta profesión?
—No, no sabía que me iba a dedicar a esto.
—Cuando las cosas vienen mal dadas, Merlín siempre actúa pensando en que su madre se sienta orgullosa. ¡Tiene un comportamiento ejemplar! —Añade Jorge—.
—Tus padres se conocieron, cuando eran pequeños, en Valentina. ¿Qué te inspira esa película?
—La he visto muchas veces. Me la sé de memoria. Me parece preciosa y tiene detrás una historia bonita.
—Años después de esa película, nos reencontramos cuando ella trabajaba como bailarina en televisión. Era una preciosidad y caí rendido a sus pies. Nos pareció tan mágica nuestra historia que por eso llamamos a nuestro hijo Merlín.
“Antonio Resines me ayuda bastante. Al margen de mi trabajo como especialista, me acaba de proponer como meritorio en su última serie. Me gustaría aprender el oficio desde abajo”
—¿Cuándo te diste cuenta de que tu padre era famoso?
—No fue de repente. Mi madre me ponía varias películas de papá.
—No te acuerdas, pero tuviste una reacción muy curiosa —interrumpe Jorge—. Un día, viendo la tele, aparecieron los Power Rangers y, de repente, me viste a mí. ¡Se te cruzaron los cables!
—¿Dónde te ves dentro de diez años?
—Trabajando como especialista y viviendo de eso. Ese es mi objetivo en la vida. No tengo ambición de ganar mucho dinero.
Habla Jorge Sanz
—El diagnóstico de la enfermedad de Merlín sería un momento muy duro para ti.
—Sí, pero te das cuenta de que la vida es complicada. Hay que saber estar a las duras y a las maduras. Nadie dijo que fuera fácil.
—Con dieciocho años, tú ya eras una estrella. ¿Obtuviste el mismo apoyo en tu casa?
—Yo soy actor gracias a mi madre. En cambio, a mi padre la farándula no le hacía gracia. Él era militar y, cuando yo empecé, en la época del destape, todo eso estaba mal visto. Sin embargo, preguntó. “¿El niño es bueno en esto? Pues adelante. En esta vida uno tiene que ser feliz. Eso sí, no me pidáis que vaya a ver una película o un estreno”. Estoy convencido de que iba a verlas a escondidas. Hace dos meses que ha muerto.
—¿Cómo sucedió su fallecimiento?
—Ya era mayor. Ha sido un momento muy duro. De repente, toda tu vida se pasa por la cabeza.
—Coincidió con la muerte de Quique San Francisco...
—Nos hicimos hermanos y nos queríamos así. Yo lo acompañé la noche que fue al hospital. Visto el cuadro que había, ya me despedí de él. En el pasillo de la UCI, toqué La muerte no es el final y Yo tenía un camarada. ¡Sabía que le iba a gustar!
—¿Has advertido a Merlín de la parte oscura de la industria cinematográfica?
—Tengo miedo porque hay mucha competitividad. En su caso menos, porque va por la parte técnica. Hay muchas ganas de triunfar y no somos todos tan amigos como parecemos.
—¿Qué crees que ha heredado de ti?
—La belleza y el cuerpo son de su madre. Y de mí, la fotogenia. Espero también que la inteligencia emocional y la habilidad para ir por la vida.
—¿Qué futuro le auguras a tu hijo?
—Merlín es mi héroe. Ha tenido una vida chunga. Lo ha llevado bien gracias a que ha tenido la cabeza muy amueblada. Es la persona que más admiro. Quiero que sea bueno en lo suyo; como dijo mi padre, el coronel Sanz, en la vida hay que dedicarse a lo que uno se le da bien.