Ania Iglesias tiene cincuenta años, saltó a la fama como finalista de la primera edición de Gran Hermano y, casi sin darse cuenta, pasó de lo más alto al infierno del olvido, la anorexia, los malos tratos y el cáncer. Unas duras experiencias que, afortunadamente, consiguió superar. Hoy, la vallisoletana, con el mismo valor y coraje que siempre ha derrochado, nos ofrece su testimonio de lo que fue su lucha por encontrarse a si misma. Y en ese ejercicio de instrospección, ella misma descubre, casi como en el diván de un psicólogo, los puntos de inflexión que han cambiado su vida y que han dado como resultado el arte de saber reinventarse, en el que se ha convertido, sin pretenderlo, en una maestra gracias a las lecciones que le ha dado la vida. Una vida llena de picos y valles, de escrutinio público y de juicio de masas del que ha surgido la mujer que es hoy.
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-Ania, ¿cómo te sientes en estos momentos?
-Me encuentro estupendamente y muy ilusionada con todo, como si tuviera veinte años.
-¿No sé si te imaginabas que ibas a llegar así a esta edad?
-No lo había pensado nunca, la verdad. Lo que noto es que me está dando un poco de vértigo, porque todo el mundo me dice que te cambia mucho el cuerpo y vas perdiendo resistencia vitalidad. Como soy muy activa, me preocupa perder toda la energía que tengo.
-¿Cómo te ves físicamente cuando te miras al espejo?
-¡Tremenda! (risas) Yo diría incluso que mejor que cuando tenia treinta años. Eso sí, me preocupo de hacer deporte, darme mis cosméticos, dormir todo lo que puedo y comer muy sano….Aparte de tener una buena genética, necesito esa disciplina para sentirme bien tanto por dentro como por fuera.
-Eso en cuanto al físico, pero ¿y en cuanto a la otra parte, la emocional? ¿Cómo te encuentras?
-En general, muy bien. Lo bueno de ir cumpliendo años es que la mente se serena en muchos sentidos. Las prioridades van cambiando y, en mi caso, no me preocupo tanto por ser tan perfecta ni conseguir alcanzar siempre todas las metas que me propongo. No me exijo tanto y soy más feliz con lo que tengo.
-¿Cómo te planteas la vida ahora?
-Quiero seguir luchando y ahora, además de seguir con mi trabajo e intentar afianzar mi carrera como actriz, quiero apuntarme a clases de ballet y algo de canto, pero sin grandes pretensiones. Yo siempre digo que la edad no debe ser una excusa para aprender o intentar hacer algo por imposible que parezca.
-Hace veintún años, entrabas en “Gran Hermano”. De repente, toda España te conocía. ¿Fue difícil de digerir esa popularidad tan inesperada?
-Recuerdo que, nada más salir de la casa, el psicólogo me preguntó cómo me encontraba y le dije que estaba feliz. Tenía veintinueve años, había conseguido lo que quería y era más perseguida que Ana Obregón. Parecía que había alcanzado la cima, pero en la cima siempre se siente frio y soledad.
-¿Por qué entraste en la casa?
-Buscaba la oportunidad de hacerme un hueco en los medios de comunicación con el objetivo de trabajar como modelo, como actriz o en la televisión. Estaba ya un poco cansada de presentarme a mil castings en los que siempre cogían a la famosa de turno.
-¿Volverías a entrar?
-En las mismas condiciones, sin duda alguna.
-Tu historia ha sido muy complicada desde que saliste de la casa ¿verdad?
-Pensaba que había alcanzado la gloria cuando terminó Gran Hermano, pero, cuando me apartaron públicamente por no cumplir deseos de terceros y mantenerme al margen de ciertos temas, lo pasé bastante mal. En ese momento, tuve que reciclarme y no sabía por dónde empezar. Tenía la sensación de que debía pedir perdón por haber participado en el “reality” para poder ganarme la vida y que la gente me juzgaba a la hora de darme una oportunidad sin ver mi currículum auténtico.
-En este tiempo, has atravesado por graves problemas de salud como la anorexia. ¿Termina una persona de curarse alguna vez?
-En mi caso concreto, no del todo. En mi mente siempre planea la idea de que he engordado, de que tengo que ser la mejor en todo, de que sino trabajo estoy perdiendo el tiempo y de que todo el mundo me tiene que querer…Afortunadamente, he aprendido a manejarlo todo y no hago demasiado caso a esos pensamientos.
-¿Durante cuántos años la sufriste?
-Comencé con diecinueve años y tomé cartas en el asunto para solucionarlo con cuarenta. Fue cuando acudí a la Unidad de Trastornos Alimenticios del hospital Infanta Cristina.
-¿Te han quedado secuelas?
-Tantos años comiendo mal te lleva a que se te debiliten los huesos y a ser más propenso a otras enfermedades. En mi caso, también sufrí una tuberculosis pulmonar de la que, a Dios gracias. ya estoy completamente recuperada.
-En 2016 te diagnosticaron un cáncer de útero. ¿Cómo te encuentras actualmente?
-Pues muy bien, a las puertas de la menopausia, jajaja
-¿Cómo reaccionaste cuando te dijeron que, a consecuencia del tumor, no podrías ser madre?
-Nunca he sido muy afortunada en el amor y, debido a las enfermedades y las parejas terribles que he tenido, nunca me pude plantear la idea de la maternidad. No era una buena idea.
-¿En el amor también has sufrido?
-El amor de pareja ha sido mi cruz, como digo. Mira por donde, en cuanto empecé a valorarme y salí de la anorexia, conseguí tener una pareja en condiciones. Yo, anteriormente, había sufrido malos tratos. Muchas personas echan en cara a las mujeres que son maltratadas que no denuncien o que no pidan ayuda. Cuando escucho eso, me duele. Nadie que no haya pasado por eso puede saber el terror que se siente. Te paraliza y te acostumbras al dolor, que es lo más triste que puede haber. Por eso comprendo perfectamente a Rocio Carrasco y me da pena que se la juzgue por no haberlo contado antes. Creo que cada persona necesita su tiempo para contar lo que considere. Lo que más lamento ahora es no haberle puesto remedio antes, pero me encontraba tan débil que me resultaba imposible.
-Después de sufrir malos tratos ¿cómo se vive una nueva relación?
-Como estás muy deteriorada, te agarras a un clavo ardiendo. Sólo quieres que te quieran y eso te hace elegir a tu pareja sin pensar demasiado. La relación buena llega cuando no necesitas que te quiera alguien sino cuando una se quiere más a si misma.
-La última relación que te conocimos fue con Javier Fandiño, con quien tenías planes de boda ¿sigues adelante con esa idea?
-¡Sí! Pero sin mascarilla. Teníamos previsto casarnos en el 2020, pero obviamente había otras prioridades. Creo que esa boda será una fiesta para compartir nuestro amor, pero celebrarla ahora mismo sería una irresponsabilidad.
-¿El optimismo con el que te has enfrentado a la enfermedad, ahora a la de tu madre que sufre demencia, ha evitado que te derrumbes?
-Mi himno siempre ha sido el Resistiré, del Dúo Dinámico, así que a mí no me tumba ya nada ni nadie. Mi madre es mi pilar fundamental y ahora me resulta precioso estar con ella, porque muchas veces es como un bebé. Nos reímos mucho juntas, pero me aterra la idea de perderla. El año pasado, por ejemplo, me dio un susto por culpa de una deshidratación muy severa. Tan mal la vieron que incluso me llamaron del hospital para que me despidiese de ella.
-¿Qué proyectos profesionales tienes en la actualidad?
-Estoy con el teatro a tope, representando la obra Reciclando a un famoso, y continúo planificando cursos con mi empresa BioMedicalSalud para los sanitarios de la podología y con Beauty Coach, para el campo de la estética y peluquería. También sigo con mis colaboraciones en Radio Inter, en el programa de Rafa Vega, y estoy a la espera de que me surja cualquier oportunidad en la televisión o eventos moda porque creo que estoy para lucir bikinis mejor que cuando tenia veinte años. Siento que estoy en en la flor de la vida y me he propuesto ganar un Goya, aunque sea con ochenta años. Aún me quedan treinta para conseguirlo.