A sus 77 años, Robert de Niro tiene aún mucho cine en las venas para regalar a los amantes del Séptimo Arte. Una edad que no le impide ni mucho menos seguir haciendo todo tipo de grandes películas, aún siendo consciente del riesgo que conlleva. Esta semana, conocíamos que el reputado actor había sufrido un accidente durante el rodaje de su último filme, en el que se ha puesto de nuevo a las órdenes de Martin Scorsese y en el que comparte protagonismo con Leonardo DiCaprio. "Me he roto el cuádriceps de alguna manera", relata el veterano intérprete sobre la grave lesión sufrida mientras grababa en Oklahoma (EE.UU.) la cinta que lleva por título Killers of the Flower Moon. "El dolor era insoportable y ahora tengo que recuperarme" de las heridas en la pierna, añade en declaraciones a la web IndieWire. Sobre cómo ocurrió el infortunio, el dos veces ganador del Oscar cuenta que "fue solo un simple paso" al caminar "sobre algo y me caí".
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Reconoce que "estas cosas inesperadas suceden, sobre todo cuando envejeces", por lo que "tienes que estar preparado para ello". A pesar de todo, la estrella de Hollywood se muestra positivo al considerar que un contratiempo de este calado "es manejable". En este sentido, el actor se congratula que su personaje en la nueva cinta es "bastante sedentario y no me muevo mucho, gracias a dios". De este modo, "nos las arreglaremos" ya que "solo tengo que mantenerlo recto (el músculo dañado) en una posición determinada y dejar que se cure", explica. Al parecer, el incidente no tuvo lugar en el set de grabación sino en las inmediaciones del mismo durante el tiempo libre del intérprete. El pasado jueves, tras el duro percance, éste volvió a Nueva York -donde reside- para ser atendido por los médicos. A pesar de su ausencia, la producción no tendrá que retrasarse puesto que ya se habían programado dos semanas de descanso para estas fechas.
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Basada en el libro Los crímenes en la nación Osage y el nacimiento del FBI del escritor David Grann, la cinta arranca en la época en la que los miembros de una comunidad indígena se convirtieron en las personas más ricas y pudientes del país. Tras descubrirse enormes depósitos de petróleo bajo su reserva, comenzaron a vivir en mansiones, vestían con pieles y joyas costosas, viajaban en automóviles con chófer y tenían sirvientes blancos. Pero, de forma repentina, comenzaron a desaparecer misteriosamente o a morir asesinados, uno tras otro. Muchos de los que se atrevieron a investigar lo sucedido también acababan sin vida. A medida que aumentaba el número de muertes, el recién creado cuerpo de la Policía Federal se hizo cargo del caso y su joven director recurrió a los Texas Rangers para tratar de descifrar el misterio. Armaron un equipo clandestino que incluía a un agente nativo-americano que se infiltró en la región, descubriendo una de las conspiraciones más escalofriantes de la historia de Estados Unidos.