“Cuando empecé en esta carrera, no imaginé que llegaría tan lejos. Mi vida ha sido apasionante y doy gracias todos los días por eso”, dice David Bustamante, que cumple veinte años en lo más alto de la música: ha vendido más de dos millones de discos, ha cosechado veinte discos de platino, ha dado más de novecientos conciertos y hasta es imagen de un imperio de fragancias que ha vendido más de seis millones de unidades y que cada treinta segundos sigue vendiendo un perfume con su nombre.
“Haría exactamente todo igual. Hasta cometería los mismos errores”
La historia de éxito de Bustamante empezó el 11 de septiembre de 2001, el día del atentado contra las Torres Gemelas, de Nueva York. David, un joven de diecinueve años que trabajaba con su padre en la construcción, dejó su pueblo natal, San Vicente de la Barquera, y se presentó a un casting en el auditorio Príncipe Felipe, de Oviedo, para participar en un talent-show musical. Desde los doce años tenía un sueño: cantar y vivir de ello. Aquel día, había más de dos mil personas con ese mismo sueño haciendo la cola. “Mi padre, asustado, no hacía más que preguntarme: ‘¿Cuánto vamos a estar aquí?’. Y yo le respondía: ‘No sé, papá, pero ya que estamos...’”.
“No me gustaba estudiar, lo hacía porque era muy obediente. Parece una barbaridad, pero de pequeño ya tenía claro que quería ser cantante”
La espera interminable valió la pena. David pasó una prueba, la siguiente y la siguiente. Pasó el casting en el Palacio de Congresos, de Madrid, y, también, la ronda final, en Barcelona. Tras una preselección de casi cuarenta mil aspirantes, dieciséis de ellos fueron los participantes de la primera edición de Operación Triunfo. El 22 de octubre de ese año, La 1 de Televisión Española emitió la primera gala semanal de OT. Esa noche, España descubrió y se enamoró de Bustamante y sus compañeros triunfitos: David Bisbal, Chenoa, Rosa López, Manu Tenorio, Álex Casademunt, Natalia, Gisela, Verónica, Nuria Fergó...
Rápidamente, Operación Triunfo se convirtió en un fenómeno nacional... y mundial. El éxito del formato se vendió a más de 30 países. Más de siete millones de espectadores veían cada gala. Los álbumes derivados, que tuvieron una tirada inicial de nueve mil ejemplares, vendieron cada uno de ellos más de cien mil unidades y llegaron a los primeros puestos en las listas de las radios. Estaba previsto que el programa durara tres meses, pero se prorrogó y, al final, copó las pantallas durante cinco meses y medio. Al salir de la academia de Operación Triunfo, David y sus compañeros eran estrellas.
“Fue una novia que tenía por entonces y mi madre quienes me avisaron que estaban haciendo un casting para un programa de televisión”
El talent-show cambió para siempre la vida de Bustamante. Unos días antes de entrar en el concurso, fue a unos grandes almacenes a comprarse “ropa chula, para salir en la tele”. Tardó horas en que un empleado lo atendiera. Unos meses después, fue al mismo centro comercial a firmar discos y lo recibió la directora del centro en una sala vip. Antes del concurso, a David lo llamaban ‘Titín’ en su pueblo, San Vicente. La primera vez que volvió a casa durante el concurso, en Navidad, todos sus vecinos lo recibieron en la calle con pancartas que rezaban: “Bienvenido, Busta”. Hasta tuvo que salir a la ventana a saludar.
Veinte años después de todo aquello, el cantante se sienta con ¡HOLA! para celebrar el lanzamiento de su nuevo disco, Veinte años y un destino , y para repasar algunos de los momentos más memorables de su carrera y su vida.
Veinte instantes inolvidables
—David, ¿cómo recuerdas tu etapa en la construcción?
—Era un trabajo duro, pero fue una escuela. Aprendí a ser responsable, aprendí a valorar lo que cuestan las cosas. Fue una gran enseñanza, pero era muy duro. Trabajaba ocho o nueve horas diarias en la obra, pasando frío, pasando calor, como muchos. Es uno de los trabajos más duros que hay y era como me ganaba la vida. Le tengo mucho respeto a las personas que lo hacen y mucho cariño a la profesión.
—¿Cuándo te diste cuenta de que eras bueno cantando?
—A los doce años me di cuenta de lo que provocaba en la gente cuando cantaba. Yo era un niño muy pequeño, pero ya veía cómo la gente se emocionaba con mi voz. Empecé entonces y nunca paré, porque era lo que me hacía más feliz.
“Con mi primer sueldo de Operación Triunfo les compré una casa a mis padres. Cuido mucho de ellos porque se han matado trabajando para mis hermanos y para mí”
—¿Cómo fue tu primera vez sobre un escenario?
—También con doce o trece años. Iba a clases de canto con una compañera y cantábamos óperas, O sole mio, Granada... Me gustaba muchísimo.
—¿Eras buen alumno en la escuela?
—Era muy buen alumno y sacaba muy buenas notas. Era un niño muy bueno.
—¿Pero te gustaba estudiar?
—No me gustaba estudiar, lo hacía porque era muy obediente. Era un niño muy bueno, pero tenía otras inquietudes. Prefería las clases de solfeo y piano. La música y el deporte era lo que más me gustaba. Yo no soñaba con una profesión ni con ir a la Universidad. Parece una barbaridad, pero de pequeño yo ya tenía claro que quería ser cantante.
—¿Quién te propuso o sugirió presentarte al casting de Operación Triunfo?
—Una novia que tenía por entonces me avisó de que estaban haciendo un casting para un programa de televisión. Bueno, una novia y mi madre. Las dos. Llamé, dejé mis datos, me fui de vacaciones con mi familia y nos volvimos tres días antes para que yo pudiera presentarme al casting en Oviedo. En mi familia todavía me reclaman esos tres días (risas). Hice el primer casting el once de septiembre, el día que cayeron las Torres Gemelas, en Nueva York.
—¿Qué queda del Titín que, con diecinueve años, se presentó al casting de Operación Triunfo?
—Sigo siendo el mismo, tengo la misma forma de ser, aunque, quizá, ahora estoy más calmado. No soy tan impulsivo, pero sigo siendo un soñador. Sigo siendo muy optimista y alegre. Ese niño que con diecinueve años empezó su carrera y que todo el mundo vio en Operación Triunfo sigue muy vivo dentro de mí.
—¿Cómo recuerdas tu regreso al pueblo después de Operación Triunfo?
—Fue algo increíble, maravilloso. Fue muy emocionante. No hay nada más bonito que, después de haber conseguido lo que has soñado siempre, tener reconocimiento y ser profeta en tu tierra, ver que la gente te quiere. He vivido muchos momentos inolvidables, pero volver a mi pueblo y ver ese recibimiento de mi gente fue lo más maravilloso.
“Muchas veces me he sentido maltratado por los medios. Hay momentos en los que el sufrimiento de unos es el negocio de otros”, dice sobre la época de su separación de Paula
—¿Te veían de un modo diferente?
—Algunos dejaron de llamarme Titín para llamarme Bustamante. Aquello fue tan impactante... Sin embargo, hoy en día, después de veinte años, vuelvo a ser lo que me gusta ser en mi pueblo: Titín, el hijo de Tito y el hijo de Ada. Cuando subo al escenario soy Bustamante, pero cuando se apagan las luces soy Titín, ese niño de San Vicente de la Barquera. Es mi salud mental y mi alegría. Todos me conocen como Titín y para mí es mi casa, mi familia... Es una caricia. Cuando oigo ‘Titín’ vuelvo a casa. Bustamante es mi apellido, del que me siento muy orgullo, pero también es la marca, el nombre artístico.
—Con tu primer sueldo le compraste una pulsera a tu madre, ¿verdad?
—Sí, con mi primer trabajo en la construcción gané ochenta mil pesetas y me gasté noventa mil en una pulsera para mi madre. Era un pésimo economista. Ya debía diez mil para el mes siguiente. Es muy difícil regalarme, porque me hace más ilusión regalar que recibir regalos. Y con mi primer sueldo de Operación Triunfo les compré una casa a mis padres. Soy el mayor de tres hermanos y cuido mucho de mis padres porque se han matado trabajando para nosotros. Ahora tengo a mi madre aquí, en mi nueva casa. Ella nos ha ayudado a decorarla. Es una gran madre y una buena suegra. Yana y ella se llevan muy bien. Y como la casa es grande, si no queremos, no nos vemos. Soy feliz con esta casa, en la que espero poder recibir a mis amigos para disfrutar, vivir con música, una buena comida, un buen vino, una buena conversación...
“El nacimiento de mi hija, Daniella, fue el mejor día de mi vida. Fui la primera persona que la vio. Corté el cordón umbilical y fue la experiencia más bonita, romántica y apasionante que he tenido”
—¿En qué has gastado tu último sueldo?
—En esta casa, en esta casa. Está todo aquí (risas).
—¿Te acuerdas mucho de tu vida anterior a la fama, en San Vicente?
—Constantemente. ¿Y sabes por qué? Porque no me he separado de ella. Yo sigo volviendo al pueblo todo el rato y sigo teniendo los mismos amigos de siempre. Sigo haciendo los mismos chascarrillos, las mismas tonterías... Está tan presente mi anterior vida porque sigue siendo la actual. Cuando se apagan los focos, esa sigue siendo mi vida. Estos últimos veinte años han sido tan apasionantes que se han pasado muy rápido, así que mi vida anterior sigue muy presente. Es la misma que tengo ahora, con la diferencia de que me dedico a lo que me gusta, a mi vocación, que es la música.
—¿Y no echas de menos nada de esa vida anterior?
—El mundo paparazzi cuando salgo de casa es muy duro. Yo intento ser amable siempre, pero muchas veces buscan la provocación y a veces insisten en cosas que me hieren o que me hacen daño. Si yo no quiero hablar, tengo todo el derecho. Quizá, eso es lo único que echo de menos. Me gusta arreglarme, vestirme bien, pero voy a hacer la compra en chándal y no me gusta encontrarme con los fotógrafos y que me hagan fotos despeinado (risas).
—En la época de Operación Triunfo, las mujeres caían rendidas a tus pies. ¿Te costaba lidiar con el fenómeno fan?
—A nadie le amarga un dulce (risas). No, no sufrí, no me causó ningún trauma.
“Haber perdido la voz durante unos meses fue muy duro. Gracias a Dios, no fue necesario operarme, lo arreglé con un logopeda”
—¿Alguna vez sentiste que perdías la cabeza por la fama?
—No, nunca perdí la cabeza por culpa de la fama. Si acerté en algo, es en escoger a las personas que están a mi alrededor. Nunca he tenido palmeros o séquitos que me dicen a todo que sí. Eso es muy peligroso. Primero, trabajé con mi padre. Luego, con mi hermano. Luego, con mi mejor amigo. Siempre me he rodeado de gente que si me tiene que decir que me estoy equivocando, me lo dice. He tenido algunas épocas mejores y otras peores, pero siempre he tenido a la gente adecuada.
—¿Cómo conociste a Paula?
—Lo he contado muchas veces...
—Entonces, hablemos de tu hija, Daniella. ¿Su nacimiento fue el mejor día de tu vida?
—Sin lugar a dudas, fue el mejor día. Además, yo fui la primera persona que la vio. Yo corté el cordón umbilical y fue la experiencia más bonita, romántica y apasionante que he tenido. Ser padre es lo más heavy del mundo.
“He tenido muchas inseguridades. Soy una montaña rusa y ahora soy más capaz de controlar eso, pero soy de subidas y de bajadas, de estar muy contento y estar muy triste”
—Después de la separación de Paula, ¿te sentiste maltratado por los medios?
—Muchas veces me he sentido maltratado por los medios. Muchas veces. Las personas tenemos sentimientos y hay momentos en los que el sufrimiento de unos es el negocio de otros. Si una persona está mal, necesita tiempo para acomodarse a su nueva vida. A veces, la prensa debería tener más tacto...
David, hoy
—Pronto vas a cumplir cuarenta años. ¿Cómo llevas envejecer?
—Bien. Me siento en una etapa muy bonita, rodeado de gente a la que quiero y me quiere. Me siento muy querido. Sacando este nuevo disco, me siento valorado por mi público: son veinte años y el disco ha vuelto a ser número uno en ventas. Cuando empecé esta carrera, no imaginé todo esto. Mi vida ha sido apasionante y doy gracias todos los días por esto.
—¿Te sientes mejor ahora que con veinte?
—Sí, porque me siento más capaz. Me siento más capaz de mostrar al público quién soy yo como artista, como músico. Antes tenía muchas ganas, pero también tenía mucha inexperiencia y no tenía ni las tablas, ni las herramientas, ni las armas para mostrar quién soy yo. Ahora, estoy en una etapa personal y profesional donde me siento más capaz de todo. Me siento que soy más yo. En estos veinte años he aprendido mucho.
—Tienes una imagen de persona muy extravertida y segura de sí misma. ¿Por dentro eres inseguro?
—He tenido muchas inseguridades. Soy una montaña rusa y ahora soy más capaz de controlar eso, pero soy de subidas y de bajadas, de estar muy contento y estar muy triste. A veces, las cosas no salen como uno quiere. Vengo de una etapa un poco de descuido, de mala relación con la comida, donde subí mucho de peso. Pero cuando uno se marca un objetivo y lo consigue, se siente orgulloso de sí mismo. Hay que marcarse metas en la vida y luchar y trabajar. Soy muy metódico y cuando me meto algo en la cabeza, lo consigo con trabajo.
“Trabajar en la construcción fue muy duro, pero fue mi escuela. Allí aprendí a ser responsable y a valorar lo que cuestan las cosas”
—¿Tienes miedo a perder el éxito?
—Siempre tienes miedo a perder el éxito o a que la gente se olvide de ti. Cada vez que saco un disco, tengo la incertidumbre de no saber si le va a gustar al público. Cada disco es un nuevo examen. Muchas veces, España no tiene buena memoria. Siempre vales por lo último que has hecho. Pero yo me siento muy afortunado y puedo decir que tengo un público muy fiel. Primero quisieron a la persona y luego admiraron al artista, y eso es mágico. Me miman y están pendientes de que esté bien.
—¿Cuál ha sido el peor momento en estos veinte años?
—Alguna traición. Pero el rencor es una enfermedad y soy incapaz de vivir en el rencor. Hasta a los peores los perdono. Me ayuda a olvidar. No puedes vivir con el rencor o con el odio. No es sano y te enferma.
—En un momento, casi pierdes la voz. ¿Fue el mayor susto de tu carrera?
—Para mí, cantar no solo es mi trabajo, sino también mi forma de ser y de expresarme. Haber perdido la voz durante unos meses fue muy duro. Gracias a Dios, no fue necesario operarme, lo arreglé con un logopeda. Pero fue muy duro porque yo, sin mi voz, soy la mitad de mi ser. Faltaría la mitad de mí sin la voz. Tuve mucho miedo, pero, gracias a los doctores, pude recuperar la voz.
—¿Cuál ha sido el concierto más memorable?
—Mi vuelta a San Vicente de la Barquera, en dos mil dos. Iba a dar un concierto para tres mil quinientas personas y había más de veinte mil en el campo de fútbol de mi pueblo. Desde el escenario, yo podía ver la ventana de mi habitación, en mi barrio. Eso fue salvaje. Cuidado con lo que sueñas porque se puede hacer realidad.
“Siempre tienes miedo a perder el éxito o a que la gente se olvide de ti. Cada vez que saco un disco, tengo la incertidumbre de si al público le va a gustar”
—¿Qué le dirías al Titín de diecinueve años?
—Le diría: “Gracias. Gracias por luchar, por creer en ti y por regalarme tu esfuerzo para que yo hoy en día sea quien soy. Muchas gracias, estoy muy orgulloso de ti”.
—¿Harías algo diferente?
—No, haría exactamente todo igual. Hasta cometería los mismos errores. Volvería a cometerlos porque mis errores, mis aciertos, mis fracasos, mis victorias, todo eso hace que yo sea de la forma que soy. Ha merecido la pena pasar por todo para llegar hasta aquí y ser quien soy.