Un descenso a los infiernos. De la adición al alcohol, a las drogas. Y un resurgimiento. Un largo proceso de desintoxicación que no es sólo de sustancias sino, sobre todo, de ideas y emociones. Unas ideas y emociones que llevaron al presentador Alonso Caparrós , hijo del periodista Andrés Caparros, a una espiral autodestructiva repleta de dolor y de culpas. Caparrós publica ahora, a sus cincuenta años, Un trozo de cielo azul(Planeta), un relato de su caída en las drogas y de su salida, que es todo un viaje al autoconocimiento y al perdón con el que no es necesario ser adicto para identificarse.
-Un trozo de cielo azul, ¿por qué has puesto este titulo a este libro un tanto redentor?
-Porque he vivido un parte de mi vida bajo un cielo cubierto, aunque siempre teniendo a la vista un trozo de cielo azul que era el de la esperanza.
-¿Necesitabas escribir estas páginas para tu recuperación total?
-No, porque ya estaba recuperado. Era lo que necesitaba para poder escribirlo, porque lo que cuento es el camino que he tomado para encontrar la solución a mis problemas.
-Nos muestras tu lado más humano, narrando con todo lujo de detalles los peores momentos de tu vida con remordimientos, reproches y la drogodependencia. ¿No te ha dado pudor abrir tanto tus entrañas?
-No. En primer lugar, porque tenía muchísimas ganas de escribir un libro. Como te digo, tuve que pasar primero un proceso que está narrado en el libro. Un proceso muy intenso en el que se incluyeron momentos de retiro, de aislamiento y de voluntariado. Si no lo hubiera pasado, habría sido una locura escribir este libro, porque no tenía las cosas resueltas.
-¿Qué ha sido lo más duro?
-No ha sido duro nada, pero lo que sí me costó recordar fue el enfrentamiento con mi padre en televisión. Sin lugar a dudas, esa fue la parte más difícil y no porque no se hayan resuelto las diferencias ni esté contento con el desenlace.
-¿Ese enfrentamiento ha sido lo peor de esa etapa de tu vida?
-Ese enfrentamiento supuso el comienzo de una maravillosa historia, porque sirvió para derrumbar muchas cosas que había entre un padre y un hijo. Era una conversación que teníamos pendiente entre nosotros. Nos dijimos muchas cosas y, a partir de ahí, pudimos seguir adelante. Mira por donde, a día de hoy, tenemos una relación maravillosa.
-¿Piensas que tu testimonio le puede servir de ayuda a gente que esté en una situación similar a la que tú viviste?
-Creo que cada uno tiene que seguir su propio camino, pero espero que pueda serle útil a mucha gente. Yo busqué el camino en la espiritualidad, aunque el primer paso y, diría yo que el más importante, es acudir a un especialista.
-¿Escribirás una segunda parte o con este libro has cerrado el círculo?
-Es una maravillosa pregunta, porque una de las cosas que he querido hacer con este libro es cerrar determinados capítulos de mi vida para seguir mirando hacia delante.
-Han pasado treinta años desde que te adentraste en el mundo de las drogas, ¿qué te llevó a consumir?
-Esta es una pregunta muy difícil de contestar, porque son muchos los factores que influyen: genéticos, emocionales, la estructura familiar, el entorno en el que te desenvuelves... Las razones por las que alguien se engancha a las drogas son múltiples. Es muy triste.
-Cuentas que soñabas con montañas de cocaína, ¿qué otro tipo de sustancias probabas y cuál es la que más daño te ha hecho?
-Hachís y alcohol. Cuando estás dentro de ese proceso de adicciones, una cosa viene detrás de la otra y la combinación de todas ellas fue lo que más me perjudicó.
-¿Te han quedado secuelas?
-No sé si en un futuro me aparecerá alguna secuela, pero ahora mismo no tengo ninguna, estoy muy sano. Lo que me da pena es el tiempo que he perdido y las cosas que he dejado de hacer por estar sumergido en esa vorágine de destrucción.
-¿Cuándo tocaste fondo y qué fue lo que lo detonó?
-Fueron muchas veces a lo largo de mi vida, pero el momento más importante fue justo donde empieza el libro, que es a mi vuelta de Barcelona, donde estuve viviendo unos meses. Fue cuando toque más fondo y estaba más destruido. A partir de ahí, podían pasar dos cosas, que es como empiezo mi relato: “Mamá, o renazco o muero”. Gracias a Dios, renací.
-Sí, pero llegaste a estar al borde de la muerte.
-Tres veces en concreto. Es algo normal. Cuando tu adicción se prolonga, convives con la muerte a diario.
-¿Nunca te pasó por la cabeza que lo mejor para salir de todo era morir?
-Nunca pensé en el suicidio, pero sí que no merecía la pena la vida. Cuando tu enemigo es tan grande, enfrentarte a la impotencia es muy difícil. En muchas ocasiones, es fácil pensar: No merece la pena vivir, porque una y otra vez me levanto y vuelvo a caer de nuevo”. La clave está en no rendirse nunca.
-¿Qué te pasa hoy ante cualquier tentación? ¿Tienes miedo a una recaída, “La Sombra” te sigue persiguiendo?
-Sí, “La Sombra”, como yo la llamo en el libro, siempre está ahí, acechando, pero tengo una caja de herramientas muy nutridas y de mucha precisión para poner remedio a cualquier tentación. Se le puede tener controlada, aunque exige vigilancia para toda la vida.
-¿Tu mujer, Angélica Delgado, a quien dedicas el libro, te salvó la vida?
-Ella fue el principio de mi salvación, sin lugar a dudas. Como ser humano, Angélica es un ser absolutamente excepcional y dotado de una capacidad para la bondad que a mí me deja pequeño siempre. Y lo que te cuento no es ficción. Ha tenido a su madre durante veinte años enferma de Alzheimer y, además, trabaja con niños autistas y con síndrome de Down.
-¿Qué papel han jugado tus hijos, Claudia y Andrés, en tu rehabilitación?
-Han jugado uno de los papeles más complicados porque lo han vivido desde pequeños. Afortunadamente, siempre hemos tenido una comunicación muy abierta en ese sentido y, en cuanto han tenido la edad adecuada, he procurado contarles lo que estaba pasando. Sobre todo con Claudia. Y ahora con Andrés, que ha cumplido dieciocho años. Me da mucha pena haberme perdido momentos con mis hijos y creo que voy a convivir con ella toda mi vida.
-¿La reconciliación con tu familia te ayudo a salir del fondo? ¿Cómo están las cosas actualmente?
-Fenomenal. A partir de nuestro enfrentamiento en televisión, mi padre y yo establecimos una comunicación que va más allá ahora de padre e hijo. Estoy muy contento porque llegué a pensar que nunca más volvería a recuperar a mis padres y ha ocurrido lo contrario. Ahora nuestra relación es excepcional. Y con mi hermano, Andrés, también es maravillosa. En este sentido, está todo como Dios manda.
-¿Han leído el libro?
-Mi padre sido la única persona a la que, según lo iba escribiendo, le iba enseñando los capítulos. Primero, porque me apetecía y porque ha sido mi compañero muchas veces. Segundo, porque estaba muy pendiente de cualquier cosa que le pudiera dañar. Hemos hablado mucho y eso nos ha servido para seguir solventando cosas. El resto de mi familia todavía no lo ha leído, pero porque yo no quería que lo vieran hasta que no estuviera terminado.