La noticia del divorcio entre Bill y Melinda Gates ha provocado un auténtico tsunami en los círculos financieros, tecnológicos, filantrópicos, sociales y sanitarios. Todos se preguntan qué va a suponer la ruptura de la pareja más poderosa del mundo para sus industrias.
El cofundador de Microsoft y su esposa anunciaron en sus respectivas cuentas de Twitter y mediante el mismo comunicado, que, tras veintisiete años de matrimonio, habían decidido poner fin a su relación. Pero fue Melinda la que presentó la demanda de divorcio en la Corte Superior de Washington. Según ha informado el Daily Mail, en la documentación a la que ha tenido acceso el diario británico, la empresaria asegura que su matrimonio está “irremediablemente roto”.
Aunque los motivos de la separación no se han hecho públicos, un sin fin de teorías, incluso alguna conspiratoria, circulan en torno a las posibles causas de este divorcio multimillonario que dará mucho qué hablar en los próximos meses. Una de ellas apunta a que Melinda estaba harta de las continuas ausencias de su marido, de que nunca estuviera en casa.
Nada que ver con la defensa que hace dos años hacía la propia señora Gates de su marido en las páginas de ¡HOLA!. Con motivo de la publicación de su libro No hay vuelta atrás: el poder de las mujeres para cambiar el mundo, Melinda nos descubrió la cara más desconocida de su matrimonio.
“Bill es feminista, igual que yo. Le crio una madre que trabajaba y su abuela estudió en la Universidad, en una época en la que pocas mujeres tenían acceso a ella. Al nacer nuestro primer hijo, cuando le dije que quería dejar de trabajar, se preocupó por mí, porque sabía hasta qué punto me había realizado en mi carrera”, aseguraba Melinda, tras admitir que a lo largo de su relación había habido “momentos en los que no me sentía cómoda siendo la mujer del jefe”.
En la entrevista, Melinda incluso retrata a Bill Gates como un hombre muy sensible, algo en lo que reparó nada más conocerle, en 1987, poco después de entrar a formar parte como gerente de producto de la compañía que había fundado su futuro marido. Además de su “mente brillante” y su “sentido del humor”, eso fue lo que atrajo del magnate .
“No me habría enamorado de él si no hubiera tenido un corazón inmenso. Me di cuenta el primer día. Me habló de sus padres y de su primo, que había muerto de sida, lo que era tabú en nuestra época. Me llamó la atención su sensibilidad. Como director de Microsoft, no era un blando, pero le vi llorar en varias ocasiones, sobre todo, cuando visitó un hospital de tuberculosos en África del Sur”.
En diciembre de 1993, poco antes de casarse, la pareja hizo un viaje a África tras el que decidieron lanzar su fundación —en la que seguirán trabajando juntos a pesar a su divorcio—. “No era justo que tuviéramos tanta riqueza cuando miles de millones de personas tienen tan poco”, señalaron en una de las cartas fundacionales de la institución.
El 1 de enero de 1994, Bill y Melinda se casaron en secreto en el Manele Bay Hotel en Maui (Hawai). Se rumorea que para evitar que los paparazzi captaran alguna imagen de la boda, el empresario alquiló todos los helicópteros de la isla. Fruto de su matrimonio nacieron sus tres hijos: Jennifer, de 25 años, Rory, de 21, y Phoebe, de 18.