Carme Chaparro está ilusionadísima, como una niña con zapatos nuevos. No se trata del lanzamiento de un nuevo libro que está terminando de preparar o un nuevo programa en televisión. Es mucho mejor. Y es que la presentadora y escritora ha incorporado a su vida un mecanismo que promete hacerle la vida más fácil. Desde hace unos días, emplea un audífono que le ayuda con el síndrome de Ménière que padece, una enfermedad que provoca tinnitus en quien la padece, pero que para nada le impide hacer vida normal. “Vivo con un pitido constante, como una emisión en alta frecuencia”, desvelaba hace un par de años en Cuatro al día con la misma sinceridad con la que ahora habla con ¡HOLA!
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
—Hace unos días contaste cómo es vivir con problemas de audición. No es frecuente ver en el mundo de la televisión a personas así, ¿supone realmente una desventaja?
—¡Qué va! Desventajas son otras muchas cosas. Mi oído izquierdo está perfecto, así que el teléfono o el pinganillo siempre los coloco en ese lado.
—Entonces, ¿qué cosas te representan más esfuerzo?
—Tengo problemas para escuchar determinadas frecuencias en el oído derecho, algunas de ellas, importantes para la comprensión del habla. En lugares ruidosos no entiendo mucho lo que dice la gente y me apoyo en la lectura de labios, pero, ahora, con las mascarillas, es muy difícil.
—¿Qué te llevó a hacerte la prueba auditiva y qué te dijeron los médicos?
—El tinnitus se agravó con el confinamiento. Quizá, de tanto silencio. Por eso quise consultar con un especialista.
—¿Qué solución te dio?
—Me advirtieron que no todos los tinnitus tienen solución, pero he tenido suerte porque el mío es de los que se pueden reducir hasta en un ochenta por ciento.
—¿Te ha costado adaptarte al audífono? Háblanos de la ventaja que supone para ti usarlo.
—No me ha costado adaptarme, aunque, al principio, te resulta extraño llevarlo, porque oyes todo en estéreo. El sonido te llega por igual a los dos oídos y, de repente, todo suena mejor, más redondo.
“Me han puesto un audífono y ahora el sonido me llega por igual a los dos oídos”
—Como persona conocida, puedes mostrar a otras personas que no oír bien no es una barrera para conseguir sus metas. ¿Qué les dirías?
—Pues eso, que no dejen que una mala audición sea una barrera.
—Cambiando de tema, hace unos días relataste en tus redes sociales las amenazas de muerte que recibiste hace veinte años, ¿qué te llevó a hacerlo público?
—Encontré uno de los anónimos por casualidad y pensé qué habría hecho de llegarme esas cartas hoy. Yo creo que no me habría callado.
—¿Qué recuerdos guardas de aquella situación?
—Fue muy dolorosa. No entendía lo que estaba pasando, porque al principio el “monstruo” escribía como si fueran mis compañeros de la televisión, como si fueran ellos los que me mandaban los insultos y las amenazas. Fíjate qué bajeza: hacerle creer a alguien que sus compañeros de trabajo la odian, hundirla emocionalmente y tratar de aislarla. Quería hacerme perder la autoestima, para luego amenazarme.
—¿Temiste por tu vida?
—Las amenazas eran muy concretas y, un día, apareció el capó de mi coche abollado. Alguien le había dado golpes con una piedra enorme.
—Has contado que conocías la identidad de esa persona, ¿por qué no la denunciaste?
—Porque yo era otra persona y la sociedad era distinta. Ahora sí lo haría.
—También has dicho que continúas en contacto con esa persona. ¿Qué pasa por tu cabeza cuando se acerca?
—Afortunadamente, solo he coincidido con él muy pocas veces, en algún acto y con mucha gente alrededor. Y ahora que él sabe que lo sé espero que no se atreva ni a mirarme a la cara.
—Hablando de trabajo. Recientemente, has sido nombrada vocal del Real Patronato de la Biblioteca Nacional. ¿Te sorprendió?
—Muchísimo. Estaba en la pista de patinaje sobre hielo con mis hijas cuando me llamaron de un número de móvil que no conocía. “Hola, soy el ministro de Cultura”. “Y yo soy Cenicienta”, pensé. Pero sí, era el ministro. Casi me caigo cuando me preguntó si quería ser miembro del Patronato de la Biblioteca Nacional.
—¿Qué supone para ti?
—Un regalo maravilloso y la oportunidad de conocer a gente a la que admiro y de acceder a los secretos de un lugar que atesora la libertad humana transmitida de generación en generación.