Una vez más, la magia del cine descendió sobre Hollywood y dio comienzo una ceremonia atípica, a ratos esperanzadora, a ratos olvidable, sin conductor, pero con 18 estrellas presentando los premios más deseados del planeta: del laureado cineasta coreano de Parásitos, Bong Joon-ho, a Renée Zellweger, sin olvidarnos de Laura Dern, Brad Pitt, Joaquin Phoenix, Bryan Cranston —entregó, en el Dolby Theatre, un premio humanitario—, Reese Witherspoon, Harrison Ford, Zendaya o Halle Berry (la alegría de la alfombra roja, con su Dolce & Gabbana, su revolucionario corte de pelo y su nuevo novio, el músico Van Hunt).
Mujeres de rojo, de blanco… y Zendaya, las joyas de la noche
Todos los que desfilaron por la alfombra roja hicieron lo que buenamente pudieron para recuperar el tiempo perdido, pero faltaba esa magia de los flashes circulando de un centímetro a otro de Hollywood. Sin embargo, algunas estrellas amanecieron determinadas a llenar la meca del cine de esperanza, gracias a ese glamour de ayer, de hoy y de siempre. Entre ellas, Amanda Seyfried, Margot Robbie (impecable con un Chanel que le quedaba como un guante) o Carey Mulligan, vencedora para algunos sobre la alfombra roja, gracias a un Valentino de caerse de espaldas. Por cierto, Mulligan (protagonista de Una joven prometedora) acudió acompañada por su novio, el cantante Marcus Mumford.
Además del estilismo en rojo de Amanda Seyfried, otras actrices se decantaron por este color que empodera y glorifica. Reese Witherspoon impactó vestida de Dior y con fulgurantes joyas de Bulgari, mientras que Angela Basset acudió a esta gran cita con un favorecedor diseño de Alberta Ferretti y joyas de Chopard. No se quedaron atrás aquellas que apostaron al blanco o al rosa palo. De hecho, una de las más aplaudidas por su elegancia fue Vanessa Kirby, quien complementó su Gucci de Oscar con una gargantilla de Cartier de una extraordinaria sofisticación en su minimalismo. Viola Davis, de Alexander McQueen, eligió el blanco para rendir un cálido homenaje al tristemente desaparecido Chadwick Boseman: “Era un gran ser humano —recordó sobre el protagonista de Black Panther—, era todo lo que pensamos que es, no solo como artista, sino como persona”. Y también de blanco, en su caso, enfundada en un Louis Vuitton exquisito, Maria Bakalova.
Sin embargo, con permiso de todas estas grandes estrellas, quien se llevó la noche por su originalidad, atrevimiento y joyas, fue Zendaya, con su Valentino amarillo neón, que brilla en la oscuridad, sabiamente escogido por su estilista, Law Roach, y sus joyas de Bulgari, en las antípodas del minimalismo: dos collares superpuestos que daban un aire hermosamente barroco a su outfit. Sin duda, una estrella fulgurante en el universo Hollywood, incluso en su año más descolorido.
Una vuelta al pasado… en un presente atípico
Todo era inusual en esta edición. Se echó de menos el maremoto de reporteros gráficos, las carreras de los periodistas por alcanzar a la estrella nominada antes de acceder al teatro, los abrazos de unos y otros con sus mejores galas, los besos de los enamorados, los “ex” esquivándose, las familias… En 1929, durante la primera edición de los Oscar, solo asistieron a la ceremonia de entrega 270 personas, quienes pagaron religiosamente cinco dólares para disfrutar de un sobrio menú en el Blossom Room, del Hollywood Roosevelt Hotel. En 2021, cuando la pandemia aún hiere a la industria cinematográfica, han sido solo 170 las personas que pudieron disfrutar en vivo de los discursos de los ganadores de esta 93 edición de los Oscar.
Y, para poder acceder a las dos sedes dispuestas en Los Ángeles (el Dolby Theatre y Union Station), los asistentes tuvieron que pasar una cuarentena de diez días, sin contacto con persona alguna, y realizarse tres pruebas PCR: la primera una hora antes de viajar, la segunda al aterrizar y, finalmente, la tercera el día de la ceremonia. Ante tales medidas de seguridad sanitaria, se hace lógico que, durante la retransmisión de la gala (no así durante los descansos), las estrellas hayan prescindido de sus mascarillas. Como no todos pudieron volar, también se realizaron conexiones con otras sedes, como Londres —donde estuvieron Olivia Colman y Gary Oldman—, Sídney (con Sasha Baron Cohen), París, Irlanda, Suecia, Túnez, etcétera. Y aunque Hollywood quiso arder, como lleva haciendo desde hace nueve décadas, se quedó a medio gas, con algún que otro momento inolvidable, como el baile de Glenn Close, que finalizó con una carcajada, que fue como una bocanada de aire fresco en una noche algo acartonada, pero con algunas notas destacables.
Hollywood, por fin, volvió el rostro hacia los actores veteranos y entre los nominados de la velada se encontraba la propia Glenn Close, de setenta y cuatro años; Youn Yuh-jung, de setenta y tres, ganadora del Oscar a mejor actriz de reparto por Minari, y Anthony Hopkins, de ochenta y tres, el triunfador y que accede al libro de oro de los Oscar como el actor más anciano en recibir la estatuilla, en la categoría de mejor actor, por The Father.
Brad Pitt, el deseado, y otros hitos de la noche
La gala comenzó con un plano secuencia siguiendo a Regina King, la primera en pisar el escenario de Union Station. Desde ese instante, se descubrió el ingente esfuerzo de Hollywood por aportar glamour incluso en los momentos más oscuros y hacernos olvidar los malos instantes. La estética del Union Station estaba pensada al milímetro para seducir al espectador y al asistente. Los invitados no se sentaban en un patio de butacas, sino en coquetas mesas desde las que siguieron la gala. Parecían los tiempos del Hollywood dorado, si no fuera porque la tecnología ha invadido —y salvado— al séptimo arte. Este año, y provocado esto en buena medida por el giro de la industria durante la pandemia, muchas de las películas nominadas estaban impulsadas por plataformas digitales (Mank, El juicio de los 7 de Chicago, Judas and the Black Messiah o Sound of Metal).
Pero la noche dio para más hitos. Cabe destacar el triunfo de la directora Chloé Zhao con su Nomadland. En toda la historia de la meca del cine, solo otra mujer había ganado un Oscar en esta categoría: Kathryn Bigelow, en 2010, por Tierra hostil. Además, gracias al filme de Chloé Zhao, Frances McDormand se alzó con el tercer Oscar de su carrera a mejor actriz. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, Frances (la diva de los Coen) va detrás del récord indiscutible de la divina Katharine Hepburn, quien obtuvo cuatro estatuillas a lo largo de su apasionante vida.
En esta 93 edición de los Oscar, Brad Pitt ha reaparecido —presentó el premio a mejor actriz de reparto—, dejando muy tranquilos a todos sus fans, que se preocuparon por él recientemente, tras hacerse públicas unas imágenes suyas saliendo del hospital en silla de ruedas. En realidad, el actor acababa de operarse de las muelas del juicio y, para este 25 de abril, ya estaba más que listo para demostrarnos que, a pesar de los difíciles momentos que vive por su tensa relación con Angelina Jolie, él sigue siendo tan atractivo —y con la melena larga— como su protagonista en Leyendas de pasión.
Otro de los momentos más comentados de la noche sucedió cuando se reveló el Oscar a mejor película internacional. Este recayó en las manos del cineasta Thomas Vinterberg, el genio detrás de la cámara de Otra ronda. Dos semanas antes del rodaje de esta película que le ha traído tantas satisfacciones, Vinterberg sufrió un golpe de esos de los que es muy difícil recuperarse: su hija, de diecinueve años, falleció tras un accidente de tráfico en una autovía belga. A ella le ha dedicado, con la voz entrecortada, este galardón: «Acabamos haciendo esta película para ella, como un monumento en su honor. Así que, Ida, esto es un milagro que ha ocurrido y tú eres parte de él, quizá, incluso moviendo los hilos desde algún sitio. Pero esto es para ti”.
Días de cine… y un nombre español
Mientras que las diez nominaciones de Mank se iban desinflando a medida que avanzaba la noche (y eso que Amanda Seyfried, con su vaporoso diseño de Armani Privé, iba vestida para triunfar), otros acariciaban al “tío Oscar” a la par que se pellizcaban para comprobar que no estaban soñando. Entre ellas, Emerald Fennell, ganadora por el guion de Una joven prometedora (no logró hacerse con la estatuilla en la categoría de mejor dirección). Cabe recordar que Emerald Fennell se puso en la piel de Camilla Parker Bowles en The Crown. La actriz ha recibido el premio de manos de Regina King y le ha dedicado este triunfo, presumiendo de embarazo de su segundo hijo, a su equipo, a su marido y a su primer hijo, que nació “dos semanas después de terminar el rodaje. Estoy muy emocionada”.
Divertido y recordando a todos que “quien tuvo, retuvo”, apareció en Union Station el gran Harrison Ford, presentador del premio a mejor montaje. Para resaltar la importancia de la edición, el actor ha contado: “Empiezas demasiado entrecortado. ¿Por qué esa voz tan terrible? Suena drogado, ¿todos están drogados? El diálogo de flashback es confuso. ¿Está escuchando una música? Esta película empeora con cada proyección… La película se llamaba Blade Runner”. Además de los editores, otros profesionales capaces de embellecer todo lo que tocan con sus pinceles son los maquilladores. En esta ocasión, el español Sergio López-Rivera, maquillador personal de Viola Davis desde que se conocieran en la serie “Cómo defender a un asesino”, junto a Mia Neal y Jamika Wilson, ganaron el Oscar a mejor maquillaje por su intachable trabajo en “La madre del blues”.
En resumidas cuentas, Hollywood ha querido en este 2021, aún amenazado por la pandemia, mostrarle al mundo que, aunque herido, respira y aspira, en un futuro próximo, a recuperar esas noches de fiesta y burbujas de champán, de jolgorio y buen cine, de alfombras rojas extendidas y besos de película. Para esta 93 edición se necesita el cartel de “Continuará”, porque The show must go on.