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raquel perera© Félix Valiente

El control que mata

‘Todos los seres humanos gozamos de un instinto de supervivencia que nos exige mantener las situaciones con cierto control y seguridad... ya que no solemos tolerar bien la incertidumbre’


Actualizado 22 de abril de 2021 - 16:55 CEST

Paseo las horas de este domingo entre la calma que da la soledad y el profundo deseo de dejar de hablar sola... Y es que hay momentos donde la soledad  es un estruendo, un ruido infinito de mis pensamientos en voz alta: “Raquel, deberías enfocarte más en esto o aquello, deberías dejar de tener unas expectativas tan altas.. Raquel fluye más y no influyas tanto en querer acelerar ciertos procesos...”. Total, que lo mejor que sé hacer para frenar estas conversaciones despiadadas conmigo misma es poner música y que sean las canciones y sus artistas las que se peleen con este mundo tan imperfectamente perfecto.

Raquel Perera posa para ¡HOLA! en la Naturaleza© Félix Valiente

Le doy al play y suena una de mis canciones favoritas de Vanesa Martin, Adiós de mayo. La descubrí por casualidad, como me gusta descubrir las cosas... cuando no se buscan. Me detengo en este verso de la canción: “cuando el control no venga a verme”. El control es un concepto que se aplica en muchas disciplinas (en la ingeniería o en las matemáticas ) entendido además como algo positivo. Sin embargo, el control en la conducta humana puede ser un aspecto que genera ciertos desarreglos psicológicos como ansiedad, depresión, dolor crónico, etc.

“Tener la capacidad de dominar nuestras emociones, pensamientos, deseos y conductas es un ejercicio que nos dota de madurez y de un mayor bienestar”

Entre mantener el control y ser controlador hay un océano de diferencia. El auto control por ejemplo, es una gran habilidad que nos salva de muchos desastres en nuestro día a día. Tener la capacidad de dominar nuestras emociones, pensamientos, deseos y conductas y no dejarnos llevar por la impulsividad, es un ejercicio que sin duda nos dota de madurez y de un mayor bienestar. Sí, sí, eso de contar hasta diez... antes de meter un grito a alguien, antes de comernos el pastel de chocolate en mitad de una dieta o antes de encendernos un cigarrillo cuando vemos a alguien fumar y es nuestro tercer día alejados de ese maldito hábito... En fin. Existen innumerables situaciones cotidianas donde tenemos la oportunidad de sacar esta capacidad con nuestra mayor serenidad y eficacia. En mayor o menor medida todos ejercitamos este músculo del autocontrol.

En nuestra sociedad también se relaciona mucho el control con la responsabilidad. En las empresas, por ejemplo, se premia a aquellos trabajadores capaces de soportar una gran carga de trabajo sin apenas cometer errores. Esta forma de ser aporta cierto prestigio y mucha valoración ya que son personas con unas grandes dotes de planificación y mando.

Vida plena y felicidad© GettyImages

Pero, ¿qué pasa cuando nos dejamos llevar por el control, sin el “auto” delante y sin ningún tipo de responsabilidad sobre él? Una amiga mía, madre estupenda, magnífica esposa y trabajadora competente me decía: “necesito controlarlo todo, no sé vivir de otra forma. Me agota por un lado pero es como una adicción”. Ella ha aprendido a vivir controlándolo todo para así evitar improvisaciones, situaciones desagradables o sorpresas inesperadas...

“Las mujeres tenemos otra especie de instinto que nos empuja a ser decisivas en situaciones relacionadas con nuestra familia y entorno”

Y yo la miro y aunque me apetece decirle que no sé de qué me habla. Lo cierto es que la entiendo, porque en algún momento de mi vida he sentido que todo tenia que estar bajo control.

Todos los seres humanos gozamos de un instinto de supervivencia que nos exige mantener las situaciones con cierto control y seguridad... ya que no solemos tolerar bien la incertidumbre. Pero además me atrevería a decir que las mujeres tenemos otra especie de instinto que nos empuja a ser decisivas en situaciones relacionadas con nuestra familia y entorno; controlar todo lo que acontece a nuestro alrededor de forma presencial y remota. ¡Tenemos una asombrosa capacidad para el control remoto también! Estoy segura que sabéis de lo que hablo. Una vocecita nos susurra que tenemos que indicar el rumbo, la ruta a seguir del presente sin dar la más mínima confianza a un futuro que no coma de nuestra mano.

Vida plena y felicidad© GettyImages

No queremos hacer frente a consecuencias que desconocemos y que anticipamos como peligrosas... nos desespera demasiado, entonces nos dejamos arrollar por esa irritante e inestable vida emocional aceptando que es el precio que tenemos que pagar para sentirnos seguras. Una seguridad que es momentánea y muy engañosa... Nuestro ego nos dice que todo debe ser de una forma concreta, pero a la vida no le importa nuestro ego.

La vida sigue su curso sin tener en cuenta nuestros gustos. Ese bucle infinito que supone el ser controlador erosiona nuestra felicidad y nos coloca en una preocupación constante de la que nuestro cuerpo y nuestra mente se ven afectados irremediablemente. Esta parte del control viene sujetando la parte mas racional de nuestro ser, dejando la espontaneidad, la emocionalidad y sobre todo la libertad en la cuneta de nuestra vida. Perseguir la rigidez de cómo queremos que sean las cosas provoca que nuestra personalidad se asfixie, se haga pequeña y termine por enfermarse. Si sólo tu parte racional gobierna tu vida y lo que quieres es controlarlo todo estás dejando de lado lo más esencial de ti: tu corazón. Y tu corazón te necesita tanto como el control que quieres para tu vida.

Ser controlador erosiona nuestra felicidad y nos coloca en una preocupación constante de la que nuestro cuerpo y nuestra mente se ven afectados irremediablemente”

Y claro... algunos me diréis: “qué fácil escribirlo y describirlo desde tu calma chillona de domingo en soledad”. Pues sí, tan fácil como difícil es corregirlo y evitarlo. Todo lo que tiene que ver con nuestras conductas programadas, aprendidas o condicionadas merece un esfuerzo consciente para poder restablecerlas. Nunca olvidéis que existen espléndidos profesionales para guiarnos pero además hay una cosa que siempre ayuda, y es aceptarlo con humor y querer cambiarlo con amor.

Vida plena y felicidad© GettyImages

Querido/a afloja el nivel de control, dale una oportunidad a la libertad, a la intuición, a la sorpresa y agárrate a tu corazón, que late sin control por y para ti. Os aseguro que no es ninguna atrocidad dejar que, de vez en cuando, todo a nuestro alrededor esté bajo un exultante descontrol.

Salud y amor para todos.

Raquel

Para más Salud mental @terapiaunclick

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