El espíritu solidario de Cayetana de Alba está más vivo que nunca en Sevilla, la ciudad que más quiso y que más la quiso. La Hermandad de los Gitanos, de la que la duquesa formaba parte, acaba de presentar ‘Proyecto Cayetana. Educación en valores’, una iniciativa para apoyar a los alumnos de Primaria y Secundaria del Polígono Sur, un conjunto de barrios humildes, al sur de la capital hispalense. El proyecto, en colaboración con la Universidad de Sevilla, busca ayudar a los niños y jóvenes en riesgo de exclusión social y con carencias educativas.
Cayetano Martínez de Irujo , duque de Arjona y conde de Salvatierra, participó en el evento junto a José María Flores, hermano mayor de la hermandad, y a autoridades del Ayuntamiento de Sevilla. No asistió solo en calidad de hijo de doña Cayetana, sino también como miembro de la cofradía. “Mi madre hizo una obra social muy silenciosa, pero de una gran magnitud, y los Gitanos ha querido reflejar esta implicación dando su nombre al proyecto”, dijo el aristócrata.
“Mi madre donaba 460.000 euros a diferentes causas todos los años. Eso lo vi yo con mis ojos cuando dirigí la Casa de Alba”
Unos días después del acto, Cayetano nos recibió en el Templo de los Gitanos , el sitio que levantó su madre y donde descansan sus restos, para hablar de su nueva vida en Andalucía. Siete años después de la muerte de doña Cayetana, su hijo está centrado en la explotación de sus campos, en la hípica y en continuar con la labor solidaria que desarrolló la duquesa de Alba. Su sueño es crear una fundación con el nombre de su madre, a la que siempre se refiere como ‘la emperatriz’.
—Cayetano, tu madre fue una persona muy generosa, ¿eras consciente de todo lo que hizo?
—Solo conocíamos la punta del iceberg. Mi madre donaba cuatrocientos sesenta mil euros a diferentes causas cada año. Eso lo vi yo con mis ojos cuando dirigí la Casa de Alba. Pero, desde su muerte, me he ido enterando de que ayudaba a mucha más gente. Y no decía ni pío. Era una mujer con una grandeza humana casi por encima de su grandeza nobiliaria.
—Estamos en el Templo de los Gitanos, ¿fue su gran proyecto?
—Con catorce años, empezó a reconstruir el palacio de Liria, nuestra casa, y esa fue la obra de su vida. Pero su gran obra personal fue el Templo de los Gitanos. Estaba en ruinas y, gracias a ella, hoy es una de las hermandades más grandes del mundo.
—Has estado en la presentación del ‘Proyecto Cayetana’, ¿cómo surgió la iniciativa?
—La hermandad me dijo que quería darle forma a la obra silenciosa de mi madre y me pareció maravilloso. El ‘Proyecto Cayetana’ ayuda a niños que hasta hace muy poco no tenían salida, en una de las zonas más conflictivas de Sevilla.
—Y ahora tú quieres dar un paso más…
—El proyecto ha sido tan exitoso que hemos pensado en crear una Fundación Cayetana de Alba. Su recuerdo es tan grande en toda España y, especialmente, en Sevilla que hay que sacar adelante esa fundación.
—¿Qué papel tendrías tú?
—Aún no lo hemos definido. Aquí tendrían cabida todos los hijos de mi madre. Voy a invitar a todos mis hermanos a que participen, como hago siempre. Los invito todos los años a la Misa en recuerdo de mi madre en este templo, aunque no han venido nunca.
“Ella siempre decía que si no hubiera reconstruido el palacio de Liria y nos hubiéramos mudado a un chalé, hoy seríamos ricos”
—¿Esto os puede volver a acercar?
—Ojalá, ojalá…
—Hace unos días, tu madre habría cumplido años, ¿cómo has vivido esa fecha?
—Me lo recordó Bárbara (Mirjan, su novia). Me emocioné. No sabía que cumplía el mismo día que Amancio Ortega. Son las dos personas con más inteligencia natural que he conocido. Al día siguiente, llamé a Amancio para felicitarlo. Él sabía que cumple el mismo día que mi madre. Fue una sorpresa.
—Tus hermanos y tú ya no estáis tan unidos, ¿qué pensaría tu madre?
—Ella, que fue hija única y no tuvo una madre, no lo hizo todo lo bien que le hubiera gustado, pero de ahí a la situación actual… Es una pena que el patrimonio no se haya mantenido más unido y que mi hermano mayor, Carlos, no cuente más con todos. Estábamos con nuestra madre y ahora estamos con Carlos. He sido su más fiel general. Todos mis hermanos, desde Carlos hasta Eugenia, tenemos un pedazo de Casa de Alba. Que el patrimonio haya llegado hasta aquí ha sido por el esfuerzo y sacrificio de mi madre y de todos nosotros. Ella siempre decía: “Si no hubiera reconstruido Liria y nos hubiéramos mudado a un chalé en Puerta de Hierro, hoy seríamos ricos”. No hemos heredado un céntimo en cash…
—¿Cómo llevas tu nueva faceta de agricultor?
—Siempre me ha gustado la agricultura, lo heredé de mi padre. Si él no hubiera muerto, habría sido ingeniero agrónomo. He invertido todo el dinero que gané en mi carrera deportiva en las empresas agrícolas. Gracias a ello, estoy salvando este año de pandemia.
“Ya me ha llegado la invitación para la boda de mi sobrino Carlos. ¿Que si me apetece ir? Volver a Liria siempre es un bonito recuerdo”
—¿Te planteas vivir permanentemente en Sevilla?
—No lo sé. Cada vez estoy menos atado a Madrid.
—Te veo muy bien de salud.
—Las diez operaciones que tuve fueron fruto del dolor emocional que viví después de la muerte de mi madre. Ya lo he superado. Soy otra persona.
—En un mes se casa tu sobrino Carlos Fitz-James Stuart, ¿estás invitado?
—¡Ya me ha llegado la invitación!
—La boda será en Liria, ¿te apetece ir?
—¿Que si me apetece? Volver a Liria siempre es un bonito recuerdo.