El barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza , uno de los más importantes mecenas y coleccionistas de arte del siglo XX, habría cumplido, el pasado 13 de abril, cien años. Y como homenaje, el museo que alberga su colección y lleva su nombre ha preparado numerosos eventos, exposiciones y actos conmemorativos. En una fecha tan señalada, su mujer, Carmen Cervera , le rinde su personal tributo en nuestras páginas, recordando al que fue su marido durante diecisiete años, hasta su fallecimiento, en 2002, y los momentos más felices de su vida juntos. “Siempre poníamos música de fondo y charlábamos hasta las dos o las tres de la mañana, nos encantaba, era nuestro momento —nos cuenta la baronesa—. Y si de repente sonaba una canción de Frank Sinatra o algo así romántico, bailábamos él yo solos. Siempre me acuerdo de un saloncito muy bonito en ‘Villa Favorita’, en Lugano, abríamos las ventanas y se veía la luna reflejada en el lago, era muy especial. También nos íbamos a recorrer el museo que estaba allí, admirábamos los cuadros, hablábamos… Momentos muy bonitos que echo de menos, como las grandes tertulias con él, de tú a tú, los dos solitos y felices”.
—Siempre lo tienes en mente, pero, estos días, te habrás acordado mucho de Heini.
—Siempre está en mi pensamiento y lo echo de menos cada día. Hemos pasado maravillosos momentos y, como soy una mujer con fe, yo cada mañana le digo ‘buenos días’ cuando me despierto y ‘buenas noches’ al acostarme, igual que a mi madre y a mis seres queridos.
—El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza le rinde homenaje por su centenario con exposiciones, conferencias, conciertos, etcétera.
—Sí, estamos haciendo diferentes cosas con las que se conmemora su centenario. El día diecinueve, por ejemplo, inauguramos una exhibición de la pintora americana Georgia O’Keeffe y, más adelante, haremos una exposición centrada en el arte americano, junto con mi colección. Además de una serie de eventos, como conciertos y conferencias.
“Siempre llevo conmigo una pulsera a la que, aunque no es tan valiosa como otras joyas que me regaló después, le tengo un cariño muy especial porque fue el primer regalo que me hizo”
—Y tú, personalmente, ¿lo has celebrado de alguna manera especial?
—Lo he celebrado aquí, haciendo unos pasteles y poniendo unas velas de los años que tenía cuando nos conocimos. Por su cumpleaños me gusta hacerle algo especial para estar más cerca de él. Siempre lo celebrábamos juntos y cada año lo he seguido haciendo. Este y el pasado, con la pandemia, no he podido, pero todos los años me iba a Alemania a ponerle flores en el castillo de Landsberg, donde está enterrado junto a su padre.
—¿Qué encontraste en el barón Thyssen?
—A una persona maravillosa. Era un hombre muy especial, con una gran personalidad, además era un gran señor, muy educado, inteligente, listo y muy divertido y alegre; tenía un gran sentido del humor. Era un hombre, de verdad, fuera de serie, de naturaleza elegante y muy cariñoso y romántico. Muy recto y correcto, con mucha fe y muy limpio de alma. Tengo recuerdos muy bonitos.
—¿Es verdad que el barón tenía, a veces, un humor un poco loco y surrealista?
—Totalmente divertido. Daba unas volteretas en el suelo que no he conocido a una persona con una agilidad como la que tenía él —ríe—.
—Porque era un gran deportista.
—Sí, jugaba al tenis y esquiaba muy bien. Era una persona con mucha energía, no le importaba no dormir, no se cansaba, y yo tampoco. Nos íbamos a dormir tarde y nos levantábamos prontísimo.
—Tuvo muchas mujeres…
—Sí, yo fui la quinta y la última, también fui la quinta esposa de Lex Barker. Es curioso, me casé con Lex en el año mil novecientos sesenta y cinco y con Heini, en mil novecientos ochenta y cinco, ambas fechas con el cinco… Me acordaré siempre de que nos dieron el permiso para casarnos el quince de agosto y dijo: “Vámonos a casarnos ahora mismo a Inglaterra”, y así lo hicimos, el día dieciséis, en Daylesford.
—¿Crees que fuiste su gran amor? ¿Él te lo dijo?
—Sí, me lo decía siempre, que había encontrado el amor de su vida.
—¿Y para ti lo fue también? Porque tú también quisiste mucho a Lex.
—Mucho. Los dos grandes amores de mi vida han sido Lex, en la juventud, y Heini, en la época que yo tenía ya cuarenta y tantos años.
—¿Crees que conociste a Heini en el momento adecuado y que si le hubieras conocido antes, quizá, no hubierais estado juntos?
—No, no, me hubiera gustado conocerlo muchísimo antes y él a mí, nos hubiera encantado. Pero eso nunca lo comentamos porque estábamos felices de estar juntos. Cuando he leído el libro de sus Memorias y he visto las fotos de lo genial que era, paseando con dos panteras por el Bois de Boulogne en París... (Ríe). Si nos hubiéramos conocido en esa época, hubiera sido impresionante también.
“Encontré a una persona maravillosa, un hombre muy especial, con una gran personalidad, muy educado, inteligente, listo y muy divertido. Era también muy romántico”
—Tuvo una infancia dura, muchas desavenencias familiares…
—Lo más duro, de verdad, fueron los ocho años que pasamos para convencer a la familia de que queríamos que la colección estuviese en España. Y la pena que tengo es que, cuando finalmente llegamos a la paz familiar, en Basilea, Heini falleció veinte días después.
—¿Guardas algo de él con especial cariño y de lo que no te separarías nunca?
—Sí, la primera pulsera que me regaló, una Navidad cuando éramos novios. Era de Harry Winston, aunque no tan valiosa como otras joyas que me regaló después, pero siempre la llevo conmigo porque fue el primer regalo que me hizo, después de haberlo pasado mal en otras épocas de mi vida, y me emocioné muchísimo porque otra vez alguien había pensado en mí con cariño.
—¿Sigues en tus trece de que estás mejor sola, sin la compañía de una pareja?
—Sigo en mis trece, estoy muy feliz porque tengo tantas vivencias bonitas… Yo los recuerdos los mantengo, no los olvido ni tiro, y no tengo ganas, no me imagino cómo estaría con otra persona. No se puede decir de esta agua no beberé y no sé lo que la vida me tiene preparado, pero yo no pienso en ello. Me he acostumbrado también a estar libre. Me casé muy joven y he estado toda la vida casada. No estoy sola y no sé lo que es aburrirse. Y luego el trabajo que tengo entre las niñas, las casas, los cuadros, los museos… No tengo mucho tiempo, pero espero tenerlo para poder pintar este verano, leer, que me encanta, y seguir recordando cosas de mi vida para las futuras Memorias. Estoy tomando apuntes para llevarlas a cabo.