boda jaime mart nez bordi © Fernando Junco

EXCLUSIVA

Entramos en la boda secreta y por sorpresa de Jaime Martínez-Bordiú y Marta Fernández

El 7 de abril, tras casi doce años de relación, celebraron un improvisado enlace ante cuatro testigos, uno de ellos fue Luis Alfonso de Borbón


Actualizado 25 de junio de 2021 - 10:56 CEST

Jaime Martínez-Bordiú no ha olvidado el día que conoció a la empresaria gallega Marta Fernández. Fue en 2009, durante una fiesta, en Madrid, a la que ambos estaban invitados. “Se acercó a hablar conmigo porque me reconoció. ¡Resulta que era admiradora de mi abuelo!”, recuerda el menor de los siete nietos de Francisco Franco e hijo de Carmen Franco, duquesa de Franco, y Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde. Tras ese fortuito encuentro, continuaron viéndose. “Me hizo gracia desde el primer momento. Era muy mona, estilosa... y me pareció divertida. Ella vivía en Vigo. Fui a visitarla, luego vino a Madrid... ¡y todo fue surgiendo de una manera natural!”. Entonces, Jaime, que ahora tiene cincuenta y seis años, luchaba contra un problema de adicción. Marta, cuya edad es un misterio —“la he olvidado, lo siento”, confiesa entre risas—, se convirtió en su mejor apoyo.

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Boda Jaime Martínez Bordiú© Fernando Junco
© Fernando Junco
Sobre estas líneas, Jaime Martínez-Bordiú y Marta Fernández posan en el restaurante Saddle, de Madrid, junto a sus testigos y un par de amigos. De izquierda a derecha, Javier Tudela, Francisco Freire, Paloma Segrelles, Luis Pena y José María de Ulloa y Suelves.

El pasado miércoles 7 de abril, casi doce años después, la pareja celebró su matrimonio en la más estricta intimidad. El acto tuvo lugar en la notaría de su buen amigo Luis Pérez-Escolar, ubicada en la calle Fortuny, de la capital. Los novios llegaron a las dos del mediodía, acompañados de cuatros testigos. Por parte de Jaime asistieron su sobrino mayor, Luis Alfonso de Borbón, hijo de Carmen Martínez-Bordiú y duque de Anjou, y José María de Ulloa y Suelves, hijo de los fallecidos marqueses de Castro Serna y amigo íntimo desde la infancia. Por parte de la novia, el empresario gallego Francisco Freire Arteta, dueño de la metalúrgica Megasa y uno de los hombres más ricos de Galicia, y el también empresario Pablo de Castro Luis.

Una boda imprevisible

La pareja tomó la decisión de casarse cuarenta y ocho horas antes. El lunes 5, tras regresar de viaje, acudieron al juzgado para recoger el expediente matrimonial, que habían solicitado unos meses antes, preocupados por un posible colapso de la administración tras el fin de la pandemia: “Pensamos que, cuando pase todo, habrá mucha gente que aproveche para casarse y, quizá, entonces sea más difícil”, explica Marta a ¡HOLA!. Desde 2018, tenían en mente contraer matrimonio, pero la sucesión de diversos acontecimientos familiares y el estallido de la pandemia los obligaron a posponerlo. Hasta ahora. Ese mismo día 5 visitaron la notaría y pidieron cita lo antes posible. El miércoles 7 fue la fecha elegida. La noche anterior contactaron con los testigos.

“Hace tres años que queríamos casarnos. Lo pospusimos, primero, por la muerte de mi madre; después, por la exhu­mación de mi abuelo, y luego, por la pandemia. Al final, pasaba el tiempo y no podía ser”, cuenta Jaime

Jaime y Marta han intentado mantener en secreto su boda. Para ellos, esta ceremonia era un “mero trámite” con el que formalizar su relación. Su plan consistía en contar “tranquilamente” a sus respectivas familias que se habían casado y, tras esta ronda de llamadas, sorprender a un reducido grupo de íntimos amigos durante un cóctel que habían organizado para esta semana, coincidiendo con la reapertura del hotel Ritz, de Madrid. Pero, pronto, la noticia llegó a ¡HOLA!, que desveló el enlace en exclusiva en su versión digital.

La imprevista noticia sorprendió a su círculo más cercano. Jaime no informó a sus hermanos, con quienes había estado reunido esa misma mañana. Tampoco avisó a su hijo, Jaime, de veintiún años, fruto de su primer matrimonio con la empresaria de la comunicación Nuria March y que reside actualmente en Londres, debido a sus estudios. Por su parte, Marta no se lo comunicó a sus padres. “¡Es que queríamos dar la sorpresa!”, se justifica Jaime, sabedor de la extrañeza que ha provocado su decisión. Para entender esta curiosa manera de celebrar su enlace es importante conocer el carácter práctico de los novios: “No somos nada románticos, nos gusta improvisar. ¡Es mucho más divertido así! Las películas de amor americanas, para los americanos”, nos explican.

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Una imagen de la pareja besándose.

Muchos nervios y un beso

Como no le dieron mucha importancia, Marta se vistió cinco minutos antes de salir de su residencia, en Villafranca del Castillo (Madrid), con un look que ya había llevado con anterioridad. La empresaria escogió para la ocasión un pantalón de Missoni de color champán, que combinó con una chaqueta brocada y un top lencero del mismo color. “No pedí cita ni en la peluquería”, ríe. Por su parte, Jaime apostó por una blazer azul que adornó con un pañuelo, un pantalón gris y una camisa azul, que lució con unos gemelos con el escudo de armas de su abuelo, que hace años le regaló su abuela Carmen Polo. No hubo ni padrino, ni madrina, ni lecturas, ni música, ni ramo de flores. Afortunadamente, sí que hubo alianza. El acto fue breve y divertido. “El notario es muy ingenioso y Marta estaba nerviosa. La verdad es que nos reímos mucho y lo pasamos bien. ¡Hicimos muchas bromas!”, recuerda Jaime. Los votos no fueron emotivos: “Consiste en leer la ley. Yo, Jaime Martínez-Bordiú, consiento…”. Pero, al menos, hubo beso, “¡claro que sí!”.

Tras el acto, los contrayentes y algunos de los testigos se desplazaron hasta el restaurante Saddle, de Madrid, el antiguo Jockey, todo un símbolo de la gastronomía de Madrid y que hoy sigue aglutinando a la élite política y social de la ciudad. Allí, Marta y Jaime celebraron su ‘sí, quiero’ con algunos de sus testigos —Luis Alfonso no asistió, pues tenía otro almuerzo— y dos amigos que se unieron, entre los que estaba Paloma Segrelles. Curiosamente, al entrar en el local coincidieron con la infanta Elena, a la que, a pesar de que saludaron con afecto, tampoco informaron de que, tan solos unos minutos antes, se habían casado. “¡Es que era sorpresa!”, insisten por enésima vez. El menú era libre. Como buen aficionado a la caza, Jaime se decantó por un pichón. Marta, por un lenguado a la meunière. No se sirvió tarta, pero sí brindaron: “Yo no bebo alcohol y lo hice con una Coca-cola light on the rocks”, desvela Jaime.

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Su noche de bodas

Tras abandonar el restaurante y hacer algunos recados —Marta fue al dentista y Jaime, al masajista—, pusieron rumbo al céntrico hotel Four Seasons, de Madrid. Allí, ya solos, cenaron en pareja en la brasserie del chef Dani García, ubicada en la terraza, desde donde se obtienen unas vistas espectaculares del centro de la ciudad. A Marta la agasajaron con un ramo de flores. Tras la boda, la pareja se marchó de viaje el fin de semana. Una pequeña luna de miel improvisada que esperan disfrutar, próximamente, en un destino de ensueño. Viajar es una de sus aficiones favoritas.

Durante las vacaciones de Semana Santa, Marta se desplazó hasta Punta Cana. Allí, aprovechó para celebrar su despedida de soltera. Junto a su amiga Raquel Bernal, exmujer de Álvaro Muñoz Escassi, organizó una inolvidable fiesta en la que actuaron Juan Magán y Henry Méndez y a la que acudieron numerosos rostros conocidos que se encontraban en el Caribe pasando también unos días de asueto: el empresario Abel Matutes Prats, hijo del exministro de Aznar, y su mujer, Linda Scaperotto; Álvaro Muñoz Escassi, Lara Dibildos, Javier Hidalgo y Beltrán Gómez-Acebo, junto a su esposa, Andrea Pascual. Por su parte, Jaime se quedó cazando en la provincia de Madrid.

En Semana Santa, Marta celebró su despedida de soltera en Punta Cana. Fue una fiesta en la que actuaron Juan Magán y Henry Méndez. Entre sus invitados: Abel Matutes y su mujer y Beltrán Gómez-Acebo y Andrea Pascual

A pesar de que querían pasar lo más desapercibidos posible, la noticia de su boda ha resultado ser una información de alcance. Tanto que sus móviles están desbordados con cientos de mensajes de felicitación: “Nuestros amigos y familiares nos tendrán que perdonar. ¡Responderemos poco a poco!”. Al final, lo que iba a ser un mero trámite terminó convirtiéndose en la inesperada sensación de la temporada nupcial.

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Arriba, Marta Fernández posa con Paloma Segrelles, una de las amigas que pasó por el restaurante Saddle para felicitar a la pareja. Sobre estas líneas, el feliz matrimonio también se fotografió con el empresario Francisco Freire y otro buen amigo, Luis Pena.

Hablan los novios

—¡Menuda sorpresa! ¿Por qué os habéis casado en secreto?

Jaime.—Ha sido por las circunstancias. Hace tres años que queríamos casarnos. Lo pospusimos, primero, por la muerte de mi madre; después, por la exhumación de mi abuelo, y luego, la covid. Al final, pasaba el tiempo y no podía ser.

Marta.—Teníamos fecha para junio de dos mil dieciocho, en el Marbella Club. Nunca pensamos en casarnos en el Pazo de Meirás. Yo soy gallega, pero me gusta más el sur. Cuando, en el verano de dos mil diecisiete, fuimos a visitar a la madre de Jaime y se lo contamos, nos dijo que estaba malita. Decidimos cancelarlo todo. No estábamos de humor.

—¿Cuándo lo decidisteis?

J.—Cuando nos notificaron del juzgado que el expediente estaba listo. Me llamaron antes de Semana Santa. El lunes después de las vacaciones, el día cinco, recogimos los papeles, se los llevamos al notario y el miércoles siete nos casamos.

M.—El viernes antes de Semana Santa, yo estaba en el aeropuerto. Me fui de vacaciones a Punta Cana, a la casa que mi buena amiga Raquel Bernal, exmujer de Álvaro Muñoz Escassi, tiene allí. Jaime me llamó y me dijo: “Me han llamado del juzgado. El expediente está listo, así que el viaje se acaba de convertir en tu despedida de soltera”.

—¿Por qué habéis elegido a estos cuatro testigos?

J.—Por confianza, por discreción.

—¿Cómo han reaccionado ellos?

M.—Los avisamos la noche anterior. Les preguntamos: “¿Qué hacéis mañana? ¿Podéis estar a las dos en la notaría?”.

—Jaime, ¿qué te ha dicho tu sobrino Luis Alfonso?

—¡Me conoce muy bien! Contestó: “Tengo una comida, pero la retraso y, por supuesto, no te fallo”.

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Marta presume de su alianza, un anillo de Tiffany.

—Con tanta prisa, ¿os dio tiempo a conseguir las alianzas?

M.—¡Fui el día de antes a Tiffany! Compré un anillo y se lo di a Jaime: “Toma, esta me la vas a regalar mañana”. Es muy sencilla, de oro amarillo y sin inscripción.

—¿Y el anillo de Jaime?

J.—Yo no llevo. En una boda civil no es condición sine qua non.

—Marta, ¿qué piensas de este asunto?

—Él que vaya sin alianza. Es cazador y la iba a perder en dos minutos.

—¿Hubo brindis? ¿Y beso?

J.—Sí, por supuesto que hubo beso. Como yo no bebo, he brindado con mi Coca-cola light on the rocks.

—La noticia ha causado mucha sorpresa no solo en la prensa, sino en vuestro círculo de amigos y familia. ¿Por qué no se lo habéis comunicado a nadie?

M.—No, ni los hermanos de Jaime ni mis padres lo sabían. Solo los testigos y la notaría. La idea era ir, firmar y seguir con nuestros recados del día a día. Yo tenía cita en el dentista y Jaime iba a darse un masaje. Lo único especial era que habíamos reservado una suite en el hotel Four Seasons, de Madrid. Cuando se han enterado se han quedado superextrañados.

—J: La idea era llamar a la familia tranquilamente durante los días posteriores para comunicárselo. Esta semana queríamos ir al Ritz con un grupo de amigos y sorprenderlos: “¡Nos hemos casado!”. Como se filtró, lo hemos cancelado. La gran fiesta tendrá que esperar.

“Nos encantaría casarnos por la Iglesia. He iniciado los trámites para pedir la nulidad matrimonial”, cuenta Jaime, que estuvo casado en primeras nupcias con Nuria March

—Jaime, ¿cómo han reaccionado tus hermanos?

—Les hizo gracia cuando se enteraron. Me reuní con ellos por la mañana. Aparecí con una chaqueta y camisa estupendas, pero me callé como un muerto. Se lo conté después.

—¿No se han enfadado?

—No, se han reído. “Qué calladito lo teníais”. Era una cosa rápida y un trámite. No le dimos mayor importancia.

—¿Qué te ha dicho tu hermana Carmen?

—Muchas felicidades, hermanito…

—Jaime, tu hijo tampoco estaba, ¿por qué?

—Es que no se lo he dicho a nadie. Cuando se lo he contado, me ha deseado todo lo mejor. Me ha preguntado por qué era un secreto, pero es que, como digo, no se lo hemos contado a nadie.

“No tengo el mayor interés en ser madre. Nunca me ha gustado mucho, aunque todavía podemos dar la sorpresa, pero creo que no”, desvela Marta sobre la maternidad

La duquesa de Franco, en el recuerdo

—A pesar de que fue algo rápido, te habrás acordado de tu madre...

J.—¡Por supuesto! Ella sabía que nuestra idea era casarnos. El verano anterior a su muerte se lo contamos. Luego se puso muy malita y me confesó que lo que más pena le daba es que no iba a poder ir a nuestra boda.

—¿Cómo definís vuestra relación?

M.—Muy divertida. Nos llevamos genial y estamos todo el día riéndonos. Jaime no tiene un ápice de maldad. ¡Es todo buen carácter!

—Ya erais pareja de hecho, ¿cierto?

J.—Sí, lo hicimos a los cuatro años de relación. También fue secreta, vinieron mi ahijado Juanjo (Franco Suelves, hijo de Francis Franco) y una amiga de Marta.

—¿Qué va a suponer esta boda, además de un cambio de estado civil?

J.—Nada. ¡Todo va a ser igual! Pero nos apetecía. Era la crónica de una felicidad anunciada.

M.—Llevamos once años juntos. Queríamos organizar los papeles y tener la excusa, cuando acabe la pandemia, para hacer una gran fiesta.

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Los recién casados nos reciben en la ‘suite’ del hotel Four Seasons de Madrid, donde pasaron la noche de bodas.

—¿Cómo ha sido la noche de bodas?

M.—Muy tranquila.

—¿Cuál ha sido vuestra primera conversación?

J.—Le he dicho: “Buenos días, señora Martínez-Bordiú”.

M.—Lleva todo el rato llamándome “señora”. Dice que ya se acabó lo de “señorita”. Yo estoy cabreada porque prefiero que me siga llamando “novia”. ¡Me hace más joven! Le he prohibido que me llame “mujer”... ¡Me caen cinco años de repente!

—¿Preparada para ser la señora Martínez-Bordiú?

M.—Hace muchos años que me trata de “señora de” y lo asumo. Todo el mundo me llama Marta Bordiú.

—¿Te gusta el apellido?

M.—Me encanta el apellido Franco. ¡Ese es el que me gusta! Soy admiradora de la figura de su abuelo. Yo no había nacido cuando era Jefe de Estado. He leído sobre él y es una figura histórica que me interesa.

—¿Pensáis celebrar vuestro enlace de alguna forma en el futuro?

M.—Nos gustaría hacer una gran fiesta en el Caribe. ¡A lo bestia! ¡Con mucha música y alcohol! Y, claro, todos nuestros amigos. Lo queríamos hacer en Marbella, pero ahora he estado en un sitio, que se llama hotel Eden Roc, en Cap Cana, y me ha encantado. Será cuando la pandemia lo permita. Me veo con un vestidazo de Alexandre Vauthier.

J.—Yo con algo de flamenquito…

Más celebraciones a la vista

—¿Os gustaría repetir por la Iglesia?

J.—Sí, seguramente. Es un proceso lento, pero nos encantaría. He iniciado los trámites para pedir la nulidad matrimonial.

—Jaime, a tu primer enlace acudieron el Rey Felipe y la infanta Cristina. Cuando podáis organizar la boda por todo lo alto, ¿los invitarás?

J.—Tengo una relación estupenda y cordial con ellos, pero no muy cercana. Si hiciera un evento social importante, por supuesto que los invitaría y me honraría su presencia, pero como no es mi idea...

J.—Somos amigos de Felipe, el hijo de la infanta Elena, que es muy simpático. Coincidimos mucho con él en Marbella o Ibiza.

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Jaime y Marta cenaron en la ‘brasserie’ del chef Dani García, en el hotel Four Seasons.

—¿Para cuándo la luna de miel?

M.—Es que viajamos con mucha frecuencia. De hecho, tras la boda, nos hemos escapado el fin de semana y a lo mejor se convierte en nuestra luna de miel. Lo improvisamos todo. Hacemos las maletas con una facilidad... ¡y de un día para otro sacamos billetes! Nos encantaría repetir en Punta Cana y de safari en África.

—Por cierto, ¿cómo fue vuestra pedida?

M.—No hay que buscar el lado romántico, es todo más práctico e improvisado. Nunca me propuso: “¿Te quieres casar conmigo?”. Un día me dijo: “Mira este anillo”. Y yo: “Qué mono, me encanta”. Y ya. No fue especialmente romántico.

—¿Cuál es la historia de esa joya?

J.—Una sortija de esmeralda muy bonita, que era de mi abuela y que le compré a mis hermanos. Recuerdo ver a mi abuela con ella puesta… y también a mi madre.

—Marta, eres la mujer enigma. Háblanos un poco de ti. ¿A qué te dedicas? ¿Quién es tu familia?

—¡Que siga siendo así! No me gusta que sepan mucho de mí. No quiero hablar de mis negocios o mi vida íntima. En once años no hemos dado ni un solo reportaje. ¡Es la primera vez!

El amor ante la adversidad

—Conociste a Jaime en un momento difícil para él, ¿cómo lo recuerdas?

M.—Cuando conocí a Jaime tenía problemas de adicciones. Se rehabilitó y listo. Hace muchos años de eso. Estoy muy orgullosa de él y ha tenido una fuerza admirable. Ha sido loable, porque poca gente lo consigue.

J.—Marta me ha ayudado muchísimo. Ha estado a mi lado, apoyándome y entendiendo mi enfermedad. Hace ocho años que ya estoy bien y dejé las terapias. Afortunadamente, puedo hablar de agua pasada.

—Marta, ¿cómo era la relación con la madre de Jaime?

—Nos teníamos cariño. Conmigo fue estupenda. Me llevaba fenomenal con ella y la respetaba mucho.

—¿Cómo te recibió su familia?

—Muy bien. Es una familia bien avenida. ¡Gracias a Dios!

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Marta abandona el restaurante Saddle, donde celebró su enlace, para poner rumbo al dentista, en el Ferrari de unos amigos.

—¿Cuándo te diste cuenta de que era el hombre de tu vida?

—Fue natural. Pensé: “Qué adorable es, cómo lo quiero y cómo me río”.

— ¿Y tú, Jaime?

—No lo sé, pero supongo que cuando tuvo que soportar muchas cosas a mi lado. Tuve una época muy mala y le agradecí muchísimo su apoyo.

—Después de la boda, ¿habéis pensado en ampliar la familia? Marta, nunca has sido madre.

M.—No, ni tengo el mayor interés. Nunca me ha gustado mucho, aunque todavía podemos dar la sorpresa, pero creo que no.

—Marta, para ti es tu primera boda. Jaime, para ti, la segunda ¿y la definitiva?

J.—Sí, por supuesto. Marta me dijo: “No seré la primera, pero voy a ser la última”.