Por segundo año consecutivo, el Papa Francisco celebró la Misa del Domingo de Resurrección y ofreció su mensaje de Pascua en una basílica de San Pedro prácticamente vacía. Solo 150 invitados, debido a las restricciones por la pandemia, unidos a 24 cardenales y cuatro obispos.
Una celebración solemne en la que se acentuaron los significados de los rituales y los gestos anunciando la derrota de la muerte. Este es el domingo en el que la promesa se convierte en certeza: “Cristo ha resucitado”. En su mensaje, “Buena Pascua, una santa y serena Pascua”, que dio dos horas después de la Misa de Resurrección —no leyó la homilía y se mantuvo en silencio—, el Papa Francisco hizo un llamamiento a la comunidad internacional para frenar los conflictos bélicos y los efectos que está causando la pandemia, pidiendo “que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros”, instando a un “internacionalismo de las vacunas” para promover su distribución en los países más pobres.
El Papa, que ha cumplido ochenta y cuatro años de edad y ocho de pontificado, inició el pasado jueves los oficios de la Semana Santa con la Misa matinal en la basílica de San Pedro, en la que se bendicen los aceites que se van a utilizar durante los sacramentos, aunque tuvo que renunciar, de nuevo, al tradicional lavado de pies del Jueves Santo.
Asimismo, la noche del viernes, el Santo Padre presidió en el atrio del templo el Vía Crucis, que discurrió en el cementerio de la basílica de San Pedro y no alrededor del Coliseo, como otros años, y el sábado por la tarde celebró la Vigilia Pascual.
Tras la bendición Urbi et orbi del domingo, impartida también desde la basílica, concluían los actos de una Semana Santa marcada, un año más, por el coronavirus , que ha impedido a millones de fieles de todo el mundo, especialmente en España, acudir a las procesiones y actos litúrgicos que se celebran en estas fechas señaladas, aunque ya con la esperanza de que, con la población vacunada, el próximo año puedan discurrir con plena normalidad.