Angelina Jolie y Brad Pitt se separaron en septiembre de 2016. Cinco años después, la ex pareja sigue sin llegar a un acuerdo definitivo sobre la custodia de los cinco de sus seis hijos aún menores de edad: Pax, Zahara, Shiloh, Knox y Vivienne. Según se acerca la nueva vista oral ante los tribunales, la historia se recrudece. La actriz parece no estar dispuesta a compartir al cincuenta por ciento el tiempo con sus hijos y desea vivir fuera de Estados Unidos, algo a lo que se negaría Pitt. Por ello ha presentado unos documentos, según se ha publicado, que complicarían la defensa del actor, donde aportaría nuevas pruebas “que demuestran violencia doméstica”. Y a esto se suma que el hijo mayor de la pareja, Maddox, de diecinueve años, habría ya prestado declaración favor de su madre.
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En medio de este nuevo escollo en el acuerdo definitivo, que parece no llegar nunca, cada vez van quedando menos lazos de aquel amor de portada desde 2005. El último paso de Angelina ha sido sacar a subasta, a través de Christie’s, la pintura La torre de la mezquita Kotubia, de Winston Churchill, que Brad Pitt adquirió para ella en 2011 en la galería M.S. de Nueva Orleans. El cuadro, vendido por 9,6 millones de euros, es uno de los más famosos del Primer Ministro británico, que pintó en Marrakech en plena Segunda Guerra Mundial como regalo al presidente Franklin D. Roosevelt tras la Conferencia de Casablanca, en 1943, como símbolo de la relación especial entre las dos naciones aliadas.
Pero esta no es la única obra adquirida por el famoso actor. Apasionado de la arquitectura –desde sus años de Universidad cuando ‘descubrió’ a Frank Lloyd Wright-, su gran debilidad son los muebles Art Decó y Art Nouveau (colecciona y diseña), pero también es un enamorado del arte desde hace mucho tiempo. Durante su unión con Angelina reunió lo que se ha descrito como una ‘galería privada’ (al parecer en el Château Miraval que compraron en Francia) de todas sus piezas. Al separarse, se mantuvo en secreto como fue la división de las obras, pero la devoción por el arte del actor ha sido cada vez más profunda en los últimos años.
“No compro por inversión, solo ciertas cosas que me conmueven, me gusta estar cerca de ellas todos los días y que podrían inspirar a mis hijos”.
Tanto, que a principios de 2017 recurrió a la escultura como una forma de terapia para relajarse y canalizar su energía y pasó un tiempo en el taller de Thomas Houseago, del que tiene varias obras, según reconocía recientemente en el podcast WTF de Marc Maron, en el que participó junto a Leonardo DiCaprio (un gran coleccionista). A pesar de su discreción, Pitt reconoció que “me gusta mucho el arte” y cuando se le preguntó que tipo de arte le interesa para su colección aseguró “bueno, no sabría como describir eso” añadiendo que le molesta la palabra “colección” y no compra por inversión: “no, no, nunca, solo ciertas cosas que me conmueven y me gusta estar cerca de ellas todos los días, y que podrían inspirar a mis hijos”.
La estrecha relación de Brad Pitt con el mundo del arte viene de muy lejos. Además de inaugurar en más de una ocasión la Feria de Arte de Basilea, ha visitado la Documenta de Kassel, es donante del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, y suele visitar con frecuencia otras ferias y exposiciones, siendo uno de sus estilos predilectos el Art Street. En 2009, compró por un millón de dólares en Art Basel de Suiza la pintura Etappe de Neo Rauch, un artista que le gusta mucho y del que en ese momento ya tenía varias obras; sus posesiones incluyen también obras de Bansky y Dom Pattinson, de quienes es amigo personal, del artista canadiense Marcel Dzma, de Ed Ruscha, de Bambi (de este artista británico del grafiti adquirió los retratos del príncipe Guillermo y Kate, de la Reina y de la cantante Amy Winehouse) y del escultor Richard Serra.
En el Frieze Art Fair en Los Ángeles, en 2019, celebrado en los estudios Paramount Pictures, convertidos en una enorme sala de exposiciones con objetos de arte contemporáneo de todo tipo, el actor aseguró: “Es hora de que tengamos una feria aquí. Espero que sigan así”, antes de darse un paseo por las instalaciones, hacerse algún que otro selfie, e interesarse por varias obras, entre ellas las del pintor madrileño Secundino Hernández (1975), cuyo trabajo se encuentra en importantes colecciones públicas y privadas de medio mundo.