La última vez que posó para ¡HOLA!, escasos días antes de las celebraciones navideñas, Cecilia Gómez no podía mostrarse más ilusionada con Marco Vricella, con quien se puso en contacto en pleno confinamiento —a través de un amigo en común— para realizarle una consulta médica y al que ya pudo conocer en persona en junio. Entonces, la bailarina no solo se acababa de mudar con el cirujano plástico, exmarido de Sonia Ferrer, a un impresionante ático situado a las afueras de Madrid, sino que nos anunciaba su compromiso, fijando su boda para el 26 de junio. Pero la convivencia entre Cecilia y Marco no tardó en provocar un desgaste en la pareja hasta tomar una decisión drástica. Fue la semana pasada, tal y como anunció ¡HOLA!, cuando rompieron su relación, dando por concluidos sus ocho meses en común y anulando también su compromiso, a solo tres del enlace.
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“Ha sido el trato. No me he sentido respetada. Me ha llegado a decir: ‘Si no cambias, no hay boda. Y tú no me sirves como mujer para lo que yo quiero’. Palabras textuales”
En estos momentos, la bailarina no puede ocultar su perplejidad por los motivos que han producido este desengaño amoroso, aunque lo importante para ella sea sacar fuerzas para salir adelante. “Sabéis que he tenido relaciones y rupturas, más o menos, públicas. Nunca he entrado en detalles, se hayan portado conmigo bien o no. Pero esta vez es distinto”, nos afirma Cecilia, quien ya compartió vida sentimental con Francisco Rivera, el empresario Emiliano Suárez y el gimnasta Jesús Carballo, en el pasado. Y es que la gaditana siente la necesidad de contar lo que ha ocurrido a lo largo de estos tres meses de convivencia con Marco Vricella. “Voy a ser lo más sutil posible y voy a hablar de lo que yo he sentido. No voy a acusarle de nada. Cada uno ya que interprete lo que quiera”, nos avisa.
—Cecilia, ¿cómo te encuentras?
—Estoy un poco en shock e intentando solucionarlo todo, porque estábamos con los preparativos. Estoy bastante fuerte, pero caeré después. Ahora, lo principal es salir del atolladero en el que me he visto sumergida.
—¿Qué ha sucedido?
—Ninguna mujer debe aguantar ninguna situación, llamémosle, incómoda, aun estando a las puertas del altar. Al comienzo, estaba muy ilusionada. Pensaba que estaba con una persona muy afín a mis valores y con una visión de la vida muy parecida. Por eso, cuando me pidió la mano, estaba convencida de que era la persona con la que quería compartir el resto de mi vida. A estas edades conoces a una persona con la edad de Marco y lo que esperas es que haya honestidad, porque no estamos para personajes…
—¿Cuándo empezó a cambiar?
—En el momento que nos fuimos a vivir juntos. Ahí salen unas actitudes de Marco que, como mujer, no me encajaban. En un principio, quería excusarle y pensar que estábamos en un proceso de adaptación, de convivencia, que necesitábamos nuestro tiempo… Pero, en vez de mejorar, las cosas fueron a peor.
—¿Hablas de discusiones?
—No hemos tenido discusiones porque la comunicación no ha sido fluida. Ha sido el trato. No me he sentido respetada. Me ha llegado a decir: “Si no cambias, no hay boda. Y tú no me sirves como mujer para lo que yo quiero”. Palabras textuales. No hay que perder el respeto. Y no me he sentido respetada.
‘No me sirves como mujer’
—¿Te refieres malas palabras, insultos o algo más?
—A veces, los insultos no son solo malas palabras. Hay muchas formas de insultar a una persona. Por ejemplo, decir “no me sirves como mujer para lo que yo necesito” me parece una forma de insultar. Yo no puedo ser lo que él considera que es mi cometido como mujer, dentro de una casa y una familia, porque mi concepto es otro. Pero esas cosas se dicen desde el principio y no cuando estás de cara a una boda o un compromiso en el que hay unas celebraciones y muchísima gente involucrada. Pero si te ves metida en una espiral de cosas de la que no sabes cómo salir, hay que ser valiente e irse. Fuera miedos, fuera vergüenza.
“Había un ‘catering’, un espacio, una ‘wedding planner’, unas joyas, un vestido, los invitados… Es que nos quedaban tres meses para casarnos”
—¿Hablas de actitudes machistas?
—No quiero hacer una acusación, pero lo siento así.
—Para cancelar una boda, habrás considerado intolerables esas actitudes…
—Totalmente intolerables, de las que no estoy acostumbrada ni he vivido nunca. Por lo que sé de otras relaciones, es un patrón que se repite. Es su condición. Desde aquí, le digo a Sonia Ferrer que ahora entiendo todo.
—Pero ¿habéis tenido alguna discusión más acalorada?
—Si alguien me juzga si sirvo o no como mujer, ahí no me puedo quedar callada. Pero no hemos tenido conversaciones fuertes porque yo no entro al trapo. Su forma de hacerte sentir mal es con la indiferencia y hacerte sentir mal en tu propia casa.
“Estoy un poco en ‘shock’ e intentando solucionarlo todo. Caeré después, pero ahora lo principal es salir del atolladero”
—Tras discutir, ¿te dejaba de hablar?
—Cuando no te comportas como él considera que se tiene que comportar una mujer, su actitud es de rechazo, como mujer y como persona.
—Entonces, ¿has encontrado una cara de Marco que no te imaginabas?
—No es que encontrara otra cara, es que he descubierto la verdadera. Para mí, esto es un impostor.
—¿Has tomado tú la decisión de romper?
—No. Cuando vio que yo no me iba a comportar como él consideraba, me dijo que me marchara cuanto antes.
—¿Y cuándo te lo dijo?
—La semana pasada, después de varias semanas sin hablarme y compartiendo techo. Hacía tiempo que dejé de saber dónde estaba. No me decía a dónde se iba ni de dónde venía… Era como si yo no estuviera. Me consta que no es la primera vez que actúa así... ni será la última.
—Pero, el pasado día doce, Marco te comentó una fotografía de tu padre que compartiste en redes…
—Ahí no me hablaba, aunque, de puertas para fuera, parecía estar más volcado en mí y todo era normal. En un principio, intentaba hablar y solucionarlo, pero llega un momento en el que dices: “No tengo que estar detrás. Cuando quieras, hablamos”.
Aún vive en la casa con Marco
—¿Cuándo dejaste la casa?
—Estoy en ello. Este fin de semana he estado durmiendo en casa de unos amigos, pero yendo y viniendo. La casa era un proyecto en común y no puedo irme de la noche a la mañana por un capricho suyo, por un “ya no me sirves”. No soy un perro, aunque un perro tampoco se merece esto.
“Por lo que sé de otras relaciones, es un patrón que se repite. Es su condición. A Sonia Ferrer le digo que ahora entiendo todo”
—¿Y cómo ha sido la convivencia estos últimos días?
—Incomodísima, sin hablarnos y sin mirarnos a la cara. Intentando coincidir lo menos posible. Como desde este lunes está trabajando fuera de Madrid, estoy más tranquila. Pero, cuando vuelva, pasaré un tiempecito en casa de mis amigos y con mi madre. Me imagino que su intención es quedarse a vivir en esta casa hasta que encuentre otra. Igual quiere quedarse, porque tiene una niña. Desde luego, la que no aguanta más esta situación soy yo y me voy.
—¿Cómo reaccionó Marco cuando ¡HOLA! desveló vuestra ruptura?
—Me dijo que quería hacer un comunicado. Obviamente, ni le contesté. No tiene sentido hacer un comunicado porque no somos la Casa Real ni nadie como para emitir un comunicado. No sé… Lo encuentro muy desubicado. Lo que tendríamos que hacer nosotros es sentarnos a hablar y hacer las cosas lo mejor posible. Pero no hemos vuelto a hablar.
—Desde la noticia de la ruptura, ¿has notado si quería dar marcha atrás?
—No, porque sabía que no habría marcha atrás. Sabía que yo no sería la persona que él quería que fuese.
“No soy una persona que aguante situaciones… Si una persona me resta o me hace ser quien no soy…”
—Entonces, no hay reconciliación.
—De ninguna manera. Sería dar un paso atrás en todo lo que las mujeres estamos luchando para ser valoradas o respetadas. Entrar en detalles me parece un poco rocambolesco. Ni siquiera es necesario. Cuando una mujer no se sienta respetada, anulada o esté sometida a unas exigencias, tiene que correr y no mirar atrás.
—Estás muy unida a tu madre, ¿qué te ha dicho ella de todo lo que estás viviendo?
—Bueno, está preocupada por la situación. Ahora más, hasta que se solucione todo. Por supuesto, mi madre me apoya. Ha sido testigo porque estuvo pasando las Navidades con nosotros, y ya se fue preocupada en su momento.
—¿Y qué vio entonces para que se fuera tan alarmada?
—Comportamientos. Mi madre y yo tenemos el mismo concepto de mujer. Si no te sientes respetada, es que no lo tienes que tolerar.
—Te muestras fuerte. No sé si te encuentras así en realidad.
—Estoy fuerte, aunque me siento defraudada, decepcionada… Pero sé que caeré, aunque ya he llorado en esta casa lo que tenía que llorar y lo que toca ahora es salir adelante. Pero no tengo ni vergüenza ni miedo. Hay que ser valiente, estés en la situación que estés.
—Lo tienes claro, no hay marcha atrás.
—Hace tres meses, os contaba que pensaba que Marco era un regalo de mi padre, que me lo había enviado —el padre de Cecilia falleció justo antes de la pandemia, semanas antes de empezar a hablar con el italiano por teléfono—. Marco me mostró que era una persona con la que podía compartir una vida. Si no, no hubiera dado este paso.
—Entonces, estabas muy segura.
—Cada uno que opine lo que quiera. Desgraciadamente, cuando se rompe un compromiso, es la mujer la que se queda colgada con el vestido… Esa imagen de fracaso en la mujer… Y no es así. No siento que sea un final triste, porque es un final feliz. Sería triste si yo me quedara en una situación en la que no se me valorara y no se me respetara. Pero había un compromiso con colaboradores para que ese día fuese el más bonito de nuestra vida… Había un catering, un espacio, una wedding planer, unas joyas, un vestido, los invitados… Es que nos quedaban tres meses para casarnos.
“No hay reconciliación posible. Sería dar un paso atrás en todo lo que las mujeres estamos luchando. Pero no lo siento como un final triste, sino un final feliz. Sería triste si me quedara en esa situación”
—Y te veías casada.
—En un principio, claro. Tenía muchísima ilusión porque él me ilusionó mucho y porque pensé que era una celebración de la vida, de encontrar un hombre que me acompañaría en todo. Pero, al empezar a convivir, empecé a notar ese tipo de exigencias, de actitudes, que no coinciden con mi estilo de familia. La situación se hizo tan incómoda que era imposible casarnos. Una persona con la que no hablas, a la que no miras, a la que no respetas… No tiene sentido.
‘Lo he perdido todo’
—Apostaste tanto por esta relación que lo dejaste todo. Hasta tu casa.
—Nos juntábamos dos casas en una, así que teníamos el doble de todo. Entonces, optamos en su momento por desechar las mías, así que lo he perdido todo.
—¿Ahora no tienes casa ni muebles? ¿Nada?
—Bueno, tengo mis pertenencias personales y las cosas que, en su momento, compré para la nueva casa. Es verdad que echo en falta algunas cosas de mi otra casa, pero eso se repone. Lo que no se repondría es casarme en tres meses, porque estaría todavía peor.
—¿Qué vas a hacer con el anillo de pedida?
—Ni lo he pensado. Obviamente, me lo he quitado porque es un anillo de compromiso y ya no existe. Ahora mismo, mi prioridad es salir adelante.
—Analizándolo a posteriori, ¿no crees que las cosas con Marco han ido demasiado rápido?
—Por supuesto. Pero, con la edad que tiene Marco, esperas que lo que estás viendo es lo que hay. No estamos para hacer papeles y personajes para una conquista. Estábamos veinticuatro horas juntos y, no sé, yo lo tenía claro… Como mujer, es muy frustrante porque te quedas con la pena y la añoranza del principio. Pero ya me dijeron: “No, Ceci. No es el Marco que conociste porque ese no es Marco. El que estás viendo es Marco e irá a peor”.
—En ocho meses de relación, habéis pasado por una pandemia, superado juntos el coronavirus, realizado una mudanza y hasta habéis compartido quirófano… Ha sido casi una vida.
—Completamente. Esto antes de convivir con todo.
—¿Cómo ha reaccionado la hija de Marco al enterarse de la notica?
—Es una menor. No voy a hacerla partícipe.
—Antes nos confesabas que entendías a Sonia Ferrer. ¿Has hablado con ella o tienes intención hacerlo?
—Aún no. En algún momento, me gustaría hablar con ella. Obviamente, ahora lo entiendo todo. La entiendo perfectamente. Es más, bastante se ha callado.
Un nuevo desengaño amoroso en su vida
—¿Has pensado en la mala suerte que tienes en el amor?
—Al final, no es mala suerte. Creo que tendría mala suerte si siguiera en la situación que he estado y no pudiera salir.
—Me refería a otras relaciones que no han funcionado.
—Yo no soy una persona que aguante situaciones… Si una persona no me suma, me resta o me hace ser quien no soy… Simplemente, mis relaciones no han ido a más porque las personas con las que he estado no eran con las que tenía que estar.
—A pesar todo, ¿sigues creyendo en el amor?
—Sí. Pero en el amor que creo no es una relación de pareja. El amor es mucho más amplio que todo esto. Hay muchas formas de amar, querer y sentirse completa. No puedes decir a una persona que no es completa, no sabe o no entiende ciertas cosas porque no es madre. Eso me lo ha llegado a decir Marco.
—¿Cómo?
—Que a lo mejor había cosas que no puedo saber, entender o sentir porque yo no era madre. Como que yo soy incompleta. Te podría hacer una lista de cosas, pero no quiero entrar en muchos detalles. Lo mejor es salir. Hay que tirar para adelante, pero no hay que aguantar si no te sientes respetada.
—¿Has sacado algo bueno de esta experiencia?
—De todo se aprende. Toda mi vida en general, ya no de parejas, he aprendido que soy capaz de irme sin miedo. Lo he hecho siempre. No me ha temblado el pulso para decir “hasta aquí”.
—¿Cuál piensas que va a ser la reacción de Marco cuando lea esta entrevista?
—No lo sé. Pensará que el problema lo tenemos todas las demás.
Los problemas nunca vienen solos
—Ahora toca mirar al futuro y centrarte en el trabajo, que estás preparando un espectáculo.
—Tenía que estrenar en abril, pero lo hemos tenido que posponer por una lesión. Llevaba un tiempo, pero he tenido mucha tensión y, siempre que tengo problemas, me afecta esta zona.
—¿Qué te sucede?
—Hace un par de meses me diagnosticaron tres hernias cervicales y me dijeron que parara, que no ensayara. Me hicieron pruebas para ver si estaba dañada la médula o algunos nervios. Ahora mismo estoy en rehabilitación. Va todo bastante mejor de lo que parecía. Si todo sigue bien, espero poder salir al escenario después del verano o a finales de año.
—Vamos, que se te ha juntado todo.
—Sí… Pero estas cosas te hacen fuerte y hay que darle importancia a las que la tienen. Llevamos un año con todo paralizado, en lo laboral y en lo personal. No sé el número de fallecidos, pero ¿crees que merece la pena seguir en una situación que no te haga feliz?
—Desde luego, hay dudas, mejor no casarse. Además, era la primera vez que tenías un compromiso.
—Claro. Casarse te lo puedes tomar como quieras, como una celebración o como una unión. Pero, para mí, es muy importante, un paso para toda la vida. Obviamente, hay que tenerlo muy claro. Lo tenía muy claro cuando dije que sí… Gracias a Dios, para eso está la convivencia, para conocerse. En fin, me siento decepcionada, triste… Al final, te queda ese sabor de boca de desconfianza a las personas que puedan venir luego. Pero para adelante. Tengo a mis amigos y mi familia, que no me dejan. Parece que yo estoy sola y él no sabe que tengo a mucha gente pendiente de mí. No me encontró en la calle. No tengo que depender de él. Para nada, ni muchísimo menos. Ahora tengo que trabajar y buscar mi espacio, como lo he tenido siempre.