“Estoy muy sorprendida, te diré que perpleja” nos dice Inés Sastre en conversación telefónica. Se refiere a la noticia que la relaciona sentimentalmente con José Manuel Albares, embajador de España en Francia, y que desmiente tajantemente calificándola de “totalmente absurda”. La modelo, que residió treinta años en París antes de mudarse el pasado septiembre a Madrid, siempre ha mantenido una relación cercana con la Embajada y el Consulado, algo normal como española residente en un país extranjero, y ha sido habitual verla en fiestas y eventos relacionados con su país –acudía, por ejemplo, con su hijo Diego cada 12 de octubre para celebrar el Día de la Hispanidad-. Así fue desde que se instaló en la capital francesa, y a lo largo de las tres décadas que vivió allí conoció y entabló amistad también con los anteriores embajadores españoles: Máximo Cajal López, Carlos Manuel Benavides y Salas, Francisco Javier Elorza Cavengt, Francisco Villar y Ortiz de Urbina, Carlos Bastarreche, que estuvo además en la celebración del cuarenta cumpleaños de Inés, cuando fue condecorada con la Medalla de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en la galería del anticuario Jean-Marie Rossi; Ramón de Miguel Egea y Fernando Carderera Soler.
A José Manuel Albares lo conoció cuando era consejero cultural en la Embajada de España en París antes de marcharse y regresar ya como máximo responsable diplomático a principios del pasado año. Inés es amiga de Albares, al igual que lo es de los anteriores Embajadores, porque siempre ha alabado su trabajo en el acercamiento cultural entre los dos países.
La última vez que Inés y Albares se encontraron fue hace más de un año, en febrero de 2020, poco antes de decretarse el estado de alarma, en un evento para apoyar la moda española al que la modelo no quiso faltar (es más compartió una foto de ambos en sus redes). La cronología del supuesto romance no cuadra por ningún lado.
Y fue ahí, de hecho, donde nos anunció su decisión de regresar a España. “Estoy muy ilusionada con esta etapa, será una nueva aventura para Diego y para mí. No lo considero un cambio radical en mi vida. Para nada. Es natural querer volver a casa. De hecho, lo considero un cambio de ciudad, no de vida”, nos decía Inés, quien subrayaba la importancia de que su hijo estuviera muy contacto con la cultura española.
Ocho meses después de su mudanza a Madrid, Inés no puede estar más contenta de la decisión tomada, con multitud de proyectos en ciernes, centrada en su trabajo y en Diego, de catorce años. Solo el triste fallecimiento de su padre, Eduardo, hace una semanas, ha ensombrecido la luz de su nueva vida. Un duro golpe del que se recupera poco a poco rodeada del cariño de su familia y amigos.