Flora González, la presentadora del tiempo de los Informativos de Mediaset, cree mucho en lo que ella llama “el hilo rojo del destino”. “Tengo este trabajo por una carambola. Trabajé toda la vida en revistas de moda y, cuando di el salto a un canal de televisión, fue con un programa de moda. Un día, una responsable de ‘Informativos Mediaset’ me vio y me llamó para presentar el tiempo. Estaba en el lugar y en el momento adecuado”, reconoce la periodista, que cambió las crónicas de los desfiles de París y Nueva York por los pronósticos meteorológicos.
El amor de su vida también llegó casi por accidente. “Conocí a mi chico en 2004. Él era compañero de residencia de mi mejor amigo. Entonces, no nos hicimos ni caso. Volvimos a coincidir en la calle y ni caso. Vivimos durante cuatro años en la misma manzana y no nos vimos, y, si nos vimos, no nos hicimos ni caso”, nos cuenta entre risas. “De repente, una noche estaba volviendo de una fiesta con una amiga, caminando por la calle Serrano, y me lo encontré. Me preguntó cuándo iba a llover. Le respondí: ‘En veinte minutos’. Yo acababa de mirar el tiempo. Él me replicó: ‘Anda ya’. Le dije: ‘Si acierto, me invitas a una comida’. Entonces, empezó a diluviar. Quedamos a desayunar y fue un flechazo”.
“Nos hubiera encantado casarnos el 19 de junio de este año, porque es nuestro aniversario. Pero va a ser imposible. Quiero que mi abuela pueda venir”
El verano pasado, Flora anunció su compromiso. La pedida de mano fue en Tailandia. “Yo no me lo esperaba para nada. Me emocioné mucho, me puse a llorar como una loca”, recuerda. La presentadora y su novio tenían previsto casarse este año. Pero la pandemia ha trastocado sus planes. “Nos hubiera encantado casarnos el 19 de junio de este año, porque es nuestro aniversario. Pero va a ser imposible. Quiero que mi abuela pueda venir, que nos abracemos todos y bailemos hasta no poder más. Quiero un bodorrio y el miedo no es un buen invitado”, reconoce.
—Flora, ¿ya habías elegido el sitio para tu boda?
—Sí, una finca ideal en mitad del campo, en Andalucía. Es como un pequeño pueblo, con casitas en las que se puede quedar toda la familia. Hemos pensado en una boda muy relajada, muy de verbena de pueblo, con música en directo y comida al aire libre. No somos protocolarios en la vida diaria y no vamos a serlo en nuestra boda. Queremos tres días de fiesta y baile.
“Queremos una boda muy de verbena de pueblo, con música en directo y comida al aire libre; tres días de fiesta y baile”
—Entonces, vas a esperar al año próximo…
—Sí, o a cuando se pueda.
—¿No te ves vestida de blanco y con mascarilla?
—¡No me caso con mascarilla ni muerta! ¡Ni loca! Prefiero esperar a que pase la pandemia. Pero ya no solo por la mascarilla… Es que no me imagino celebrar el amor sin besarnos y abrazarnos todos. ¿Barra libre y todos sentados? Eso es un oxímoron.
—¿Tenías elegido el vestido de novia?
—Bueno, aún no he visto nada porque justo llegó la pandemia y los meses de confinamiento cuando nos disponíamos a prepararlo. Pero me gustaría un diseño muy andaluz, con algún volante, ajustado a la cintura y con vuelo. Pero creo que hasta que no vas a probarte, no sabes cuál será el flechazo y lo mismo te enamoras de alguno que ni siquiera te habías imaginado (risas).
—¿Qué balance haces del último año?
—Si me hubieras preguntado a finales de dos mil veinte, te habría hecho un balance muy positivo. Ahora, me está costando mucho más. Es como si dos mil veintiuno me hubiera dado un puñetazo al alma. Estoy notando la ausencia de mis hermanas, la distancia con la familia… Pensaba que lo había llevado muy bien, porque seguí trabajando, hacía meditación, encuentros virtuales con amigas… Pero el comienzo de este año ha sido duro.
—¿Haces meditación?
—Sí, y también tengo una coach emocional. Cuando empecé en la tele, me apunté a sesiones con una persona que me ayuda a lidiar con la exposición mediática, a desarrollar mi inteligencia emocional y a reducir los nervios. Ahora mismo, estamos con un mantra: “¿Esto te serviría si estuviéramos en el apocalipsis?”. Me centro en las cosas importantes y a relativizar todo lo demás. El coaching me está ayudando mucho a lidiar con la pandemia…
“Empiezo a oír el reloj biológico. Toda la vida pensé que no iba a tener hijos, pero ahora sí que me planteo formar una familia”
—¿Cómo lleva tu novio lo de salir con una persona conocida?
—Al principio, él tenía prejuicios, como los que tiene todo el mundo sobre la gente que trabaja en televisión. Su trabajo no tiene nada que ver con este mundo. Pero luego vio que soy muy normal. La gente me ve en la tele y piensa que soy más alta, así que no me reconocen. No me paran por la calle (risas).
—¿Te gustaría ser madre?
—Ya empiezo a oír el tic tac del reloj biológico (risas). Toda la vida pensé que no quería tener hijos, pero, viendo la forma de ser de mi chico, sí que me planteo formar una familia con él. Cuando conoces a tu alma gemela, te planteas más seriamente dar ese paso. Una familia es para siempre.
—Flora, ¿cómo llegaste a ser presentadora del tiempo?
—Fue una carambola del destino. Siempre he sido muy teatrera y de pequeña me gustaba ponerme delante de la tele, cuando estaba Paco Montesdeoca, y le daba el tiempo a mis padres. Era un sueño que siempre estaba ahí, pero que dejé de lado porque yo soy de letras y quería ser periodista. Trabajé toda la vida en revistas de moda, y cuando di el salto a un canal de televisión, fue con un programa de moda. Un día, una responsable de ‘Informativos Mediaset’ me vio y me llamó. Estaba en el lugar y en el momento adecuado. Y luego, tuve que trabajar muy duro. No es lo mismo hablar de moda que meteorología. Tuve que formarme mucho.
“Mi chico tenía prejuicios sobre mí, como los que tiene todo el mundo sobre la gente que trabaja en televisión. Luego vio que soy muy normal”
—¿Cómo se prepara alguien para dar el tiempo?
—Tuve que empezar desde el principio, repasando todos los conocimientos de Geografía (risas). Y luego pasé mucho tiempo en foros de meteorología. En el equipo del Tiempo de Mediaset, somos cinco y dos son meteorólogas y nos dan mucha información. No he leído tanto de meteorología en mi vida (risas).
—¿Y echas de menos el mundo de la moda?
—Sigo muy conectada con la moda, de muchas maneras, a través de mi Instagram, presentando eventos y semanas de la moda. Soy muy despistada con la gente, pero luego veo un vestido y soy capaz de identificar que es un Cavalli de 2009. Tengo esa memoria extraña (risas).
—Tu padre fue modelo, ¿verdad?
—¡Y mi madre, modista! Mi padre es muy guapo, guapísimo, y fue modelo en Francia. En esa época, mis abuelos no lo veían bien, no lo consideraban un trabajo serio. Y la forma que tuvieron de sacarlo de la moda fue enviarlo a hacer la mili en España. Y mi madre lleva cosiendo desde los doce años: hace vestidos de flamenca, arreglos, hace todo… Por eso siempre me apasionó la moda. Yo no sabía hablar y ya cogía los retales de tela y le hacía vestidos a mis muñecas.