Tras la visita a los Pirineos Catalanes de Anne Igartiburu, María del Monte, Gonzalo Miró y Florentino Fernández en el programa anterior de Dos parejas y un destino, volvía a ser el turno de Chenoa, Jesulín de Ubrique, La Terremoto de Alcorcón y Pedro Delgado, que ponían rumbo a un destino con un color muy especial: Sevilla. Sin embargo, en esta ocasión, Juan y Medio, el anfitrión secreto, revolvía los equipos y ponía a cada sexo por separado. Ambas parejas viajaban a la capital de Andalucía, el segundo hogar del organizador del viaje, para vivir nuevas experiencias en una ciudad con una personalidad muy definida, que cautiva y envuelve a todos los que van. El torero y el ciclista tenían que hacer frente a nuevos e increíbles retos como saltar en paracaídas, donde recibían la visita inesperada de la mujer del diestro, María José Campanario. "¿Qué pensabais que os ibais a tiraros solitos? Creo que Jesús tiene más miedo que cuando se pone delante del toro", bromeaba la odontóloga a su llegada.
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El monitor explicaba a Perico, Jesulín y María José lo que tenían que hacer y cómo tenían que aterrizar y colocarse antes de subirse al avión. Todos juntos se disponían a realizar su salto tándem (no solos sino con otra persona a la que van pegadas todo el tiempo) y desde una altura de 4.600 metros uno a uno se tiraban algo temerosos. "En tus manos estoy. Ahora sí que soy todo tuyo", bromeaba el torero al trabajador. "No quiero pensar en nada, la suerte está echada", añadía el ciclista en el programa de TVE. El diestro, que saltaba en segunda posición, se despedía de su mujer con un "te quiero mamá" y ella le respondía igual: "Papá, te quiero cariño". Tras los 60 segundos de caída libre y varios minutos planeando durante la bajada, los tres se quedaban anonadados con la experiencia: "Qué maravilla", revelaba Jesulín mientras que Campanarío confesaba que se volvería a tirar otra vez.
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El torero preguntaba a su mujer si se encontraba bien y ella entre risas le respondía que el que estaba "blanquito" tras el aterrizaje era él. "Te he visto girar poco, pero qué subidón", explicaba eufórica María José. Ambos expresaban que les había encantado la experiencia, pero Jesulín reconocía que cuando estaba cerca de la puerta del avión había pasado algo de miedo: "Me tiemblan las manos todavía y me he mareado con las vueltas". "Me lo he pasado muy bien. Nunca hubiera imaginado que era así la sensación, aunque se me han taponado un poco los oídos. Me ha encantado el rato de caída libre. Ni por asomo he pensado que eran 60 segundos, me ha parecido muy rápido. Ha sido brutal", decía la odontóloga a su marido en una conversación en la que demostraban la complicidad que tienen entre los dos. "No he tenido miedo y me he sentido muy protegida", terminaba ella sobre la aventura.