Nos adentramos en el mundo más desconocido de Julia Otero . La estrella de la radio que ahora afronta un tiempo difícil y de lucha contra su enfermedad, en Barcelona… Y, a la espera de poder volver cuanto antes a su lugar secreto. Ese rincón que llama su paraíso. Una aldea de la Ribeira Sacra, de Lugo, A Penela, que “despidió” cuando tenía tres años y siempre reivindica como sus raíces. “Se vuelve, siempre se vuelve. Los gallegos pasamos la vida haciendo maletas… El ADN Cultural es poderoso y los recuerdos de la niñez más todavía”.
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Julia Otero llegó a Barcelona en tren y con el pelotón de la emigración en los años 60. Su padre, trompetista, uno de los fundadores de la orquesta de Monforte de Lemos (Lugo) y su madre, ama de casa, habían decidido buscar un futuro mejor. Tenía tres años. La familia se instaló en un pequeño piso de Poble Sec, en el mismo portal en el que vivía Joan Manuel Serrat. “Lo tuvieron claro desde el principio: ellos se sacrificarían y yo estudiaría”, contaba en una entrevista hablando de su salto social… Y de una vida de trabajo (y de éxito), en la que siempre estuvieron muy presentes la lucha de su familia y sus orígenes.
Reconstruyendo raíces
A lo largo de sus 61 años, ha habido un poco de todo: amor incondicional, distanciamiento, nostalgia “genética” -la de todos los gallegos-. Y, finalmente el viaje definitivo a sus raíces.
Un antes y un después que quedó señalado por la muerte de su padre (2007) y la reconstrucción de la casa de sus antepasados. Con las mismas piedras que usó su abuelo, cantero, para levantarla con sus propias ma
nos. El hombre que no entendía que hubiera “estudiado una carrera con notas bastante brillantes para luego dedicarme a la televisión”. Así lo contó su nieta cuando la hicieron Hija predilecta de Monforte de Lemos, en 2009.
Ante sus vecinos
Apoyada por su marido y por su hija, Julia lo anunció ante todos los vecinos. “Mi mayor ilusión y quiero decirlo públicamente es rehabilitar, con todo el mimo, la vieja casa de piedra de A Penela donde nació mi padre, mi tía, donde me crié hasta los tres años y donde regresé cada año durante mi infancia, adolescencia y juventud. Es el homenaje que puedo tributar a mis raíces, a la memoria de mi padre y al futuro de mi hija Candela. Sí, porque Candela, quiero que lo sepáis, es una gallega que nació en Barcelona. Como dice el chiste: “Los gallegos nacen donde quieren”.
Y, añadía en el Xornal de Lemos: “soy la única hija de un gallego curtido que supo trasmitirme el amor por las raíces y la tierra. Volver a Monforte siempre era volver a casa por él. Eso se me quedó grabado”.
Volver al hogar
Tras alojarse durante algunos años en el Parador de Monforte, Julia hacía realidad su sueño. “Es la manera agradecer a mis mayores todo lo que han hecho por mí”.
La casa, un edificio del siglo XIX, fue rehabilitada en 2011 con todos los elementos tradicionales de la cultura gallega, incluyendo el horno para cocer pan, un porche, y una piscina integrada, desde la que se puede ver a las vacas paciendo.
Situada en lo alto de una colina tiene una vista espectacular al valle de Lemos, al castillo de San Vicente, y a la finca (seis hectáreas) en la que ha plantado un sinfín de árboles frutales: higueras, manzanos, membrillos, cerezos, perales… Sin olvidar los castaños y los robles que ya estaban.
Un espacio extraordinario que alberga también una casa rural - Casa Pro Pantea-, aunque Julia no lo menciona jamás.
Los recuerdos
Julia Otero echa mucho de menos los paisajes verdes y los paseos por los bosques gallegos... Y recuerda con amor y nitidez aquellos días de verano de su niñez y juventud: carreras por el campo sembrado de flores y mariposas, las ‘feiras’ con pulpo, y las verbenas de la comarca a las que iba con sus padres y primos.
Así lo contaba en agosto de 2018, cuando fue la encargada de dar el Pregón en Monforte: “volvíamos a la aldea y nos sentíamos raros, desarraigados. Aquí, mis padres y yo, éramos los catalanes, Y, en Cataluña, éramos los gallegos. O sea, nuestra identidad, la decidían los demás”.
“Yo sé que soy gallega”
“Cuando llegaban las fiestas -explicó a los monfortinos- la casa de mis abuelos se convertía en una especie de posada … éramos casi treinta y eso que mi familia era pequeña… Yo sé que soy gallega porque cuando invito a mis amigos preparo el triple de comida de lo que sería razonable”. Un guiño a la tradición de esas fiestas patronales, en las que se servían 20 platos, y en las que no faltaba nunca el vino y el aguardiente de su abuelo Manuel.
Julia volvía a reivindicar así su hogar y también la memoria de su padre entre lágrimas: “Ya que hablamos de música, quiero recordar aquí al monfortino que más amó a su tierra, mi padre. No ha habido nadie que haya querido esta tierra como él y esta tierra no habrá escuchado jamás a nadie tocar la trompeta como él lo hacía.
Y, por supuesto, en gallego, porque, como dice Julia, “una lengua materna deja huellas para siempre en nuestras neuronas…Aunque me falta fluidez, tengo montones de expresiones que solamente sé decir en gallego”.
Inventar el futuro
A Ribeira Sacra es su paraíso. Paisajes maravillosos abrazados por bosques centenarios, decenas de iglesias y monasterios románicos – la mayor concentración en arquitectura rural de Europa-; valles, prados, viñedos con impresionantes bancales, ríos (el Miño y el Sil)… Un tesoro que no deja de reivindicar y para el que siempre aventuró gloria animando a los jóvenes a “inventar el futuro” y a trabajar por un turismo de calidad, dejando atrás a esa Galicia “mansa” a la que ama, a la que siempre vuelve -cinco o seis veces al año-; y por la que tanto se preocupa.
Su familia: El bunker
Cuando termina en la radio, empieza su vida familiar, anónima y privada. Un bunker al que nunca dio acceso y que sigue manteniendo casi en el misterio.
Tras separarse en 1993, del periodista Ramón Pellicer, se enamoró de un médico, Josep Martínez, y llevan juntos más de dos décadas. Nunca se han casado, pero se tratan de marido y mujer, y tienen una hija, Candela (1996), que también es doctora -estudió solfeo, además-, y otra enamorada de Galicia. Residen en Barcelona en un ático del barrio de Tres Torres; y los acompaña la madre Julia.
El mundo privado
A la presentadora le gusta escribir… Lo hace desde muy pequeña para que no se le olvide nada de lo que le ha pasado. Y conserva todas las cartas de amor que le han enviado.
Lo descubrimos en su web, donde “guarda” todas sus entrevistas. También, que no cree en la suerte, sino en el trabajo; no le gusta que la adulen, que tira de refrán con frecuencia y tiene gustos sencillos.
Julia se mantiene en forma yendo al gimnasio dos veces a la semana y caminando. En el Pirineo, los fines de semana, durante sus escapadas a Monforte; y, en la ciudad, porque le gusta ir de tiendas. Y, también con una alimentación saludable.
Su madre es una cocinera maravillosa –“hace las mejores empanadas” -, pero la de Julia es sencilla: “mucha plancha -carne y pescado- fruta y verdura”, que compra en el mercado de la Boquería, aunque también le encanta la pasta y los arroces.
Julia es muy hogareña, pero le gusta viajar y tiene una ciudad favorita, Nueva York. Y también es una enamorada de los animales. Tras la muerte de su mascota, Lúa, ahora disfruta de la compañía de su perrita Frida.
Y entre sus aficiones está la lectura -ensayo y novela histórica- y la música. Le gusta el pop de finales de los setenta -América, Simon & Garfunkel, Supertramp-; y su canción favorita de todos los tiempos es My way , en la versión de Nina Simone. Esto último contó en una entrevista en Onda Cero.
Un ‘parón’ en su trabajo
La directora y presentadora del programa Julia en la onda (prefiere la ‘abreviación’ Jelo) aprendió a hablar antes que a andar y siempre escuchó eso de que “esta niña habla como una vieja”. Así se lo confesó a La Voz de Galicia, en una entrevista. Quiso ser médico, pero estudió Filología hispánica, y, en un nuevo giro, terminó enganchada a la radio. La fama le llegó con el concurso 3x4 – siete millones de espectadores-; y se consagró con “La Luna”… Forjada entre los micrófonos y las cámaras, después de muchos años de profesión, triunfos y premios, este verano celebró el haber llegado a 3.000 programas. Desde 2007 hasta ahora, cuando ha tenido que hacer un parón para curarse. Tiene cáncer. Lo contó ella misma, en Onda Cero, despidiéndose temporalmente de sus oyentes. “A las cosas hay que llamarlas por su nombre. No es la primera vez que hace frente a las “células egoístas”. Con apenas 19 años, ya sufrió un tumor abdominal. Una dolencia que logró superar tras años de lucha y seis operaciones, pero que la dejó marcada. “El cariño y la bondad son siempre el mejor pronóstico”, dijo marcando este paréntesis en su vida.