Un cuarto de siglo da para mucho y, en esos veinticinco años que han pasado desde que Rocío Carrasco , a sus dieciocho años, y Antonio David Flores, con veinte, se dieron el ‘si quiero’ en la ermita de la Santísima Trinidad -también conocida como Ermita de las Vírgenes- en la dehesa Yerbabuena, de Castilblanco de los Arroyo (Sevilla). Nada es igual porque la hija de Rocío Jurado y el ex guardia civil tienen dos hijos en común (Rocío y David), se han divorciado y se han casado otra vez, entre miles de vicisitudes.
Rocío y Antonio David, que esperaban su primera hija, fueron marido y mujer pocos minutos después de las dos de la tarde de un 31 de marzo de 1996, en una ceremonia oficiada por el sacerdote donJesús Haro (uno de los dos que un año antes habían concelebrado la Misa nupcial del enlace de Rocío Jurado y Ortega Cano) y rodeados por quinientos invitados entre quienes se encontraban la presentadora María Teresa Campos con su pareja en aquel momento, Félix Arechabaleta, Terelu Campos, Raquel Revuelta con su marido Miguel Ángel Jiménez, Sebastián Palomo Linares y Marina Danko, Manolo Vázquez con su mujer Remedios, Miguel Báez “Litri” y su esposa Conchita Spinola, Julio Aparicio con su hermana Pilar y Juncal Rivero con su marido, el restaurador Félix Cabeza. “Cuando se casó mi madre yo ya pensaba en mi boda. Y, por supuesto, ya había decidido casarme aquí, donde ella se casó”, contaba Rocío a ¡HOLA!
Antes del enlace, la ermita -situada a unos cien metros de la casa- se había convertido en un centro de peregrinación de los invitados, que, ya en el lugar, fijaron su atención en una cuesta por la que la novia, acompañada por su padre y padrino de boda, Pedro Carrasco, fallecido cinco años después, el novio con su madre, Luisa Carrasco, y Rocío con Ortega Cano subieron en tres coches de caballos. El adorno floral del templo había sido idea, en su totalidad, de la inolvidable cantante y de su hermana Gloria, que mandaron poner palmas (por ser Domingo de Ramos) y ramas de olivo (de Yerbabuena), así como azahar y frexias blancas.
Diseñado por Antonio Ardón, el vestido de novia de Rocío Carrasco en raso de seda natural y chaqueta en seda y algodón, tenía como complementos la pulsera de pedida de oro y brillantes y los pendientes y la cruz que lució Rocío Jurado en sus respectivas bodas con Pedro Carrasco y José Ortega Cano. La había peinado Ruphert y el maquillaje corrió a cargo de Oswaldo Salvaresa. A la llegada de la novia, los tamborileros de la hermandad de matriz de Almonte entonaron ¿Por qué te llamas Rocío? y, durante la ceremonia litúrgica, Los Marismeños cantaron la Misa Rociera.
Eran aproximadamente las tres de la tarde cuando los novios abandonaban la ermita en dirección a la casa, junto a la que tuvo lugar el banquete bajo una enorme carpa instalada en la pista de tenis y en los alrededores. El banquete nupcial, servido por Juliá, consistió en un menú a base de lomo de merluza de anzuelo a la yerbabuena, pechuga de faisán real en plumaje con salsa de estragón y tarta nupcial (hubo también una tarta traída expresamente desde Mondoñedo, Lugo, como regalo de Carlos, o Rey das Tartas).
Los acontecimientos que siguieron a esta boda son historia de la crónica social: Rocío Carrasco, en aquel entonces conocida popularmente como Rociito, se mudó con su marido a Argentona (Barcelona), donde se fraguó el final de la relación. En 1997, el guardia civil solicitó su baja en el cuerpo tras ser condenado por malversación de caudales públicos y se establecieron en la casa de Rocío Jurado, en La Moraleja, conocida como Villa Jurado. Una vivienda que Antonio David se negaba a abandonar pese a haber roto con su mujer, pues consideraba que era su hogar conyugal, lo que propició una situación familiar muy incómoda, habida cuenta de que sus dos hijos se habían ido con su madre.
Mientras Rocío Carrasco ponía sus asuntos legales en manos del prestigioso y ya fallecido abogado Doroteo López Royo, Antonio David se encomendaba al controvertido Emilio Rodríguez Menéndez, con quien puso una demanda millonaria a su suegra por unas declaraciones que la chipionera había realizado en el programa de Mirtha Legrand en Argentina y que ella pensaba que estaban siendo realizadas en el ámbito privado y no para emitirse. Solicitaba una indemnización de seis millones de euros, pero el Tribunal Supremo, en 2009, tras la muerte de la cantante, le daba la razón a la intérprete de “Me ha dicho la luna”.
Ahora David está felizmente casado con Olga Moreno, propietaria de una boutique de ropa en Málaga, y tiene a sus dos hijos de su parte. Rocío, por la suya, sigue muy unida a Fidel Albiac, con quien ha producido el musical ‘Qué no daría yo por ser Rocío Jurado’, que el abogado dirige. Por cierto, que en la presentación de la función en Madrid hizo unas manifestaciones que eran todo un aviso a navegantes: “El que calla lo hace porque así lo ha considerado, pero eso dura lo mismo que dura que decida hablar”.
Al cabo de veinticinco años, las fotos delatan el paso del tiempo y la gente que ya no está, empezando por la artista de Chipiona, fallecida en junio de 2006 de un cáncer de páncreas, pero los protagonistas del enlace, que se separaron en el año 2000, siguen enzarzados en una guerra judicial y mediática que todavía tiene muchos capítulos por escribir y no precisamente en términos de reconciliación o de cerrar heridas. Parece que más bien será al contrario.