Isabel vuelve a adentrarse en su memoria para ser más Allende que nunca en un nuevo libro, Mujeres del alma mía (PLAZA & JANES). El último de 24, que han sido traducidos a 40 idiomas y han vendido más de 70 millones de ejemplares.
A sus 78 años, la autora en español viva más leída del mundo, rompe con la ficción para contar un viaje en el cabe todo: la pasión por la vida, el amor romántico hasta el final, su lucha feminista que no admite rendición, la valentía, la tragedia, el éxito… Y, muy especialmente los recuerdos de sus mujeres imprescindibles, que se asoman y pasean por las páginas de su libro para contarnos por qué son importantes.
Desde su nuevo ático de California donde comparte su vida con su marido, Roger Cukras -el tercero- y sus dos perras, Isabel nos habla de su vida, de sus tragedias, de sus planes, aficiones, y de su nuevo libro, publicado en noviembre. “Un recuento de lo que ha sido mi vida”. Y una obra en la que reivindica la edad madura - “hay que vivirla, sentirla y gozarla con plena intensidad”, ofrece una lección de vida y coraje; comparte su viaje más humano y emocional y desgrana su lucha por los derechos de la mujer, “porque fui feminista desde el kindergarten . Y estamos hablando de la remota antigüedad porque nací en 1942… Mi abuelo decía que quien paga imparte las órdenes. Ese es el primer axioma que incorporé a mi naciente feminismo”.
¿Qué dirías de tu nuevo libro?
Alguien me dijo que era un ensayo vivencial y me parece que se ajusta. Es una memoria también, sobre ser mujer, ser feminista -una postura filosófica, una sublevación contra la autoridad masculina y el patriarcado-; y vivir con propósitos muy determinados… Y sobre las mujeres imprescindibles de mi vida. Extraordinarias y fuertes. Sin ellas no estaría donde estoy hoy.
¿Quién de ellas te impulsó más?
En lo profesional, Carmen Balcells, sin ninguna duda. En lo emocional y personal, mi madre fue la que más; y la que me dio un propósito en la vida, mi hija Paula. Las echo muchísimo de menos. A mi mamá le escribía todos los días contándole lo que había pasado en el día y ella me escribía a mí también cada día. Y de alguna manera ese día tenía una forma, existía, había una narración de lo ocurrido Ahora, todos los días se borran, uno se mezcla con el otro y ya no me acuerdo qué pasó ayer y que pasó antes de ayer. Ese diario de vida con ella, me hace falta.
¿Qué vas a hacer con esas 24.000 cartas que guardas?
Se quemarán cuando yo me muera. Mi hijo tiene las instrucciones. El sabe que no pueden caer en manos de nadie. Nicolás es muy responsable y estará al cargo. Tenía que haberlas quemado cuando murió mi mamá, pero no pude. Décadas de cartas guardadas en cajas de plástico en el garaje que tenemos acondicionado para que no haya humedad. Si me preguntas: ¿qué pasó el 6 de agosto de 1987? Yo voy, saco la caja y ahí está. Pero es pasado, se perdió para siempre, ya no lo tengo.
El amor sigue estando muy presente en Mujeres del alma mía. ¿Qué te enseñado?
He vivido siempre con amor. El primero fue el de mi mamá, que me acompañó hasta hace dos años. Murió con 98. Ese amor me dio una base sólida para hacer lo que quisiera sabiendo que si metía la pata a fondo podía correr hacia ella. Siempre la iba a tener. Y, después, he tenido siempre buenas amistades... Hombres en mi vida…Tres maridos ya, y puede que no sea el último. El amor me ha enseñado a tener confianza en mí misma. Si otra persona me quiere entonces no estaré tan mal, ¿no?
¿Cuál ha sido la mejor sorpresa que has recibido en los últimos años?
Yo diría que apareciera Roger en mi vida. Me divorcié de Willy, después de 28 años juntos, hace cinco, y pensé que nunca más iba a tener un compañero romántico porque tenía setenta y tantos años y tampoco quería. Entonces vendí la casa grande, me compré una muy chiquita con un solo dormitorio para vivir sola con mi perra. Bueno me cayó un segundo perro y… que apareciera Roger fue una sorpresa totalmente inesperada. Ahora estamos todos compartiendo esta casa chiquita. Cuatro paredes de vidrio, al lado de una laguna con patos y pelícanos.
Vives en una luna de miel. ¿Cómo te conquistó Roger Cukras?
Me escuchó en la radio de su coche, camino de Boston, un día de mayo de 2016. Escribió un correo, y otro, y otro… que acompañó de un ramo de flores. La tenacidad del viudo de Nueva York me impresionó y así nos mantuvimos en contacto. En octubre, aproveché un viaje de trabajo para verle. Era un tipo transparente. Le pregunté por sus intenciones porque a mi edad no tenía tiempo que perder y, tres días después, mientras me llevaba al aeropuerto, me propuso matrimonio. Yo le propuse ser amantes. Y funcionó durante meses, aunque los viajes en avión para vernos eran muy cansados. Entonces, dejó su vida atrás y se mudó conmigo a California. Un año y siete meses después de empezar a convivir, nos casamos. Estoy contenta de haberme casado. Fue una boda muy íntima. Sólo en compañía de nuestros hijos y nietos.
Y, ¿qué te dijeron tus nietos?
Mis nietos no dijeron nada, pero la nieta de Roger, que tenía siete años, sí preguntó a la bibliotecaria de la escuela: “Oiga, ¿Usted sabe quién es Isabel Allende? “¡Claro!” “Yo he leído todos sus libros”… Y, pausa: “Mi abuelo está durmiendo con ella”.
¿Alguno de ellos va a seguir tus pasos?
Nadie. Yo también soy un fenómeno raro. Porque en mi familia prácticamente no hay ningún escritor, había buenos lectores, pero ningún escritor.
¿Qué queda en ti de La casa de los espíritus?
Mi abuelo fue la fuente de todas las anécdotas familiares, de todas las historias. Me narró la vida cuando yo era chica. Ese mundo de La casa de los espíritus es mi mundo interior, es el mundo de mis recuerdos de mi infancia, el que perdí con el exilio, y eso lo tengo idéntico adentro. No ha cambiado nada y muchas veces vuelve disfrazado por diferentes canales. Los personajes aparecen en otras novelas que he escrito y no me doy ni cuenta que están. Vienen de mi memoria, de mi pasado.
¿Tienes claro el momento en el que cambió tu vida?
Sí. El más dramático, el más fuerte, fue la muerte de mi hija. Coincidió que yo cumplía 50 años y fue el fin de la juventud y un viaje hacia adentro; hacia el dolor, que me hizo cambiar totalmente y madurar de golpe y porrazo. Me costó mucho volver a encontrarme. Se aprende a vivir con la pena. Es como una segunda piel, pero no es malo. Yo no quiero ni por un minuto superar el recuerdo de Paula o el dolor de haberla perdido. Quiero vivir con eso y que eso me haga más fuerte, mejor, más compasiva y más generosa en lo posible.
Y el otro momento, que veo en mi vida como una de esas encrucijadas, fue el golpe militar en Chile. Son dos hechos que siempre vuelven a mi escritura y a mi vida.
¿Qué necesitas en estos momentos?
Tengo todo el tiempo que no tenía antes. No viajo y estoy encerrada en estas cuatro paredes así que, lo que necesito es que no me falle la energía ni la inspiración para seguir escribiendo. Me mantiene entretenida, con un propósito y la mente en ejercicio, que es muy importante a mi edad.
¿Te gusta cocinar?
Me encanta cocinar, pero, en el día a día, prefiero que lo haga Roger porque para echar unas chuletas en la barbacoa… Yo quiero algo más sofisticado. Me gusta cocinar para los amigos o cuando hay una fiesta. Entonces nos saltamos la dieta – vivimos a proteína con ensalada o verdura- y hago crepes rellenas con cangrejo, comida chilena, ese tipo de platos.
¿Disfrutas más de la vida?
He tenido una vida interesante y apasionada. Disfruto mucho de la vida. Y, ahora, es igual. Los años se suman en el calendario, pero mientras tenga salud y no me falle la energía, estoy bien. Cada minuto es precioso, los días siempre están contados.
¿Dirías que eres igual de combativa?
Estoy, diría yo, menos enrabiada. Antes, tenía una energía mucho más dispersa y era una especie de furia incontenible contra la injusticia, la violencia, la explotación; y, hoy día, está más canalizada. Sigo siendo igualmente apasionada respecto a lo que deseo, lo que quiero hacer y las causas que abrazo, pero ya no me desparramo tanto, estoy más enfocada. Me ha ayudado mucho mi Fundación (https://isabelallende.org). La creé en 1996 en homenaje a mi hija Paula. Tenía solamente 29 años y era la luz de nuestra familia. El mantra de Paula era: “Mamá, ¿Qué es lo más generoso que se puede hacer en esta ocasión?” Y eso ha pasado a ser mi mantra y el mantra de mi Fundación. Lo más generoso que tú haces te vuelve multiplicado. Nunca falla. Ha sido muy bueno para mí poder apoyar a esas mujeres que han sufrido la violencia y que llenas de dignidad y coraje se levantan y avanzan. En cada ser humano hay un corazón digno y valiente.
Dices que no tienes miedo al futuro y que la muerte es tu amiga
Yo no creo en el que uno trascienda ni creo en el legado. Eso son cosas masculinas. Yo creo que uno se muere no más. Y quedas presente por un tiempo breve en la memoria de las personas mas cercanas, de mi hijo, de mi nuera, tal vez un poco en mis nietos y eso es todo. ¿Cómo quiero que me recuerden? Como una persona que les dio alegría y les dio historias, no sé. Que los acompañó, pero no tengo ninguna ambición de lápida, digamos, no... Pero lo que sí deseo para mí es una muerte rápida.
¿Sigues siendo igual de coqueta?
Igual. La coquetería me sirve. Todas las mañanas me levanto a las seis de la mañana, me arreglo y me pongo maquillaje. Yo no ando en zapatillas y pijama. Y lo hago por mí, es un regalo que me hago. No para Roger, que le da lo mismo. Mientras el cuerpo se me deteriora, mi alma se rejuvenece. Cada año vivido y cada arruga cuentan mi historia. Me conformo con envejecer alegremente, aunque ya no hago concesiones, adiós a los tacones altos y a la paciencia con los tontos.
¿No te retirarás?
No. He cumplido y he hecho mucho más de lo esperado, pero también he reforzado mi decisión de seguir activa para siempre. De consumir hasta la última célula del cerebro y chispa del alma de modo que no quede nada cuando me muera. No me voy a retirar. Me voy a renovar.