Tras dos décadas en sus queridos Patriots, hace casi un año, Tom Brady ponía rumbo a Miami, junto su mujer, Gisele Bündchen y los hijos de ambos, tras su fichaje por los Buccaneers de Florida. Un momento clave en la historia del deportista, que ahora es ya una leyenda tras conseguir, el pasado 7 de febrero, su séptima Super Bowl, la primera con su nuevo equipo, batiendo un récord absoluto al convertirse en el primer jugador de fútbol americano en lograr siete anillos de campeón.
El mejor quarterback de la historia tenía en las gradas a su otro equipo, el que le anima incansablemente día y noche, su mujer y sus niños, que bajaron al campo de juego según terminó el partido. También estaba Jack, de 13 años, y fruto de una relación anterior del jugador con la actriz y modelo Bridget Moynahan.
El matrimonio, que protagonizó un beso de película en el césped, representa la imagen del éxito y la fortuna. Ella, a los 40 años, sigue siendo toda una estrella —y, durante 15, encabezó la lista como la top mejor pagada del mundo— y él demuestra que se crece ante la adversidad. Su fortuna se estima en 600 millones de dólares.
Gisele y Tom Brady, de 43 años, se conocieron en el año 2006 gracias a una cita a ciegas, que la modelo ha llegado a definir amor a primera vista, y se casaron tres años después . Han vivido en Nueva York, Boston y ahora en Tampa, con sus hijos, donde alquilan una casa por más de 60.000 euros al mes mientras construyen su nueva mansión ecológica en Indian Creek, la exclusiva isla donde está la casa de Julio Iglesias y donde el cantante posee varios terrenos, uno de los cuales fue adquirido recientemente por Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner, para iniciar su nueva vida tras su paso por la Casa Blanca.