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La extraña muerte del Conde D’Acquarone

La causa, cinco disparos que atravesaban su pecho; los sospechosos, la esposa, el cuñado, la suegra, el padrastro y la aristocrática abuela


8 de febrero de 2021 - 18:32 CET

El cuerpo sin vida del conde D’Acquarone flotaba boca abajo en la piscina de la villa. La causa de la muerte: los cinco disparos que atravesaban su pecho. Los sospechosos: la esposa, el cuñado, la suegra, el padrastro y la aristocrática abuela.

El Castillo de Valcastello

En el corazón de las montañas Dolomitas; uno de los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a pocos kilómetros de la exclusiva estación de esquí de Cortina D’Ampezzo, fue construido el castillo de Valcastello en 1821 y adquirido a principios del siglo veinte por Pietro D’Acquarone. Este caballero, miembro de una aristocrática familia de Verona, llegó a ser ministro del rey Victor Manuel III y consejero de la  casa de Saboya . En 1943 su nombre entró a formar parte de la Historia de Italia puesto que él fue el encargado de dar orden de aprehensión contra Mussolini.

La extraña muerte del Conde D\'Acquarone© STEFANO TROVATI
Castillo de Valcastello en las Montañas Dolomitas.

Después de la guerra y tras liberar Valcastello, que había sido ocupado por los nazis, Pietro D’Acquarone- nombrado duque en 1942-, se instaló definitivamente en su propiedad junto a su esposa Magdalena Trezza di Musella y sus cuatro hijos. Como era un gran aficionado a la caza, el duque D’Acquarone solía organizar animadas jornadas cinegéticas a las que no faltaba el Rey, que tenía su propia habitación en el castillo.

El segundo de los cuatro hijos de Pietro y Magdalena, el conde Cesare D’Acquarone, creció junto a sus hermanos en este entorno de montañas nevadas, partidas de caza, reuniones sociales y grandes aventuras. Recuerda la gente del lugar que Cesare era un joven muy atractivo, alto, de ojos claros y mirada penetrante, muy noble de corazón y muy querido por sus conciudadanos, que no olvidaban aquella ocasión en la que una terrible riada inundó la villa de San Cándido y el conde no dudó en poner sus vehículos todo-terreno al servicio de la ciudad y conducirlos personalmente contra corriente para llevar mantas, botas y ayuda médica a los damnificados. El joven Acquarone había fundado la compañía aérea Air Alpi, la única que se atrevía a desafiar las cumbres nevadas y aterrizar en las pistas heladas de las Dolomitas.

Cesare conoció en una fiesta de la alta sociedad de Roma a una de las mujeres más bellas de su época. Se trataba de la mexicana Claire Diericx

A mediados de los años sesenta, Cesare conoció en una fiesta de la alta sociedad de Roma a una de las mujeres más bellas de su época. Se trataba de la mexicana Claire Diericx que, acompañada por su abuela paterna, la americana Dolly Vanderbilt, se encontraba en Italia estudiando arte y humanidades. El enamoramiento fue instantáneo y tres meses después de aquel primer encuentro, el conde D’Acquarone viajó a México para casarse con Claire. Ante la singular hermosura de la mexicana, no había importado la diferencia de edad, ni de idioma, ni de procedencia; los ojos azules de Claire habían hechizado a Cesare.

Los recién casados se establecieron en Valcastello y vivieron durante sus primeros años de matrimonio un auténtico cuento de hadas. Formaban una pareja perfecta, estaban enamorados y compartían la afición por la caza, la cual los llevó frecuentemente a África, donde el conde consiguió todos los trofeos inimaginables: los cinco grandes, los récords del mundo, los animales más extraordinarios creados por la Naturaleza. Por su parte, su esposa Claire se convirtió en una de las mejores cazadoras de su época. Ella fue quien abatió a un peligroso tigre de bengala que sembraba el terror en las aldeas y devoraba niños. Ella fue quien obtuvo el permiso para cazar el último bisonte de Polonia, un animal enfurecido que destrozaba propiedades y ganado. Su imagen era asombrosa; siempre elegantemente vestida con pieles y chaquetas de caza, con esa intensa belleza y el rifle a su lado.

La extraña muerte del Conde D\'Acquarone© Elio Sorci Archive/Camera Press
Claire de Diericx y Cesare DAcquarone en una imagen de 1968.

En 1965 la felicidad de los condes se completó con el nacimiento de una preciosa niña, a la que llamaron Chantal y que heredó la hermosura de su madre y el noble linaje de su padre.

Pero poco después, tal y como suele suceder en los cuentos de hadas, la desgracia se cernió sobre la familia. Junto a la chimenea, sobre la que cuelga el magnífico retrato de Claire presidiendo el pabellón, hay un rebeco albino disecado de cuerpo entero: “Il camoscio bianco” del que hablaba una vieja leyenda: “Aquel que mate al camoscio bianco, encontrará la muerte en menos de un año”.

La mujer más bella de México

Sofía Celorio Mendoza, nació en un pequeño municipio de Veracruz, en julio de 1913. Pronto se convirtió en una bella adolescente, inquieta y deseosa de vivir aventuras. Soñadora y ambiciosa, muy joven abandonó su casa para establecerse en la Ciudad de México como asistente de un conocido tarotista. En la consulta del adivino, conoció a su primer esposo:  Hadelin Diericx. El atractivo joven de origen belga, era hijo de la americana Esther Vanderbilt; una famosa cantante de ópera, que con su nombre artístico “Dolly Vanderbilt” se codeaba con la alta sociedad y tenía muchas amistades entre la realeza y la aristocracia.

Hadelin y Sofía, instalaron su hogar en la Condesa y tuvieron dos hijos muy guapos y muy rubios: Hadelin (apodado H) y Claire, para muchos, “la mujer más hermosa de México”.

El matrimonio Diericx se rompió a mediados de los años cuarenta, pero no así la amistad entre la nuera y la suegra; almas gemelas, animales sociales, siempre rodeadas de belleza y lujo. Entre las dos mujeres, decidieron enviar a la bella Claire a Italia, para que la niña estudiara Bellas Artes y, de paso, procurara emparentar con la nobleza europea. Dolly acompañó a su nieta a una fabulosa fiesta en Roma, donde les presentaron al atractivo conde Cesare D’Acquarone, que, en cuanto cruzó su mirada con la de la rubia Mexicana, quedó locamente enamorado de ella.

El matrimonio Diericx se rompió a mediados de los años cuarenta, pero no así la amistad entre la nuera y la suegra

Sofía, mientras tanto, había conocido al enigmático Franco Bassi; un adinerado doctor que apareció misteriosamente en México después de heredar la fortuna de su difunta (en circunstancias extrañas) y millonaria, esposa. Se habían casado, establecido en Las Lomas de Chapultepec, y procreado un niño, al que llamaron Franquito. Habían comprado también una fantástica villa en Acapulco, cerca de la colina de las Brisas, donde solían pasar largas temporadas.

En diciembre de 1967, Sofía y Franco Bassi invitaron a su hija Claire y a su marido Cesare, a celebrar juntos la llegada del nuevo año en la Quinta Badaji.

Acapulco 1967

En los años sesenta, Acapulco era uno de los enclaves más chic del momento. Lo llamaban “La Costa azul de América”. Florecía el turismo, se celebraban las fiestas más exclusivas y se había convertido el destino favorito de las estrellas de Hollywood, los cantantes de moda, la alta sociedad, y los políticos más poderosos del planeta. La colina de Las Brisas, en particular, era la “milla de oro” donde se levantaban las mansiones más fabulosas, y desde cuyas terrazas se contemplaba la bahía, cuajada de yates, las playas y los fuegos artificiales.

Gustavo Diaz-Ordaz era el presidente de México entonces, y se encontraba inmerso en los preparativos de los Juegos Olímpicos que tendrían lugar en el mes de Octubre en la capital. Era la época dorada de crecimiento y modernidad. Una prosperidad que no debía ser empañada por ningún escándalo.

Cinco disparos

Una de las anfitrionas más animadas del puerto de Acapulco era la actriz británica Merle Oberón, que desde hacía algunos años, vivía en su casa de Punta Guitarrón, junto a su tercer esposo, el industrial naviero Bruno Pagliali.

La noche del 2 de enero de 1968 organizó una fabulosa fiesta en su propiedad “Ghalal” en la que se reunió la flor y nata del puerto. Entre sus invitados, como no podía ser de otra manera, se encontraban los Bassi, su hijo H, Dolly Vanderbilt y los condes D’Acquarone, recién llegados de Italia, junto a su hijita Chantal, de tres años.2

Una ráfaga de cinco disparos rompió el silencio de la mañana, seguida de gritos angustiados

La fiesta resultó un éxito absoluto, se bebió mucho, se bailó más, y como en toda gran ocasión, los invitados recibieron las primeras luces del día todavía vestidos con la ropa del día anterior. Los Bassi regresaron a la quinta Badaji muy tarde aquella noche. Y por la mañana, se respiraba una calma de indolencia y resaca en la propiedad. Eran alrededor de las dos de la tarde. EL conde se refrescaba en la piscina, mientras su mujer dormía en su habitación. Hadelin, Franco, Sofía y Dolly tomaban el sol en las tumbonas de la terraza, y los niños se entretenían jugando en el jardín.

Pero entonces, una ráfaga de cinco disparos rompió el silencio de la mañana, seguida de gritos angustiados. Lo escucharon los vecinos que también tomaban el sol en sus terrazas. Pocos minutos después se escuchó la sirena de un coche de policía.

Para Sofía Bassi y su familia, ya nada volvería a ser como antes.

La escena del crimen

Cuando llegó la policía, la escena era terrible; Cesare Acquarone flotaba boca abajo en el agua teñida de sangre. Tenía cinco balazos en el cuerpo. La pistola con la que se habían efectuado los disparos, estaba en el suelo, junto al cadáver.

Sofía Bassi, vestida con un caftán, y tratando de serenarse, dio un paso al frente.

-He sido yo- confesó- Ha sido un accidente.

En su declaración explicó que estando la familia reunida junto a la piscina, mientras Cesare hacía unos largos, surgió una conversación sobre caza. Sofía comentó que ella les tenía pavor a las armas de fuego y añadió que jamás había tocado un arma. Su yerno, entonces, le propuso que fuera a buscar las escopetas de Hadelin, para enseñarla a disparar. Serían disparos al aire, hacia el horizonte infinito de la bahía.

La extraña muerte del Conde D\'Acquarone© Hola

Sofía subió a la habitación de su hijo y no encontró allí las escopetas de caza, sino una pistola, que llevó consigo hasta la piscina. Se agachó para entregársela a Cesare y en ese momento, por accidente, se disparó el arma sobre su yerno, que murió de manera instantánea.

Las declaraciones de los demás miembros de la familia y de los trabajadores de la villa secundaron esta versión. Y la prueba de la parafina demostró que en efecto, Sofía había disparado un arma en los últimos días.

No encaja

Pero esta versión de los cinco tiros por accidente, no convenció a todos. La madre del Conde, la Duquesa Magdalena D’Acquarone, ordenó repatriar el cuerpo de su hijo a Italia para que fuera enterrado en la cripta familiar, y se negó rotundamente a que el cadáver fuera incinerado. Unos días después, recibió el féretro por vía aérea, sin que nadie acompañara al difunto, y con un cartel identificativo grapado a la solapa del traje. Desde ese momento, la relación entre los Bassi y los Acquarone se rompió para siempre.

Pronto, aquel suceso se convirtió en el centro de atención mediática a uno y otro lado del océano. En Europa se dudaba del sistema de justicia mexicana que, según decían, nunca condenaría a una persona como Sofía Bassi; una dama de la alta sociedad, con tantos contactos entre los poderosos. En México, el presidente Diaz Ordaz - preocupado por la imagen de su país en el año de las Olimpiadas-, se encargó de demostrar al mundo lo contrario. La causa debía ser exquisita; sobre Sofía Bassi caería toda la fuerza de la ley.

La extraña muerte del Conde D\'Acquarone© Hola

En el juicio se intentó desmontar la versión del disparo accidental: aquel arma no disparaba en ráfagas, sino bala por bala. Hicieron venir al campeón olímpico de tiro, para que probara que aunque remota, existía tal posibilidad. También se dudó de la versión de Claire, que mantenía que no se despertó cuando sonaron los disparos, y después se marchó de Acapulco antes de realizarse la prueba de la parafina. Comenzaron los rumores: Que el conde era perverso, que había intentado abusar del pequeño Franquito, que pretendía divorciarse de Claire y dejarla en la ruina, que tal vez el autor o autora de los disparos no había sido Sofía, sino alguno de sus hijos, y que ella se inculpaba para evitar que fueran a la cárcel…

El caso pasó por cinco jueces hasta que a finales de febrero, se dictó sentencia: Sofía Bassi resultó culpable de homicidio y fue condenada a once años y seis meses de prisión. No quiso apelar a ningún tribunal superior, e inmediatamente ingresó en la prisión de Lecumberri.

El drama de la condesa Claire D’Acquarone

Claire, la hija preferida de Sofía, sufrió una crisis nerviosa. Al ver a su madre presa, tomó un avión con destino a Estados Unidos y allí, en un hotel de lujo, intentó suicidarse. En su carta de despedida, explicaba que la verdadera responsable de la muerte del conde era ella, y no su madre. Tomó un puñado de pastillas, abrió la puerta del balcón y cuando iba a lanzarse al vacío, perdió el conocimiento y cayó al suelo de la habitación, con la mala fortuna de que el cigarrillo que sostenía entre los dedos, prendió fuego a las cortinas, y al resto de la habitación. Los bomberos lograron salvarle la vida, pero los efectos de la sobredosis le provocó una ceguera permanente. 

A su hija Chantal la reclamaron sus abuelos de Italia y creció entre los Acquarone, estudió en los mejores colegios europeos y vivió muchos años en África. En la actualidad vive en Valcastello junto a su marido y sus hijos.

La muerte de Sofía

De los once años a los que fue sentenciada, Sofía Bassi sólo cumplió cinco. Después cambiaron las leyes y ella quedó en libertad. Pero mientras estuvo presa, jamás dejó de pintar, y sus mejores obras, las más cotizadas, son las que llevan, junto a su firma, las iniciales E.L.C (En la cárcel). Su leyenda se hizo grande, otros artistas la visitaron en Lecumberri y a cinco manos, pintaron el famoso mural que se conserva en el Palacio Municipal de Acapulco ; una de las grandes obras del surrealismo mexicano. Sofía, desde el día en que ingresó en la cárcel, solo vistió de blanco. Se alojó en la enfermería de la prisión y celebró reuniones sociales con sus familiares y amigos. Tuvo privilegios, pero también supo ganarse el cariño de sus compañeros de encierro y de sus carceleros. Era una figura trágica y amable, que donó mucho dinero a quienes se lo pidieron.

Sofia Bassi en la cárcel.© Archivo ¡HOLA!
Sofia Bassi en la cárcel.

Cuando terminó su condena, compró una propiedad en las Lomas de Chapultepec, donde se trasladó a vivir el resto de sus días junto a su hija Claire. Allí siguió pintando y esculpiendo. Diseñó su propio sarcófago, de fibra de vidrio con forma de huevo hueco, donde pidió que depositaran sus cenizas tras su muerte. Y así se hizo el día 11 de septiembre de 1998.

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