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En cuestión de horas, la actitud de los chicos en La isla de las tentaciones ha cambiado por completo. Tras la primera hoguera y la inesperada llegada de Fiama a Villa Playa, los concursantes han dado rienda suelta a la diversión sin pensar en las consecuencias de su fiesta. Hasta tal punto de que Manuel, Diego y Jesús activaron la luz de la tentación de la casa de sus parejas hasta en cinco ocasiones, algo que no había ocurrido hasta entonces. De hecho, la alarma se convirtió en la absoluta protagonista de Villa Montaña, donde las chicas, concretamente Lucía y Lola, no podían parar de llorar pensando que eran sus novios quienes les estaban siendo infieles. Y no se equivocaban.
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- Lola y Marina, cada vez más cerca de sus tentadores (con beso incluido)
Diego, Hugo, Raúl, Manuel y Jesús jugaron con las solteras al "verdad o atrevimiento" más peligroso hasta la fecha. Tanto que, como parte del juego, Carla dio un pasional beso en el cuello a Diego, activando la luz de la tentación de Villa Montaña por primera vez; mientras que Fiama tuvo que besar durante tres segundos al chico de la casa que más le gustase y eligió a Jesús, haciendo saltar la alarma por segunda vez en un tiempo récord.
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En la casa de las chicas se paró la fiesta en seco en el momento en el que sonó la primera advertencia y las que peor se lo tomaron fueron Lucía y Lola. Ambas, entre lágrimas, estaban convencidas de que eran sus novios quienes les estaban fallando, en el caso de Lola totalmente segura de que Diego estaba actuando por venganza después de ver sus imágenes con Simone. Un drama absoluto que se repetía cada vez que la alarma resonó en su villa y lo hizo un total de cinco veces. Por otra parte, Claudia estaba tranquila y segura de que Raúl no era el culpable y Lara se mostró sorprendentemente serena, diciendo que nada le iba a arruinar la fiesta. Por último, Marina aseguró que la alarma la preocupaba más por las reacciones de sus compañeras que por cualquier otra cosa y no dudó en consolar una y otra vez a Lucía, quien no podía sacarse de la cabeza a Manuel.
Otra vez en la villa de los chicos y continuando con su peligroso pasatiempo, Diego superó su prueba de atrevimiento dándole un beso de tres segundos a una de las solteras. Sin dudarlo, escogió a Carla, la tentadora que más le gusta de la casa, a quien besó con ganas entre los aplausos de los presentes y activando por tercera vez la luz de la tentación. Lola, desde el otro punto de la isla y con una intuición infalible, podía prácticamente narrarle a Simone lo que estaba haciendo su novio, mientras que en Villa Montaña los ánimos estaban por los suelos y los esfuerzos de los solteros por animar a las concursantes no daban grandes frutos. "La luz de la tentación' me agobia mucho. Con ese sonido no dejas de darle vueltas a la cabeza", explicaba Lucía a las cámaras.
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Manuel cayó en la tentación con dos chicas diferentes
Sin duda alguna el remate final de la noche lo puso Manuel. El novio de Lucía no pudo evitar sentirse intimidado por Fiama desde su llegada a la isla y cambió completamente sus esquemas de continuar conociendo a Stefany, quien se mostró celosa por los acercamientos del sevillano a la nueva soltera. Después de una noche compartiendo complicidad y coqueteos con la concursante de la primera temporada de La isla de las tentaciones, Manuel decidió esconderse con ella en un rincón de la casa donde pensó que nadie les vería y la besó apasionadamente, confirmando que el sexto sentido de su novia no estaba fallando y haciendo sonar una vez más la alarma.
Una luz que se activaría aún una última vez, ya que, aprovechando que nadie en la casa había visto lo que había ocurrido con Fiama, Manuel decidió arrimarse a Stefany, con quien habló a solas en el sofá de la terraza. Una conversación que terminó en beso ante la mirada atónita de unos cuantos presentes y con la quinta alarma de la noche en la villa de las chicas. "Con Fiama estaba a gusto y surgió el beso. Pero cuando me fui con Stefany, me olvidé de Fiama. Para qué engañarnos", explicaba. Así, Manuel se convertía en el primero de chicos en caer definitivamente en la tentación, ganándose una dura regañina de Jesús por su actitud hacia su novia.
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