Después de tomar la decisión de separarse, tras veinte años de amor, Bertín Osborne seguirá viviendo en su finca de Sevilla y Fabiola Martínez, en Madrid con sus dos hijos, Kike, que el próximo viernes 30 cumple 14 años, y Carlos, de 12. Tras conocerse la sorprendente noticia, el propio cantante difundió un comunicado en el que aclaraba que en su ruptura no había un motivo concreto, “sino problemas de convivencia”. Y en esa complicada situación tuvo mucho que ver un escenario, convertido en el tercero en discordia, que no es otro que el cortijo del artista, la “Hacienda de San José”, donde el matrimonio pasó los meses de confinamiento, desde que en marzo se desató la crisis sanitaria. Por cuestiones laborales, Bertín y su mujer, nunca habían pasado tanto tiempo juntos.
En esta impresionante propiedad, cercana a Sevilla, la pareja recibió a ¡HOLA! en febrero de 2009. Bertín y Fabiola nos mostraban felices la finca que acababan de redecorar y acondicionar tras la llegada de sus dos hijos, que en ese momento eran aún dos bebés. El cantante y presentador posaba con orgullo tanto en los exteriores como en el interior de la residencia, un antiguo molino de aceite construido en 1761, que compró cuando vivía casi todo el año en Miami, y que él mismo se encargó de restaurar personalmente.
Lo que empezó como su casa de soltero en España se había convertido en el hogar familiar. “Mis hijos pueden vivir en el campo, con lo que ello significa. Por mi parte, intento pasar el mayor tiempo posible en ella, aunque por motivos profesionales mi vida se reparte entre Miami y el País Vasco”, relataba Osborne, que en ese momento compaginaba su faceta de cantante -lo que le hacía viajar a Estados Unidos- con la gestión de sus bodegas. Por su parte, Fabiola, que desde que llegó a España desde su Venezuela natal y hasta su boda con Bertín -que celebraron también en la hacienda- había vivido en Madrid, nos decía en aquella ocasión: «Me encanta vivir en la ciudad, pero estar en el campo tiene sus ventajas. Por eso, merece la pena sacrificarse un poco por la vida sana que llevan tus hijos».
El fabuloso cortijo agrupa una parcela de 48 hectáreas -entre prados y olivares- y una extensión de 2.100 metros cuadrados de superficie, repartidos en seis edificios conectados entre sí a través de patios andaluces y pasillos exteriores. La casa cuenta con 10 dormitorios en suite, imponentes salones, amplios comedores, bodega, capilla y el jardín con piscina y pista de pádel. Además, cuadras de caballos con 14 boxes y varias naves destinadas al ganado. En el proceso de restauración, Bertín mantuvo la mayoría de los componentes originarios de la antigua almazara, como la prensa y los depósitos, integrándolos en la decoración.
En diciembre de 2010, el matrimonio se mudó con sus dos hijos a Madrid. Los tratamientos y las terapias que un niño como Kike necesita obligaron al artista a trasladarse de su casa más querida a un chalet en las afueras de la capital. “Yo había planteado mi vida de otra manera, pero estoy casado, tengo dos hijos y las cosas cambian. Así es que voy a ver cómo me organizo mentalmente para sobrellevar este cambio”, confesaba Bertín en las páginas de HOLA. «El campo está muy bien para disfrutarlo —reconocía Fabiola—, pero vivir allí con dos niños pequeños, los colegios y todo eso, ya era demasiado esfuerzo para mí. Me sentía aislada. Mis salidas eran para hacer la compra. Bertín está todo el día viajando por trabajo y la idea es estar juntos y hacer cosas juntos”. Y el artista, acostumbrado a vivir en su finca, añadía: «Entiendo perfectamente que llegue un momento en el que Fabiola se agobie y se sienta sola. Es un tema decidido y ya está, pero si hace diez años me dicen que me iba a venir aquí, no me lo creo”.
Y así, entre idas y venidas de la casa de Madrid a la de Sevilla -que en varias ocasiones fue escenario de las entrevistas del programa de televisión de Bertín-, regresamos al año pasado, y al confinamiento, que la pareja pasó en el cortijo junto a sus dos hijos, el padre de Bertín, Enrique Ortiz y Lopez-Valdemoro, conde de Donadío de Casasola, de noventa y dos años, y, al parecer, los padres de Fabiola. La venezolana siempre había mantenido su deseo de regresar a Madrid, donde su hijo Carlos estaba escolarizado y Kike recibía sus tratamientos. Por su parte, el presentador prefería alargar su estancia en la finca (vivir en Sevilla le facilitaba las grabaciones de su programa para Canal Sur) porque, como nos reconocía el pasado septiembre, “en cuanto salgo del campo me tengo que mentalizar y no es fácil”. Según apuntó el entorno más próximo de la pareja a ¡HOLA!, este tema desencadenó fuertes discusiones entre la pareja.