Ganar unas elecciones presidenciales en Estados Unidos puede ser más fácil que una mudanza a la Casa Blanca. “Mudarse al número 1600 de la Avenida Pensilvania es un caos coreografiado”, reconoce Michael S. Smith, interiorista de Barack y Michelle Obama, en conversación con ¡HOLA! +. “Según marca la tradición, el traslado de las pertenencias del nuevo presidente de Estados Unidos y su familia al Ala Este solo puede hacerse durante la ceremonia de investidura, que comienza a las once de la mañana. Y se debe terminar antes de las tres y media de la tarde, que es cuando el nuevo presidente llega a la Casa Blanca, después del almuerzo con los senadores. Es decir, solo hay cinco horas para trasladar todo: ropa y enseres, muebles, cuadros…” explica Smith, que fue el encargado de orquestar esta operación cuando los Obama llegaron a la casa más famosa de América, en 2008.
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Se necesita un “pequeño ejército” de cien trabajadores para ejecutar la mudanza presidencial en tiempo récord: amas de llaves y empleadas, mayordomos, ujieres, carpinteros, pintores, floristas, personal de apoyo… todos ellos se encargan de limpiar y acondicionar la primera y segunda planta del Ala Este, que es donde se encuentran los apartamentos privados del presidente y su familia. Los mandatarios tienen permiso legal para decorar a su gusto esa zona de la residencia, pero desde 1963 están obligados a proteger el carácter museístico de las estancias públicas visitadas cada año por miles de personas.
Casi todos los que trabajan allí, quizás con la excepción del personal de cocina, echan una mano el día de la mudanza. En menos de cinco horas, deben desempacar las cajas, abastecer la cocina con la comida preferida de los nuevos inquilinos, mover los muebles, colgar los cuadros, hacer las camas, colocar los libros en las estanterías, acondicionar los baños con toallas, jabones y cepillos de dientes nuevos, distribuir las fotos familiares y objetos personales por la casa y colocar la ropa en los armarios recién vaciados. En el caso de Joe y Jill Biden, ya se ha anunciado que además se realizará un profundo trabajo de desinfección, debido a la pandemia del coronavirus.
Decorar a ciegas
“Afortunadamente, los empleados de la Casa Blanca tienen una larga experiencia y saben perfectamente lo que tienen que hacer”, apunta Smith en conversación con ¡HOLA! Plus. Según el decorador, la complejidad de la tarea depende de cuántas cosas decida el nuevo presidente traer a la residencia. “Los Obama, por ejemplo, no trajeron nada de su casa de Chicago, porque querían regresar periódicamente mientras durara el mandato. Ellos llegaron con su ropa, sus libros, las fotos familiares y algunos otros objetos personales, pero poco más”, añade el interiorista, que es autor Diseñando la historia: el arte y el estilo extraordinarios de la Casa Blanca de los Obama (Rizzoli), un libro en el que cuenta la historia y secretos de la residencia.
Sin embargo, Smith reconoce que incluso la mudanza más fácil se puede volver muy difícil en la casa más famosa de América. “Los interioristas del nuevo presidente no puede entrar a la residencia hasta el mismo día de la ceremonia de investidura, de modo que se debe planificar todo con antelación, con el apoyo de planos y fotografías. Pero imagínate lo que significa dirigir la mudanza y decoración de una casa en la que nunca has estado, que nunca has visto con tus propios ojos y que mucho menos has medido”.
Jacqueline Kennedy, por ejemplo, intentó colar a su decoradora favorita, la famosa Sister Parish, en la Casa Blanca antes de la mañana de la toma de posesión de su marido. “La quiso hacer pasar por su secretaria. Naturalmente, Parish se negó”, revela Michael Smith en su libro. Los Obama tuvieron más suerte, ya que el propio Smith pudo dormir la noche anterior a la investidura en una habitación del sótano de la mansión. Fue una concesión y gesto de amabilidad de George W. y Barbara Bush, quienes pusieron numerosas facilidades a sus sucesores.
Un trastero de ensueño
Pero no todo son inconvenientes en esta operación de película. El Congreso asigna cien mil dólares de los fondos federales a los presidentes entrantes para ayudar a cubrir el costo de la mudanza y la decoración. Sin embargo, la mayoría de los mandatarios no utilizan esa asignación. Los Obama, por ejemplo, fueron extremadamente meticulosos en el pago de la decoración del alojamiento familiar y lo financiaron con sus propios fondos, mientras que las salas públicas de la residencia presidencial fueron reformadas con dinero de donaciones y financiación de la Asociación Histórica de la Casa Blanca (la White House Historical Association).
Además, los decoradores de los nuevos presidentes cuentan con un fondo fabuloso para poder redecorar la propiedad: el legendario deposito de la Casa Blanca, ubicado en un lugar secreto a las afueras de la ciudad de Washington, cuya dirección real es confidencial. Básicamente, se trata de un trastero repleto de muebles históricos que no están en uso: piezas del siglo XVIII, bergères, bibelots de la era Monroe y un sinfín de retratos de Gilbert Stuart. Sin embargo, Michael Smith aclara que casi todo lo de gran calidad o valor histórico ya está dentro de la Casa Blanca. Por si todo esto fuera poco, los presidentes también pueden pedir prestadas obras de la famosa Galería Nacional de Arte de Washington, donde hay piezas de El Greco, Rafael, Tiziano o Rubens.
Michael S. Smith asegura que la mudanza del Día de la Investidura es clave, pero que es durante los primeros cien días de mandato cuando el verdadero proceso de transformación se acelera y se terminan de personalizar los espacios privados -tapicería y cortinas terminadas, alfombras instaladas- para que la Casa Blanca se convierta en un verdadero hogar y refleje el gusto y estilo de los nuevos inquilinos. Sin duda, Joe y Jill Biden tienen mucho trabajo por delante. A veces, ganar unas elecciones puede ser más fácil que una mudanza al número 1600 de la Avenida Pensilvania.