A lo largo de los siglos, las mujeres que han empuñado cetros en “propiedad” han sido contadas, pero, en el siglo XXI, serán las hijas de reyes las que llevarán corona… Aunque mucho antes y en paralelo a sus responsabilidades como herederas, las princesas debutarán de largo y con tiara haciendo más visible y poderosa su presencia en la vida institucional.
La tradición obliga -al menos es lo que se espera-; las fechas ya no están tan lejos... Y todas irán por orden: Elisabeth de los belgas (19), Amalia de los Países Bajos (17), Ingrid de Noruega (17) y Leonor (15). A diferencia de sus madres, las futuras Soberanas no tendrán que esperar a vestirse de novias para elegir su primera diadema. Todo lo contrario: hay un cofre que ha pasado de generación en generación que las está esperando.
Para la princesa de Asturias el día que marcará un antes y un después será el 31 de octubre de 2023. Una fecha histórica, la de su mayoría de edad, que señalará como heredera al trono jurando la Constitución y fidelidad al Rey, en sesión solemne y conjunta de congreso y senado.
La ‘conquista’ de palacio
Llegado ese momento, que estará supeditado a su formación académica o incluso militar, Leonor pasará a “conquistar” las noches de gala del palacio Real. Serán nuevos tiempos, después de la pandemia y sus consecuencias y ya se habrá recuperado la tradición de recibir la visita de Reyes y Jefes de Estado extranjeros.
Al igual que hicieron sus tías, las infantas Elena y Cristina, en 1983, cuando alternaban la diadema Prusiana con la Floral, la princesa también señalará la celebración más importante del momento de largo y “coronándose” por primera vez con las joyas de la Casa.
Y, en su caso, con mucha más razón: Leonor es la primera princesa nacida en una monarquía reinante desde 1914; y la primera llamada a ser cuarta reina de España como titular de la corona después de Isabel I, Juana I e Isabel II. Aunque, igualmente, y por mucho tiempo, no tendrá acceso a las llamadas “joyas de pasar”. El ya legendario lote ligado al soberano ejercicio de las reinas en el que destacan: la diadema de flor de lis diseñada por Ansorena con tres flores que representan, por su emblema heráldico, a la dinastía de los borbones; la rusa de perlas y diamantes de la reina María Cristina de Austria; el collar de chatones y otro mucho más importante de perlas rusas que pesa casi dos kilos; la perla que vino a sustituir, según se dice, a La Peregrina que recibió el nombre de “La Huérfana”, por no existir otra como ella; y las pulseras gemelas de Victoria Eugenia, que señaló en su testamento. Un tesoro legado en el que se funde la historia de diferentes dinastías.
La diadema de la Chata vivió el exilio, la Floral estuvo décadas perdida, la Prusiana “casó” a cuatro generaciones y la tiara Princesa… es tan joven como Leonor
Pero, y en su momento como heredera mayor de edad, llegará ese día en el que Leonor tendrá que señalar la tiara con la que quiere salir por primera vez a escena como Princesa de Asturias, reservando quizá, la futura nupcial.
De las ocho de la casa -dos de ellas, la Prusiana y la Niarchos, personales de doña Sofía-, la princesa podrá elegir entre cuatro señalando la historia de los borbones; el amor y los sentimientos de sus antepasadas; o, sencillamente, la innovación… en un tiempo nuevo para la Monarquía. Y esta es la historia de l as cuatro diademas que podrían aspirar al título de la primera tiara.
Herencia directa de su madre
Llegó al cofre personal de doña Letizia en 2006, dos años después de su boda, aunque esperó a ser Reina para estrenarla y lo hizo en el 75 cumpleaños de la Reina Margarita de Dinamarca. El país donde debutó como futura princesa (sin diadema real), una semana antes de su boda.
La pieza, sencilla y moderna, lleva cuatrocientos cincuenta brillantes talla brillante y cinco pares de perlas australianas, que van en disminución de tamaño y se distinguen por su forma exacta y perfecta al haber sido elegidas entre 3.000 gemas. Realizada por Ansorena, en oro blanco con roleos en media luna, hace un guiño a la tiara que llevó la Reina María de las Mercedes en su boda con Alfonso XII (joya desaparecida); y a la de Flor de lis con la que la princesa Victoria Eugenia se convirtió en Reina de España y con la que doña Sofía señaló las grandes ocasiones, entre ellas, la despedida de su reinado en el palacio Real.
La joya de ‘casar’
Victoria Luisa (Sissy), abuela materna de la reina doña Sofía, había conseguido, tal y como había anunciado a su padre, el Káiser Guillermo II, último emperador de Alemania, su propósito adolescente: “Sólo se casaría por amor... En el siglo XX, incluso las princesas tienen el derecho de elegir el marido que les plazca”, le había dicho. [...] Era la primera vez en cincuenta años que un Hannover pisaba la corte de Prusia, pero la boda con el heredero, Ernesto Augusto III (24 de mayo de 1913) selló la paz y fue también la última gran reunión de Soberanos, según algunos apartados de la historia, antes de la Primera Guerra Mundial.
Un postremo gran baile de las Familias Reales en el palacio de Berlín, para el que Victoria Luisa se coronó (en vísperas) con la tiara prusiana que le regalaron sus padres marcando así el camino a sus descendientes ya fuera para sus bodas o para las fiestas previas.
Siguiendo la tradición, en 1937, Victoria Luisa se la regaló a su hija Federica cuando ésta se casó con el rey Pablo de Grecia; quien, a su vez, se la entregó a la entonces princesa Sofía cuando cumplió los 18 años. Doña Sofía señalaría su mayoría de edad con esta joya, pero también el día de su boda con don Juan Carlos, en Atenas, el 14 de mayo de 1962. Y cuarenta y dos años después, doña Letizia, también la rescataba para casarse con Felipe de Borbón.
De platino, diamantes y estilo imperio, fue diseñada por los joyeros Koch y se caracteriza por el brillante de lágrima central que enmarca las bandas con hojas de laurel y la greca griega de meandro
De platino, diamantes y estilo imperio, fue diseñada por los joyeros Koch y se caracteriza por el brillante de lágrima central que enmarca las bandas con hojas de laurel y la greca griega de meandro.
La diadema bajo su sombrero
Fue creada en el año 1867 por la joyería Mellerio (París), por encargo de Isabel II para la boda de su hija la infanta María Isabel, más conocida como la Chata, quien fue por dos veces Princesa de Asturias. Llamada también la diadema de las conchas por sus motivos marinos, está montada sobre platino, en pavee de diamantes y su diseño representa el mar y el vaivén de las olas con su espuma de gotas de perlas (7) y diamantes intercalados (12).
La joya -entregada por la infanta Isabel, a su sobrino Alfonso XIII, en el exilio, al que llegó (se dice) llevando la joya debajo de su sombrero- pasó a don Juan y a su esposa, doña María. Y de los Condes de Barcelona a doña Sofía (1962), quien la eligió para la gala previa a su boda en Atenas e infinidad de actos situándola a lo largo de las décadas entre sus preferidas, a diferencia de doña Letizia, que solo la ha usado en una cena de Estado, en 2007.
La tiara que volvió a casa
La tiara Floral es la favorita de la Reina, la que más ha usado desde su llegada a palacio y arrastra una curiosa historia. El rey Alfonso XII la encargó para su prometida, la archiduquesa María Cristina de Austria (1879), a la joyería inglesa J.P.Colins -otras fuentes apuntan a Mellerio- y, aunque durante décadas estuvo perdida, a diferencia de otras joyas de la dinastía, esta pieza sí “encontró” el camino para regresar a casa en la mejor de las oportunidades.
Recuperada por la firma Aldao, el Gobierno decidió, en nombre de los españoles, regalar la pieza a doña Sofía cuando se casó con Juan Carlos, en 1962. De platino y diamantes (talla brillante y talla perilla) puede usarse como broche y como gargantilla y está compuesta por cinco flores. Dos laterales del mismo tamaño, y una central, mucho mayor, a modo de corona, con su tallo y sus hojas.