Siempre tuvo los pies sobre la tierra y aunque logró volar hasta los más alto convertido en uno de los gimnastas más laureados de nuestra historia, Gervasio Deferr nunca se olvidó de sus humildes orígenes. Por ello, y una década después de anunciar su retirada en enero de 2011, el bicampeón olímpico en la especialidad de salto de potro (Sídney 2000 y Atenas 2004) y plata olímpica en suelo (Pekín 2008), se dedica a entrenar a niños de familias sin recursos en el conocido barrio de La Mina de Barcelona, uno de los más humildes de la Ciudad Condal.
Nacido el 7 de noviembre de 1980 en Premià de Mar, provincia de Barcelona, e hijo de padres argentinos, Gervasio está ahora donde siempre soñó estar desde que era un adolescente, en una gimnasio ayudando a otros niños a cumplir sus sueños, sin embargo, el camino hasta aquí no ha sido fácil y ha tenido que superar más de un bache. El más reciente de ellos un duro periodo de adaptación tras decir adiós al deporte de élite, momento en el que se dio cuenta de que tras llevar una vida rodeada de éxitos, halagos y reconocimientos, tocaba reinventarse de nuevo, algo nada fácil para una persona que había entregado su vida por completo a la competición. . “Pasé dos años muy, muy malos después de retirarme porque pasas de un día para otro de ser campeón olímpico al siguiente a decir ‘¿qué hago con mi vida? ¿Ahora tengo que trabajar, entrenar o qué hacer? Dos años cometiendo errores y aprendiendo cada día más de los golpes. Desorientado, necesité tiempo para encontrar mi lugar. Y ahora sí lo he encontrado” ha confesado Deferr en una entrevista concedida al diario El Periodico.
Pero además de estos dos años de incertidumbre anteriormente el gimnasta tuvo que enfrentarse a uno de los capítulos más feos de su vida, su positivo en marihuana que le hizo perder la medalla de plata conquistada en el Mundial de Debrecen (Hungría) en el 2002 y cuya lección le sirvió como aprendizaje resurgiendo de nuevo como el ave fénix logrando colgarse dos medallas más en los Juegos de Atenas y Pekín. “Lo volvería a pasar. Me hizo darme cuenta de que cometí un error y que tenia que cambiar. Me enseñó quién estaba incondicionalmente a mi lado y quién solo estaba en la foto cuando ganaba. Yo tenía 19 y era un niño no me enteraba de nada y de repente era un tío de 23 que lo tenía todo clarísimo y fui a los Juegos. Las cosas pasan y hay que asumirlas, no esconderse de ellas” ha señalado el deportista.
Orgulloso y feliz de poder seguir trabajando de su gran pasión, el deporte y en concreto la gimnasia, Gervasio se siente un verdadero privilegiado, pues son muchos los deportistas de élite que cuando se retiran no pueden seguir viviendo de aquello que un día les hizo saborear la gloria. Sin embargo, Gervasio, lo ha dejado claro, su trabajo se ha convertido en un hobbie, ya que como él mismo ha confesado si hubiera querido enriquecerse habría montado un gimnasio en Pedralbes, uno de los barrios más caros de Barcelona.