No es habitual que, en la semana en la que se estrena The Crown, la serie de la que todo el mundo habla sea otra. Mientras en nuestro país triunfaba especialmente Los favoritos de Midas, no muy lejos en el top 10 estaba Gambito de dama, la sorpresa de la temporada que un mes después de su publicación sigue estando en boca de todos. Protagonizada por una casi desconocida actriz como Anya Taylor-Joy y con el ajedrez como vehículo de la trama, cuesta creer que una producción sin apenas promoción por parte de Netflix haya llegado tan lejos. Sin embargo, los datos hablan por sí solos: la propia plataforma ha confirmado que 62 millones de hogares la han visto en sus primeros 28 días de vida, rompiendo así el récord entre las miniseries. Además, ha estado en las listas de más reproducidas de 92 países y ha sido número 1 en 63 de ellos.
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- ¿Reconoces al actor de Harry Potter que se ha 'colado' en 'Gambito de dama?
Pero, ¿qué hay detrás de este récord y por qué ha funcionado tanto una serie que aparentemente no tenía grandes factores de éxito? Los expertos achacan el boca a boca como la causa principal, la estrategia perfecta de marketing que, desgraciadamente, no depende de los profesionales en publicidad sino del propio producto. Lo cierto es que cuando lo hablas con cualquiera te dice que el ajedrez no le atraía mucho, pero que alguien se la recomendó así que decidió empezarla y le gustó. No es una serie de mujeres, pese a estar encabezada por una; ni tampoco es de hombres, aunque el deporte que sirve como coprotagonista lo ha sido históricamente y se representa como tal.
Gambito de dama es feminista sin hacer de ello un discurso y atrevida sin caer en vulgaridades, centrando su trama en la carismática Anya Taylor-Joy como Beth Harmon, una niña que se convierte en adulta con adicciones, pocos complejos y la justa educación. Algunos temas como la Guerra Fría o la moda como elemento de expresión apenas se rozan, pero inundan la serie para gustar a todo el mundo sin abrumar. La primera parte exuda la sobriedad de los cincuenta que caracterizaría además un orfanato de provincia y segunda mitad está impregnada de esa atmósfera de los tardíos años sesenta, con atractivas localizaciones y decorados llenos de estampados, que aportan colorido, profundidad y contexto.
No hace falta ser ningún experto en ajedrez para disfrutar de la serie y, a pesar de ello, los que sí saben sobre este deporte hablan bien de ella. Tampoco hace falta serlo en moda o historia de la segunda mitad del siglo XX y, sin embargo, los que sí conocen ambos temas consideran que la adaptación está muy bien conseguida. Además, todo ello consigue envolverse en un paquete atractivo y dinámico, con solos siete episodios y final cerrado, a través de la historia de superación y madurez de Beth Harmon en su proceso para triunfar en una disciplina en donde dominan los hombres.
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Su adicción, además, está representada con delicadeza pero sin tapujos, dejando claro que solo ella considera que necesita las pastillas o el alcohol. El brillante intelecto de la protagonista atrae porque es tan magnífico como vulnerable, y es el motivo por el que tanto sus compañeros de profesión como el espectador insiste en darle una tregua tras otra: la Beth Harmon creada por Scott Frank y Allan Scott en base a la novela de Walter Tevis es la jugada ganadora de la temporada.