Bo Obama, Spot Bush, Buddy Clinton o Lucky Reagan son solo algunas de las mascotas que han vivido en la Casa Blanca. La lista es larga ya que es una tradición que el presidente de los Estados Unidos tenga un perro. Bien sea porque algunos analistas han coincidido en que atraen votos o porque el presidente Truman hizo célebre una frase que dice: “Si quieres un amigo en Washington, cómprate un perro”. Aunque parezca mentira, la cuestión canina ha sido objeto de debate durante la campaña y a Donald Trump no le ha dado suerte el ser el primer presidente en cien años sin tener mascota. Ahora, cuando comienza la "era Biden", los perros vuelven a escena y todo el mundo quiere conocer a los "electos" pastores alemanes: Champ y Major Biden. Unas mascotas que han arrimado la pata durante la campaña y que vienen dispuestos a renovar una administración en la que ya ha habido ilustres habitantes de cuatro patas que han hecho historia.
¿Cómo trae un perro aires nuevos a la Casa Blanca? Major Biden lo ha conseguido, ya que es el primer perro que saliendo de un refugio de animales llega a la 'presidencia'. Joe Biden adoptó el pastor alemán en un refugio de Delawere en el año 2018, así lo ha revelado una protectora de animales que señala que esto es un hito en la historia de las "primeras mascotas". El caso de Champ Biden es distinto, fue un regalo postelectoral tras ganar la vicepresidencia con Obama en el año 2008 y fue comprado en un criadero especializado, el mismo origen que tenían los perros de los Obama. En ese sentido, conviene actualizar la frase de Truman: "Si quieres un amigo en Washington, ADOPTA un perro".
Desde luego el viejo Major sabe meterse a los votantes en el bolsillo. Así que cuando en plena campaña electoral Donald Trump dijo que el pasear perros por el césped no va con él, Biden estuvo rápido. “Amigos, no solo estáis votando para ponerme en la Casa Blanca, también votáis para poner a Champ y Major. Hagamos que los perros vuelvan a la Casa Blanca”, publicó el ahora presidente electo con una imagen suya junto a uno de sus elegantes perros de mirada amable.
Del cocodrilo de Quincy Adams al cachorro de la Guerra Fría
Aunque mascotas ha habido en la Casa Blanca desde siempre, hay registros que dejan constancia que George Washington - el primer presidente de los Estados Unidos - tuvo hasta doce perros, lo cierto que ha habido gustos de lo más diverso. Se cuenta que John Quincy Adams tenía un cocodrilo en uno de los baños mientras que su mujer, Louise, coleccionaba gusanos de seda; Andrew Jackson un loro bastante hablador y Martin Van Buren un par de tigres que le regaló el sultán de Omán y el Congreso le obligó a llevar a un zoológico. En la historia reciente encontramos al periquito de Eisenhower o al fotogénico caniche de Nixon, pero si hay uno que puede presumir de haber formado parte de la historia ese es Pushinka Kennedy.
John F. Kennedy tenía un verdadero zoológico con ponis, gatos, conejos… pero ninguno como el mullido “cachorro de la Guerra Fría”. A pesar de la hostilidad entre Estados Unidos y la Unión Sovietica, Nikita Khrushchev regaló a los Kennedy (en concreto a la Caroline, la única hija que queda viva del matrimonio de John F. y Jacqueline) un perro de seis meses que era hijo de Strelka, el perro espacial que había pasado un día orbitando a bordo del Sputnik. Gracias a la correspondencia de Kennedy se pudo comprobar como el mandatario estadounidense agradecía al líder soviético la llegada de Pushinka, que significa "esponjoso" en ruso, en junio de 1961. Un gesto que se producía después de que los líderes de las dos superpotencias se hubieran conocido semanas antes en la Cumbre de Viena para discutir varios temas sobre la relación entre los dos países, un año después (en octubre de 1962) tendría lugar le conflicto de la crisis de los misiles de Cuba, pero eso ya es otra historia y por aquel entonces Pushinka ya posaba con las barras y estrellas.
Por otro lado, si bien el perro de los Biden con su origen callejero sienta un precedente que podrían seguir las mascotas de futuros presidentes, conviene recordar que, aunque es pionero en su sector, hay otros canes que han creado escuela. ¿O ya se han olvidado del bueno de Guy? El perro de Meghan Markle que fue encontrado deshidratado deambulando por un monte de Kentucky, en los Estados Unidos, y que, gracias a la adopción de la actriz en el año 2015, terminó comprobando lo que se siente al vivir en un palacio. Ahora 'Guy de Sussex' vive rodeado de estrellas (los exclusivos vecinos que Harry y Meghan tienen en su mansión de Montecito) y presencian encuentros como el que la duquesa tuvo con Gloria Steinem, el icono feminista de los Estados Unidos y en cuya presencia Guy se echó una placida siesta.