Es inevitable que en momentos así le invada la nostalgia. Recuerdos de un pasado en el que era él quien se ponía bajo los palos de la portería y paraba esos goles del contrario. Un pasado en el que el público abarrotaba las gradas, ahora vacías debido a la pandemia. Iker Casillas ha celebrado el 29º título de liga de su equipo, el Oporto (quedan aún un par de jornadas pero ya ha obtenido los puntos necesarios para hacerse con el trofeo), en el estadio, uniéndose a los compañeros que lucharon tantas veces junto a él. A ellos les ha dedicado unas palabras, llenas de cariño y teñidas de añoranza, con las que se refiere a esta victoria como “desaliñada”. “El tiempo hace olvidar casi todas las cosas. Eso dicen. Y que es el mejor remedio para curar momentos desagradables” comienza.
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Recuerda el deportista el momento en el que tuvo que abandonar la competición, el pasado mayo de 2019, debido al infarto de miocardio que sufrió mientras entrenaba. “Hacía 15 meses que no había vuelto a pisar Dragão (allá por abril de 2019 jugué mi último partido frente a Santa Clara) y tengo que reconocer que me volví a emocionar. Un paseito para el área. Una visión panorámica del campo. Una mirada más duradera a las porterías... ¡Muchos recuerdos y sentimientos! Ayer me alegré enormemente del campeonato conseguido”. Aseguró que el club se merece esta victoria y recalcó que esta vez la fiesta será diferente, haciendo una curiosa comparación con una ensalada.
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El fin de una etapa
“Sin aliño o desaliñada (como les suene mejor). Esa lechuga fresca. Ese tomate sabroso. Atún para el que quiera. Cebolla, maíz... pero falta la dosis de sal, aceite y vinagre que cada uno quiera dar” y añade que el campeonato pasará a la historia por ser el que se ganó en la época de la pandemia. “Espero que sea el último que se gana así” concluye. En las imágenes, por supuesto, aparece ataviado con los colores del club, azul y blanco, y junto a jugadores del conjunto, con los que por desgracia no ha podido compartir temporada. Una despedida con sabor agridulce. El próximo 1 de agosto, el conjunto se juega con el Benfica el título de campeón de Copa.
Iker ha dejado atrás su etapa en el Oporto, que finalizó antes de lo previsto debido a su problema de salud. Cinco años en los que, junto a su familia, formó un nuevo hogar y afrontó algunos de los momentos más duros de su vida -su infarto y luego la enfermedad de su mujer, Sara Carbonero-. Mirando al futuro ya, su intención de presentarse a la presidencia de la RFEF ha quedado descartada, por lo que la pareja tendrá que decidir si permanece un tiempo más en la ciudad lusa o regresa a España.
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