Su nombre es de sobra conocido, aunque su trabajo siempre estuvo detrás de las cámaras. El reconocido compositor de bandas sonoras Ennio Morricone ha muerto a los 91 años en Roma, donde estaba ingresado tras haber sufrido una caída que le había provocado la rotura del fémur. Las consecuencias de dicho percance son las que han provocado su fallecimiento, tal y como ha informado la Agenzia ANSA. La familia, a través de un mensaje que leyó su amigo y abogado Giorgio Assumma, destacó que el maestro “ha conservado hasta el último momento la lucidez y gran dignidad”. “Saludó a su amada esposa María, quien lo acompañó con dedicación en cada momento de su vida humana y profesional y estuvo cerca de él hasta el último aliento; agradeció a sus hijos y nietos el amor y atención que le dedicaron. Un recuerdo emocionado ha tenido para su público, de cuyo afectuoso apoyo siempre ha extraído la fuerza de su creatividad” concluye la nota. Asimismo han anunciado que el funeral se celebrará de manera privada “en respeto al sentimiento de humildad que siempre ha inspirado los actos de su existencia".
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Nacido en Roma el 10 de noviembre de 1928, fue un artista precoz que comenzó a componer con apenas 6 años. Su labor en el cine comenzó junto al director Sergio Leone, con el que llevó a su máximo esplendor las películas del oeste, conocidas popularmente como western. A lo largo de 70 años de carrera compuso más de 500 bandas sonoras (hasta tres películas completaba al mes), vendió más de 70 millones de discos, y ganó dos Oscar de la Academia de Hollywood (estuvo nominado en seis ocasiones): uno honorífico (2006) y otro por Los odiosos ocho (2016), de Tarantino, que siempre se declaró uno de sus mayores fans. Tres Grammy, cuatro Globos de Oro y un León de oro a su carrera, además del premio Princesa de Asturias de las Artes 2020, que por desgracia no podrá recoger como prometió, completan su palmarés.
Trabajó con los grandes la pantalla como Bernardo Bertolucci (Novecento), Brian De Palma (Los intocables de Eliot Ness), Terrence Malik (Días del cielo), Roland Joffé (La Misión) y Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso), entre muchos otros. En el recuerdo quedan las melodías de La Misión o El bueno, el feo y el malo (1966), con aquella mirada torva de Clint Eastwood como protagonista. Su instrumento preferido, lo dijo en el libro Ennio. Un maestro, era la trompeta que se colaba entre sus notas, que fueron inspiración para muchos artistas. “Me divierte saber que soy objeto de un cierto culto musical; lo digo sin ninguna vanidad”, confesó en alguna ocasión haciendo gala de la humildad que siempre le caracterizó.
Su familia era fundamental para él y siempre decía que se sentía enamorado de su mujer, después de 63 años de matrimonio: “Es ella lo más precioso que hay en mi vida”. A ella le dedicó sus dos Oscar. "Es un acto de justicia. Mientras yo estaba componiendo, ella se estaba sacrificando por la familia y nuestros hijos" dijo en 2007 al recibir el primero. Su historia fue de película, no podía ser menos tratándose de él. Ella era amiga de la hermana de Ennio y cuando se conocieron, en 1950, él cayó rendido de amor, pero ella quería esperar. Un accidente de tráfico la dejó postrada en el hospital, escayolada del cuello a la cintura, y él no se separó de su lado. "Así, día a día, gota a gota, hice que se enamorara de mí" contó en Il Corriere de la Sera. Pasaron toda la vida juntos y tuvieron cuatro hijos. En el antes citado libro, recordaba sus orígenes humildes: su padre fue trompetista y tocaba para las tropas norteamericanas tras la II Guerra Mundial a cambio de tabaco y comida, que luego vendía en la calle. Una sencillez aprendida que nunca le abandonó ni cuando se convirtió en una estrella mundial.